Génesis (II)
 
 

Mis manos enrojecidas por la vida que escapaba a través de las heridas. La observé, intentando desentrañar su misterio. Allí se encontraba la clave, en mi propia sangre. La cusa de todo aquel dolor, de toda aquella muerte. Y también la solución. Algún día conseguiría revertir el efecto y quizás, solo quizás, pueda devolver al mundo algo de todo lo que le arrebate. Por este motivo, debía luchar y seguir viviendo, para encontrar una cura. Luego todo se presentaba borroso. En primer lugar, dejaría de huir, ya no sería necesario. Es posible que me presentase ante ellos y ahorrarles la búsqueda. Sin trampas. No tendría sentido seguir engañándolos con viejos trucos que nunca aprendían, quizás por estupidez o por soberbia. Eso ya no importaría. El juego habría terminado, el jaque mate definitivo. Sin posibilidad de revancha o dobles oportunidades. Se acabó. El punto final de aquella historia que estaba durando demasiado para ambos bandos. ¡Cuanto deseba terminar con aquello y de qué manera me seguía siendo negado! La muerte, siempre tan esquiva para quienes la anhelaban. Cruel ironía. Me sorprendí sonriendo ante aquel curioso humor desprovisto de cualquier gracia. Apenas un leve movimiento de los labios, la caricia de un gesto inconcluso. Conseguí reprimirla. No debía mostrar emociones. Ninguna. Las pruebas de una humanidad que no tendría que existir, no después de todo lo ocurrido, había que ocultarlas y evitar que otros pudiesen descubrirla. Ante los demás, era el monstruo que querian que fuese. Cualquier sentimiento podía ser interpretado como una muestra de debilidad. En mi piel, el recuerdo de de aquellas experiencias siguen presentes a través de las cicatrices. Cada nueva herida refuerza mi fe en las normas, aquellas que nunca habían de romperse bajo ninguna circunstancia. La necesidad de creer en algo siempre es imperiosa, tan básica como alimentase o respirar.A falta de un dios, allí estaban ellas. Escritas para ser respetadas, sin discusión. Nunca las habría quebrantado y aquel no era el día más apropiado para empezar. Además, ¿qué conseguiría? Solo una muerte prematura. Para garantizar la supervivencia en aquel mundo, la obediencia era esencial. Establecer unas normas y seguirlas. Y aunque algunas estuviesen equivocadas, siempre era mejor que avanzar a ciegas. No existía peor ceguera que la propia y ya me había movido demasiado tiempo entre las sombras. Sin destino y sin una causa que guiase mis pasos. Cuento tiempo había desperdiciado en cavilaciones innecesarios, en recordar un pasado irrecuperable, en conservar esperanzas... Esperanza. Pronunciarla resultaba extraño, porque carecía de sentido, aunque de significado. ¿Cuántas personas habrían muerto conservándola? ¿Y de qué les habría servido? Ahora, sus cuerpos se pudrían bajo un sol mortecino y su alma bajaba condenada en aquel páramo infernal en que se había convertido la vida. Al igual que yo. Entonces, ¿qué me diferenciaba de ellos? ¿Por qué mi vida era más valiosa? Aquel aroma, entre salado y demasiado dulce, me lo recordó. Inundaba la pequeña habitación en la que me encontraba, como un perfume empalagoso y asfixiante. Mi sangre. Allí se encontraba la clave. La cura. La salvación. Y yo la estaba desperdiciando. ¡Estúpida!
 


Desvelado el misterio de La Web del Terror
 
 
 
Hace algunos días os informamos sobre las señales que se estaban produciendo en La Web del Terror, hoy por fin nos ha sido desvelado el misterio que nos había mantenido en vilo desde entonces.
A partir del mes que viene tendrá lugar el II Concurso de Relatos de Terror, en el que podrán participar todos aquellos que deseen dar rienda suelta al King que lleven dentro.
En breve estarán la temática y las bases del concurso, así como la identidad de los cinco miembros de jurado encargados de elegir la historia más espeluznante. Si sobreviven…
El fin del mundo se acerca.
 
