Tras su apariencia de novelón decimonónico, El amor brujo cuenta la tragicomedia de un burgués, Estanislao Balder, que para superar su existencia anodina se lanza a una aventura amorosa tan dulzona como torpe. Sutil e imprevisible, hay que llegar hasta el final para calibrar el alcance de la crítica, cuya acidez desnuda al hombre fatuo, aparentemente satisfecho.
En esta última novela de Arlt, más que en ninguna otra, se manifiestan las debilidades y los rencores que apremiaron a este «François Villon de quilombo», como lo definió Cortázar, y destellan esas «imágenes inapelables y delatoras» que nos ponen frente a nosotros mismos y nuestras vergonzosas flaquezas.
Sobre el autor: Roberto Arlt nació en Buenos Aires, el 26 de abril de 1900, y murió en la misma ciudad, el 26 de julio de 1942, de un ataque cardíaco. A pesar de su tortuosa infancia y de sus escasos estudios, en 1921 publicaría Diario de un morfinómano, su primera novela, extraviada para siempre; y en 1926, El juguete rabioso, cuando ya frecuentaba la amistad de Ricardo Güiraldes, quien le sugirió el título. Para entonces, Arlt escribía también en los periódicos Crítica y El Mundo, y sus columnas diarias Aguafuertes porteñas se convertirían con los años en un clásico de la literatura argentina.
En cuanto a su vida, cabe añadir que merodeaba rufianes de toda laya, que traspondría en muchos de sus personajes, pero que su gran empeño no fue otro que el de hacerse rico como inventor, ambición que lo llevó a cosechar muy estrepitosos y chocantes fracasos.
Además de las obras citadas, publicó las novelas Los siete locos y su continuación, Los lanzallamas; por último la presente, El amor brujo. Asimismo, escribió bastante teatro y un curioso ensayo, titulado Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires, que por su rareza e interés literario ha editado Drácena, en su colección «ensayos y memorias».
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