Sinopsis: Boston, 1868. El Instituto de Tecnología de Massachusetts se ha adjudicado la misión de utilizar la ciencia en beneficio de todos. Sin embargo, cuando los instrumentos de navegación de los buques se descontrolan inexplicablemente, una implacable sombra se cierne sobre el MIT.
Los jinetes del Apocalipsis montan sobre una Harley
Tyrannosaurus Books publica el cómic book Dead World: The last siesta


Antes de que apareciera la exitosa serie de cómics The Walking Dead, traducida en nuestro país como  Los muertos vivientes, en la que se basaría la serie televisiva de nombre homónimo, apareció en el sello independiente Arrows Comics la serie Dead World (1986) creada por  Stuart Kerr y Ralph Griffith. En poco acabo convirtiéndose en un referente de culto dentro de la industria editorial independiente. Posteriormente Dead World sería publicada por Caliber e Image Comics y, actualmente, bajo el prestigioso sello IDW, una de las editoriales punteras en el cómic norteamericano que publica títulos como Judge Dredd, Teenage Mutant Ninja Turtles, Star Trek o The X Files.

Durante estos diecisiete, años DeadWorld ha vendido más de 1.000.000 de ejemplares en Estados Unidos, e incluso se adquirieron los derechos de la obra en 200 para adaptarse al cine, aunque el proyecto nunca llegó a producirse. Asimismo, está galardonado con prestigiosos premios como Mejor Novela Gráfica Original  (Decapitated Dan's Best of 2011) o nominado a los Ghastly Awards  y ComicMonsters.com en la misma categoría.

Inspirándose en la serie original, se publicaron una saga de volúmenes independientes con historias paralelas autoconclusivas, entre las que destaca Dead World: The Last Siesta que verá la luz en nuestro país bajo el sello de Tyrannosaurus Books el próximo mes de septiembre de 2014.

Sinopsis: En las afueras del polvoriento y remoto pueblo de Juárez, México, nuevas leyes han reemplazado a lo que una vez fue llamado civilización. Uno de los portadores de esta nueva ley es un misterioso vagabundo, Raga, conocido simplemente como el asesino. No ha existido nada vivo o muerto, que no haya matado. 

Ahora, tiene un nuevo reto... El Rey Zombie y sus hordas de zombies. 

Puedes ser capaz de matar lo que ya está muerto, pero ¿cuántas veces?



Sinopsis: La bióloga Rachel Lambert llega a los Peninos del Norte, un fascinante paisaje entre Inglaterra y Escocia, para liderar un proyecto medioambiental, junto con Anne, una botánica local, y Grace, una zoóloga a la que no conoce. Al llegar a su refugio, Rachel se encuentra el cadáver de una vieja amiga que, aparentemente, se ha suicidado; pero enseguida empieza a sospechar que alguien la ha matado. Tras otra muerte inexplicable, la inspectora Vera Stanhope, una mujer madura que no siempre utiliza los métodos más ortodoxos, aparece en escena. Una fascinante novela negra ambientada en una sugerente zona rural que pone en escena un supuesto suicidio, tres personalidades femeninas fuertes y una opaca investigación con muchos intereses ocultos.


Crítica: Inspirándose en una de las novelas más célebres de Agatha Christie, «Diez negritos», el dramaturgo estadounidense Neil Simon escribió la obra de teatro «Un cadáver a los postres», que posteriormente sería adaptada al cine con Truman Capote («A sangre fría») interpretando al millonario Lionel Twain, quien invita a los cinco mejores detectives a su mansión para que resuelvan su propio asesinato cuando todavía no se ha producido el susodicho crimen. La pretensión del autor era satirizar el género policiaco, así como las dos principales escuelas en las que se desarrolló,  la escuela inglesa y la estadounidense,  burlándose de los principales investigadores de la literatura como Hercules Poirot, Miss Marple, Nick y Nora Charles, Charlie Chan y Sam Spade. A pesar de considerarse una película de humor absurdo, Neil Simon realizaba una reflexión sobre la evolución de la novela policiaca, cuyos asesinatos empezaban a mostrar notables similitudes, aunque estuvieran cometidos por diferentes mentes criminales.

Precisamente, la propia «Reina del Crimen» reconocía que sus primeras novelas imitaban el estilo de Gastón Leroux («El misterio del cuarto amarillo»), Wilkie Collins («La dama en blanco» y «La piedra lunar») o Arthur Conan Doyle («Las aventuras de Sherlock Holmes»), porque la clave de los relatos detectivescos no reside en el crimen, sino en su resolución. Es decir, la forma de narrarlo al lector para mantener su interés conforme avanza la investigación hasta el momento de revelar la identidad del asesino.