Génesis
Aquel día, cuando despuerté, supe que iba a morir. No fue una sensación inexplicable ni una intuición que luego nunca se cumple, sino una certeza inquebrantable. Solo me quedaban veinticuatro horas de vida, puede que menos. Tenía que aprovecharlas si quería tener alguna oportunidad. Realizando un gran esfuerzo, conseguí desprenderme del abrazo de las sábanas e incorporarme. El dolor de las heridas más recientes evito que cediese ante la tentación de un sueño inconcluso. Al igual que el canto de las sirenas condenaba a los marineros hacia los afilados arrecifes que despuntaban entre las olas de un mar embrevecido, como los dientes de una criatura hambrienta e insaciable, la calidez que desprendía la tela ejercía sobre mi cuerpo una atracción irresistible. Su suave tacto contra mi piel completamente desnuda me recordaba las caricias de algún amante de mi pasado, aunque mi mente se negaba proporcionarle un rostro, ni siquiera un nombre. Quizás para evitar que su ausencia se hiciera más dolorosa frente a la soledad de mi presente. En una burda imitación de Lázaro incorporándose de su tumba, mis miembros reaccionaron con movimientos breves y espasmódicos, como si regresar a la vida después del sueño supusiera un acto desagradable, y puede que lo fuera. Algunas noches, cuando el desánmino era más fuerte que mi voluntad, deseaba cerrar los ojos y no volver a abrirlos nunca más. Sumergirme en una oscuridad tan densa que ninguna luz pudiera rescatarme y yacer rodeada de sombras. Al fin y al cabo, el mundo que conocía había cambiado, aunque lo más correcto era decir que había desaparecido. Incapaz de aceptarlo, la opción del suicidio resultaba tentadora, una liberación. Sin embargo, cada día volvía a despertar y me obligaba a seguir luchando. ¿Por qué lo hacía? Ójala tuviera respuesta. ¿Acaso era el instinto de supervivencia? ¿la imperiosa necesidad de perdurar cuando el resto ha caído? ¿El decir yo estuve aquí cuando no habie nadie más atestiguarlo? Siempre debe quedar algo... O alguien. Esa era yo. Una superviviente, aunque no por mucho tiempo. Veinticuatro horas, ahora menos que eso. Y el tiempo seguía corriendo, acabándose...

 

Sinopsis: Syai es un mítico reino chino donde existe un lenguaje, el jin-ashu, sólo conocido por mujeres y que las niñas aprenden desde pequeñas, así como una tradición milenaria transmitida de madres a hijas, el jin-shei, una hermandad que une más que los lazos de sangre y cuyos vínculos son más fuertes que la amistad.
 
Las vidas de ocho mujeres de muy diferente linaje y condición se entrecruzarán en una sociedad clasista y estrictamente jerarquizada, y quedarán unidas por su juramento a esta hermandad, lo que cambiará su destino para siempre. Una historia intemporal que habla de la amistad y lo que la destruye.




Reseña: Oriente despierta una gran fascinación y curiosidad insaciables entre los ciudadanos del viejo continente. A pesar de la progresiva capitalización, el contraste generado por esta revolución económica y cultural ha incrementando el atractivo de muchos de estos países, volviéndolos destinos predilecto de muchos viajeros que desean conocerlos sin renunciar a las comodidades europeas.

 

El pasado milenario se convierte en una mera atracción turística, olvidándose la historia que les dio forma y quiso conservarlos hasta hoy. En un intento por recuperar algo de aquel tiempo, muchos escritores han intentado retratar un mundo todavía desconocido e incomprensible para muchos. Quizás la obra más conocida sea Memorias de una geisha (Arthur Golden), aunque no son pocos los ejemplos que ilustran esta atracción por la cultura oriental: La última concubina (Lesley Downer), Pasión India (Javier Moro), Las orquídeas rojas de Shangai (Juliette Morillot), etc. La mayoría suelen hacer referencia a destacables personajes o acontecimientos significativos conocidos por la mayoría, aunque sea superficialmente. En ocasiones, las historias se desarrollan en torno a aspectos concretos de su cultura, en especial, aquellos rodeados de un aura de misterio y secretos, como las geishas. Y casi todos pertenecen al género romántico, o despectivamente denominado novela rosa.

 

Por tanto, pese a la riqueza y diversidad de estas milenarias civilizaciones, las obras presentan una gran semejanza en el argumento y su tratamiento. Esta uniformidad contribuye a reforzar muchos de los estereotipos existentes y empobrece todavía más la imagen mental que pudiésemos tener al respecto. Sin embargo, el resultado es todavía peor cuando el autor decide tomarse determinadas “licencias creativas” permitidas por su profesión, como hace  Alma Alexander.


Cabe señalar que soy poco proclive a este tipo de lectura por las razones anteriormente expuesta, y más cuando el escritor “embellece” la historia en exceso, corrompiéndola y volviéndola demasiado occidental. Los procesos de investigación y rigurosa investigación quedan relegados frente a la imaginación del escritor. En mi opinión, las buenas historias son aquellas que mantienen su objetividad, sin influencias externas que la desvirtúen. De ahí que recomiendo El club de la buena estrella (Amy Tan) antes que Memoria de una Geisha (Arthur Golden).


Una desilusión incrementada por el magnífico primer tercio de la novela. A lo largo de estas páginas, Alma Alexander consigue describir con asombrosa precisión los principales escenarios de la historia. La suntuosidad del ambiente del palacio, rodeado de exuberantes jardines y la soledad de sus habitantes, más prisioneros que privilegiados. El templo, hogar de un amplio catálogo de dioses, ofreciendo la serenidad y esperanzan que sus súbditos mortales necesitan para seguir afrontando los problemas que los aguardan a su salida. Los barrios de los mendigos, regido por sus propias leyes que pocos conocen, pero todos respetan. Las dependencias de la guardia imperial, en las que el cuerpo se convierte en el arma más temible. Y así un largo etcétera. Todos ellos únicos y maravillosos.


De igual modo, la presentación de sus ocho protagonistas resulta acertada, pues son introducidas en la historia cronológicamente conforme se suceden los acontecimientos que acabaran uniéndolas. Al contrario que otros libros, en los que sus protagonistas aparecen de forma errática en capítulos dispersos, sin comprender su relación con la trama principal hasta que está se encuentra demasiado desarrollada para comprender su implicación, Alexandra Alma ofrece durante los primeros capítulos un retrato bastante exacto de la historia y personalidad de cada una. Una acertada presentación que provoca la empatía del lector y le permite recordar todos los detalles esenciales de cada una. Un aspecto esencial cuando se suceden tantos acontecimientos en los que no participan hasta mucho después.

 
Por esto, resulta incomprensible los dos tercios restantes que estropean la novela hasta hacerla insalvable en todos los aspectos. Es bien sabido que tras la presentación inicial que permite situar al lector en el contexto y conocer a los principales personajes que intervendrán en la trama, comienza el desarrollo de los acontecimientos transcendentales con su correspondiente participación en los mismos. A partir de este momento la narración se vuelve errática, la conexión entre los personajes forzada y las saltos temporales demasiado extensos. Tampoco contribuye la inclusión de elementos relacionados con la fantasía en su argumento, que la desvirtúan y convierten la historia de ocho mujeres unidad por la amistad del jin-shei en una mera anécdota, como si fuese un detalle insignificante cuando es el auténtico vector de todo el libro.

Enamorada por la apariencia, acabe descubriendo que el dragón no llegaba a serpiente y su fuego apasionado no era más que brasas consumidas, sin posibilidad de reavivarlas.

LO MEJOR: La presentación de las ocho protagonistas. La contextualización de la historia y la descripción de los escenarios.

LO PEOR: El resto de la novela.

 
Sobre la autora: Su verdadero nombre es Alma A. Hromic, nació en 1963 en Novi Sad, Yugoslavia, pero vivió gran parte de su infancia en varios países africanos por razones familiares, además de Nueva Zelanda e Inglaterra. Actualmente vive en Estados Unidos. Se licenció en microbiología en la Universidad de Cape Town en 1987 y ejerció como tal durante algún tiempo hasta encontrar su verdadera vocación, la escritura.
Es autora de la serie juvenil Worldweavers y de cuatro novelas de gran éxito, entre las que destacan El lenguaje secreto del Jin-Shey y Las cenizas del cielo, ambas publicadas por Martínez Roca. Destaca como escritora por la gran imaginación de sus novelas que mezclan a la perfección la fantasía con la realidad.