Ann Cleves debuta en este género empleando la mayoría de elementos que caracterizan a la escuela inglesa, aunque aportando dos notables diferencias. En primer lugar, opta por escenarios abiertos, naturales alejados de las clásicas mansiones victorianas y otros espacios cerrados.  De hecho, resulta difícil no clasificarla como una novela landscape (o paisajística), porque la región montañosa de Los Peninos del Norte acaba convirtiéndose en otro personaje, un narrador silencioso, pero omnipresente durante todo el relato que nos describe con gran precisión la sencilla belleza de un paisaje que se contrapone con la psicología de los tres personajes femeninos principales: Rachel, Anna y Grace.  

La autora sabe aprovechar esta contraposición modificando la prosa según la mujer que adquiere el protagonismo de la narración. Es decir, consciente de que emplea  dos tercios de las novelas son dedicados a profundizar en sus respectivas historias, Ann Cleves  evita que el laconismo de la prosa o el ritmo pausado de la novela contraríen al lector modificando la voz y adaptándola según la personalidad de cada personaje. De este modo, consigue ampliar el segmento de posibles lectoras según la mayor o menos afinidad con cada una, facilitando la empatía. Observemos que Grace, a pesar de su juventud, es uno de los personajes más complejos y oscuros de la novela, pero también maduros en contraste con la desinhibición y la impulsividad de Anna.

Otro aspecto destacable es que los asesinatos poseen una repercusión que trasciende del ámbito privado, extendiéndolo a la pequeña comunidad en la que se producen. A pesar de que pueda considerarse una característica propia de la escuela estadounidense, comprobamos que, a pesar de esta repercusión social, sigue produciéndose a una escala pequeña. Por tanto, Ann Cleves incluye una denuncia contra la especulación inmobiliaria, la corrupción política, la marginación social de los enfermos psicológicos o la escasa conciencia medioambiental. Una tendencia que observamos en otros autores de novela negra europea como Tana French («El silencio del bosque»), Stieg Larsson Los hombres que no amaban a las mujeres»), Åsa Larsson Aurora boreal») o Camilla Läckberg («La princesa de hielo») en los que los crímenes sirven a sus respectivos autores para poner en relieve los problemas más acuciantes de sus países.

Con todo, «Una trampa para cuervos» acaba siendo una novela correcta, cumpliendo con los parámetros del género sin realizar una aportación realmente distintiva. Es cierto que la inspectora Vera Stanhope resulta un personaje atípico, tanto en apariencia como actitud, pero su atractivo es poco notorio si lo comparamos con otros homólogos literarios contemporáneos como Lisbeth Salander («Los hombres que no amaban a las mujeres») o Aloysius X. L. Pendergast The Relic»).

Por otro lado, Ann Cleves comete el desliz de proporcionar demasiadas pistas que cualquier lector comedido asocia con relativa facilidad para alcanzar la resolución del crimen antes que la peculiar inspectora. Un error que se extiende a Vera Stanhope, pues tratándose de una novela de presentación  de la inspectora, aporta detalles significativos de su biografía anticipadamente. La autora debería haberse centrado más en el aspecto profesional y, poco a poco, profundizar en lo personal durante posteriores novelas de la serie. Sin embargo, comprobamos que, cuando Stanhope asume la voz narrativa, sus capítulos están dedicados principalmente a describirnos anécdotas personales y recuerdos de una infancia poco común que a la investigación. Por consiguiente, cuando nos revelan la identidad del asesino y sus motivaciones, el espacio dedicado a ambos se limita a las últimas páginas de la novela y utilizando una narración precipitada, cuando hubiese requerido una mayor desarrollo.

A pesar de que «Una trampa para cuervos» consigue atraparnos en la compleja trampa de secretos familiares, conspiraciones políticas e intereses empresariales sobre los parajes naturales escasamente protegidos  de Gran Bretaña; Ann Cleves sigue con demasiada rectitud los principios que definieron la escuela inglesa de novela negra. La influencia de Agatha Christie resulta evidente y, exceptuando ciertos detalles de la prosa, el personaje de Vera Stanhope todavía deberá resolver muchos crímenes antes de emular a Hercules Poirot. No obstante, la inspectora ya ha encontrado las primeras pistas para resolver su caso más difícil...

LO MEJOR: Los contrastes entre la sencillez de los paisajes y la complejidad de sus tres personajes femeninos principales. La modificación de la prosa según el personaje que asume la narración de la historia, permitiendo una mejor complementación de las tres historias desarrolladas en paralelo. La denuncia social implícita en la novela.