Algo está sucediendo en La web del Terror
 
 
Desde hace días las señales se repiten sin que podamos descubrir qué esta ocurriendo. Sin embargo, algo es seguro. Si procede de La Web del Terror, no será apto para todos los lectores. Os iremos informando a medida que tenga noticias de este nuevo acontecimiento.
Presentación de la novela
"El manantial" (Alejandro Castroguer)



Hoy, a las 19:30, Alejandro Castroguer presentará públicamente su nueva y horrible criatura literaria, El manantial. Si os gusta la literatura Z, no podéis perderos esta oportunidad para demostrar la fortaleza de vuestro estómago. Os aseguro que no os dejará indiferente.

Los encargados del acto serán  Ángel Vela, quien se ha trasladado desde Sevilla especialmente para esta ocasión, y yo, María del Carmen Horcas en su primera presentación como participante y no mera espectadora. Ambos estamos trabajando intensamente junto al autor en los últimos preparativos para sorprenderos esta tarde y que regreséis a casa con mal sabor de boca y, por supuesto,  un ejemplar de la novela firmada.

No lo olvidéis. Os esperamos en Portada Comics (C/Nosquera 10, Málaga) a las 19:30. No obliguéis a Abel ir a buscaros, pues no nos hacemos responsables de los posibles daños colaterales que puedan producirse durante el traslado. Avisados estáis.

 