LO PEOR: Es una novela correcta siguiendo los parámetros narrativos de la escuela inglesa. El desaprovechamiento de Vera Stanhope cuando asume la narración.

Sobre la autora: Ann Cleeves (Gran Bretaña, 1954) empezó a escribir cuando ella y su marido, de profesión guardabosques, se instalaron en una región en la que había poco más que hacer que observar a los pájaros. Su serie policíaca protagonizada por Vera Stanhope pronto se volvió muy popular y, además de adaptarse a la televisión en Gran Bretaña, le ha valido muchos premios y se ha publicado en más de veinte países.

Sinopsis: Bucky Wunderlick es una estrella del rock en la cúspide de su carrera. En medio de una gira, y harto de un éxito en el que ya no cree, decide abandonar a su banda y refugiarse en un apartamento de la calle Great Jones, en Manhattan. Pero su exilio no resulta como esperaba, y su paz se ve continuamente truncada por todo tipo de visitas: periodistas en busca de una exclusiva, agentes musicales ávidos de material inédito, e incluso por los miembros de una misteriosa comuna agrícola que quieren implicarlo en el comercio de una nueva y potente droga.

Crítica: La banda sonora  de los 60’s simbolizaba la rebeldía y el inconformismo de una generación  que, a través de la música, expresaba su rechazo con la guitarra eléctrica de Jimi Hendrix interpretando el himno estadounidense en el festival de Woodstock. Durante tres días, medio millón de personas se congregaron para corear junto a sus ídolos del rock las letras que habían inspirado a la generación del peace and love, convirtiéndose en un auténtico símbolo, el éxtasis musical de un movimiento social y cultural. No obstante, y al igual que ocurrió con los grandes iconos de los años 50, el rock se convirtió en víctima de sus propios excesos durante los 70’s. La música se convirtió en una mercancía de las grandes empresas discográficas, que masificaron el género y optaron por los grandes despliegues visuales en los conciertos, destacando las impresionantes producciones de The Rolling Stones o Pink Floyd. La esencia del rock estaba corrompida, ya no pretendía trascender lejos de los escenarios, sino vender discos, entradas y, en especial, merchandising. Situarse en los primeros puestos de las listas de los más escuchados. O figurar en las portadas de las principales revistas del género no por su música, sino por los últimos escándalos relacionados con alcohol, drogas, mujeres, peleas con los paparazzi, entre otros.

Por esta razón,  Bucky Wunderlick decide exiliarse a la calle Great Jones, porque su música se ha convertido en ruido vacío, carente de significado tanto para él como para sus seguidores, quienes asisten a sus conciertos exclusivamente por lo que representa como icono creado por la discográfica Transparanoia. Durante este período, recibirá las constantes visitas de un ecléctico grupo de personajes, quienes nos descubrirán todos los sórdidos aspectos del rock de finales de los 60´s y principios de los 70’s, cuando la guerra de Vietnam, el consumo de drogas, la promiscuidad o el progresivo ascenso del capitalismo –y la subsiguiente pérdida de identidad del individuo ante la masificación- inspiraban todavía letras con auténtico fondo, bastante diferentes de los hits actuales basados en melodías sencillas –o mejor dicho, simples hasta el insulto-, estribillos de fácil memorización –incluso más que el abecedario o las tablas de multiplicar-, y número de descargas en las plataformas de vídeos online.

Don DeLillo concede a su tercera novela un ritmo único inspirándose en el rock psicodélico de aquella época, pero optando por la vertiente estadounidense del género y no por los grupos de la invasión inglesa, como The Who, The Zombies, The Animals, The Rolling Stones o The Beatles –y su clásico Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Al contrario de lo que parece, esta elección del autor no es consecuencia  de sus preferencia personales, sino que centrándose exclusivamente en la música de su país, el autor consigue reforzar la percepción de encontrarnos ante un contexto falta de inspiración, de creatividad, de incentiva propia. Y es que la mayoría de artistas estadounidenses se inspiraron en sus homólogos británicos, pero en público no reconocían esta influencia, exhibiéndose como los auténticos precursores.

«La calle Great Jones» es un recopilatorio compuesto por tres discos –o bloques narrativos- cuyos capítulos se constituyen de diferentes formatos para crear una auténtica pieza de coleccionista. Una edición deluxe limitada que incluye fragmentos de entrevistas, letras de canciones originales- como las cintas de las montañas- y, en especial, la biografía sobre la última etapa musical de una polémica estrella del rock ya olvidada, Bucky Wunderlick.

 Curiosamente, Don DeLillo no emplea los escenarios clásicos, como los backstages,  las suites de hoteles, los estudios de grabación, las zonas vip de discotecas y restaurantes de lujo, la parte trasera de las limusinas… Al igual que su protagonista, el autor nos aparta de los estereotipos con las que se ha asociado al rock durante los últimos decenios- principalmente a partir de los 80’s- devolviéndolo a las calles. En concreto, a «La calle Great Jones» de Nueva York, donde nos convertimos en espectadores de primera fila de un concierto acústico que rechaza las apariencias para centrarse en la auténtica esencia de la historia.

Desde los primeros capítulos, el escritor estadounidense nos obsequia con una serie de temas en los que predominan los ritmos discordantes en la prosa, letras cargadas de reflexión y denuncia social carentes de rima, pero repletas de un significado demoledor. DeLillo exhibe un humor cínico, desesperanzador que aboga por emplear silencios puntuales durante la narración que nos permita recrearnos en los últimos acordes de sus palabras. Cada letra está dotada de una cadencia especial que rompe los esquemas previos, convirtiendo su tercera novela en un referente para la posterior generación del baby boom – o la denominada literaria Generación X. Es más, detalles como el escritor aspirante a crear un nuevo género que revolucione el mercado editorial como la pornografía infantil o el intercambio a escala mundial de ropa interior para conseguir la paz entre naciones son propios de la sátira que caracterizan las novelas de Chuck Palahniuk. O los episodios psicodélicos, el proceso de autrodestrucción de sus personajes o la coexistencia de planos narrativos- es decir, la presencia de un multiuniverso caótico- del estilo acid de Irvine Welsh.

Es posible que algunos lectores acusen a Don DeLillo de una novela improvisada a consecuencia de la sucesión de pensamientos, en apariencia inconexa, de Bucky Wunderlick. Paradójicamente,  el autor pretende lo contrario, porque analiza en el contexto en el que se escribió «La calle Great Jones» -y que, por desgracia, se ha publicado en nuestro país con tres décadas de retraso- refleja con gran fidelidad los acontecimientos que convirtieron los 70’s en una década convulsa. De hecho, el capítulo de la fiesta en el piso de Opeth, la antigua amante de Wunderlick, con las múltiples conversaciones desarrolladas de forma paralela dota de gran naturalidad a la narración. Estos detalles nos demuestran que detrás de esta incoherencia, en realidad, refleja un estilo sólido. Por ejemplo, la obsesión de Azarian por crear música negra alude a los orígenes del rock que se popularizó entre los WASP con Elvis Presley, tal y como conseguiría Eminem con el rap posteriormente. O las letras de Bucky Wunderlick  que evidencia su degradación, tanto como artista y persona. Otro aspecto muy significativo es la crítica a los medios de comunicación, la pérdida de intimidad o la manipulación de la información, temáticas de actualidad que vuelven a situar a Don DeLillo como uno de los autores contemporáneos más visionarios, tal y como demostraba en «Cosmópolis»

En la actualidad, «La calle Great Jones»  sería considerado un producto indie orientado a las minorías culturales más exigentes que rechazan el conformismo de las masas, etiquetándolo de forma errónea como un producto, limitando la auténtica trascendencia de una historia atemporal que no busca la provocación, sino estimular los sentidos  del lector y, sobre todo, el pensamiento de forma individual. Y es que la tercera novela de Lillo tiene múltiples interpretaciones, manteniendo inalterable la esencia de la historia, pero sabiendo evolucionar acorde a los tiempos en los que es disfrutada. Una novela sobre drogas, sexo y, por supuesto, rock and roll que, no obstante, no necesita tocar una sola nota para crear una melodía única.

LO MEJOR: Absolutamente nada. Una pieza literaria única que capta la esencia del auténtico rock de los 60’s y 70’s desde una perspectiva íntima con objeto de denunciar la masificación cultural y otros aspectos sociales de la época. Una novela con estilo propio, diferente que no pretende convertirse en un best-seller, que huye de los arquetipos para convertirse en un referente literario.

LO PEOR: Los lectores menos acostumbrados al estilo de DeLillo argumentarán que es una novela inconexa por el estilo psicodélico de la narración. Tres décadas de retraso en su publicación.

Sobre el autor: Don DeLillo Nació y creció en Nueva York. Es autor de quince novelas y varias obras de teatro. Ha ganado numerosos premios, como el National Book Award por Ruido de fondo (1985; Seix Barral, 2006), el International Fiction Prize por Libra (1988; Seix Barral, 2006), el PEN/Faulkner Award de Ficción por Mao II (1991; Seix Barral, 2008), la Medalla Howells por Submundo (1997; Seix Barral, 2009) y el PEN/Saul Bellow Award y el Jerusalem Prize a toda su carrera.