Sinopsis: Las crónicas reales de la Guerra Zombi en España.A mediados de diciembre de 2009, los primeros asesinatos de Hornachuelos saltan a los titulares de los periódicos y de los telediarios. Aunque en un principio el Gobierno lanza una cortina de humo en torno a la violencia de los ataques que rozan el canibalismo, la Crisis de la Doble Muerte estalla en toda Andalucía sin que nadie sepa responder con la suficiente rapidez. Febrero de 2010. La crisis económica mundial apenas puede disimular la gravedad de lo ocurrido en Andalucía en el plazo del último mes. Se barajan varias hipótesis como desencadenantes de la resurrección de la carne, pero lo cierto es que el Hambre ha cundido por las 8 provincias. La Guerra de la Doble Muerte es la historia de Judith, Salvador y Jonás, la lucha de estos tres resucitados que, habiendo perdido la práctica totalidad de sus recuerdos, se enfrentan a un mundo que no entienden y del que habrán de huir aunque desconozcan cómo y hacia dónde. Mientras tanto la propaganda desplegada por el ejército español habla de la Ciudad Negra como única posibilidad de salvación y de una supuesta cura de la enfermedad.
"Mi estómago es una rata negra, me castiga con unos bocados ásperos. La siento dentro, inquieta en la ratonera de la barriga. Tengo hambre."
Reseña:
La muerte es solo el principio…
… de una gran historia.
En 2009, el generó zombi o z estaba en pleno apogeo. Una avalancha de títulos asediaban las estanterías de las librerías y los ávidos lectores devoraban cada nueva historia buscando saciar su hambre literaria. Al contrario que otras tendencias narrativas, como los dragones, vampiros u hombres lobo, los zombis no parecían verse corrompidos por las pretensiones comerciales de sus correspondientes editoriales, sino todo lo contrario.
Manuel Loureiro inicio la pandemia con Apocalipsis Z, demostrando que la muerte no realiza distinciones y que cualquier escenario es válido para desencadenar la afrenta de la no-vida. El primer mordisco fue seguido de un largo etcétera de novelas y diversas antologías, entre las que destacan Los caminantes malagueños (Carlos Sisí), las lágrimas de Cuando Susana llora (J.J. Castillo), el testimonio de Diario de un zombi (Sergi Llauger) o la frialdad de Y pese a todo (Juan de Dios Garduño). La enfermedad era imparable, vencidas las últimas defensas reticentes de los lectores, nada podía hacerse salvo unirse a los infectados en esta vorágine de violencia, heridas lacerantes y bocas ávidas de vida.
En este contexto, resultaba difícil escoger la mejor arma para sobrevivir al apocalipsis sin resultar herido, como ocurre con Orgullo, prejuicio y zombies (Seth Grahame-Smith). Durante un tiempo, las decepciones fueron tan numerosas como las bajas de supervivientes en sus argumentos y las alegrías tan inexistentes como una posible cura a la enfermedad. Por este motivo no resulta extraño mi escepticismo cuando recibí La guerra de la doble muerte, es más, pasaron varias semanas antes de que me decidiese a empezarlo y, cuando lo hice, mis ojos lo recorrieron con gula. En mis manos tenía una historia que nadie se había atrevido a narrar antes, la de aquellos que siempre eran catalogados de los malos de la historia.
Si algo caracteriza la obra de Castroguer es su atracción por lo diferente, aquellos que puede provocar rechazo por no responder a los esquemas previamente establecidos, que solo consiguen constreñir una imaginación prolífica y tenebrosa. De este modo, el autor aporta su propia allí donde parecía existir sitio para las sombras.
El escenario escogido es una Andalucía post-apocalíptica. Una peregrinación hacia la supervivencia junto a sus personajes a través de diversos paisajes conocidos por su olvidado atractivo turístico, ahora convertidos en vestigios de la tragedia sucedida durante aquella navidad de 2009. Y entre los esqueletos de los edificios abandonados y los vehículos calcinados encontramos a sus nuevos habitantes, deambulando sin rumbo ni propósito, salvo alimentarse. Sin embargo, detrás de las miradas vacuas, la piel purulenta y las heridas abiertas que muestra el interior de los cuerpos, se esconde los recuerdos de una existencia pérdida, imposible de recuperar, pero capaz de proporcionarle una razón suficiente para seguir luchando. Es el caso de nuestro peculiar trío protagonistas, quienes, lejos de ser los héroes de esta historia, son todo lo contrario. Motivados por motivos puramente egoístas, dejándose guiar por el instinto en numerosas ocasiones y lamentando sus consecuencias después sin capacidad de reparar el daño infringido. Olvidaos de la camaderia, la filantropía y cualquier otra muestra de “humanidad”. Aquí impera una ley, la del más fuerte. Una huída de todos los peligros que acechan en este nuevo mundo y, al mismo tiempo, para escapar de los fantasmas que los atormentan entre las brumas de la memoria que, poco a poco, desaparecen para reabrir las heridas que nunca cicatrizarán.
Si bien la historia no presenta un ritmo narrativo constante, pues algunos capítulos poseen una calidad significativamente inferior a sus semejantes, amén de una prosa que algunos podrían catalogar de pretensiosa e innecesaria. A pesar de ambos, el conjunto de la novela está dotado de una inquietante belleza que resulta fascinante. Muchos han sido los artistas que han dedicado odas a la muerte, y Alejandro Castroguer es uno de ellos. De ahí la elección del lenguaje o la peculiar narración, que combina la 1º y 3º persona. Ambos recursos, tan abundantes en algunas corrientes artísticas que establecieron el camino a seguir por la literatura contemporánea y que parecían condenados a la extinción rente a las fórmulas del best-seller, son recuperadas por este autor, rindiendo un magnífico homenaje a aquel pasado cultura glorioso y beneficiando al lector.
Alejándose de una lectura lineal, posibilita una doble visión de los acontecimientos. Por un lado,  la capacidad de identificarse  con sus personajes-obviando el insignificante detalle de que se tratan de no-muertos-. Por otro, obtien una visión más objetiva y general, extrayendo  sus propias conclusiones. De igual modo, el empleo de cronología basada en continuos flas-backs y diferentes retazos de múltiples historias, aparentemente inconexos, hacen de éste un libro de lectura obligatoria que, puestos a buscarle su equivalente cinematográfico o televisivo podría ser Distrito 9 o la popular Lost, considerando la visualidad de su prosa.
En definitiva, La Guerra de la Doble Muerte despierta en lector un apetito desconocido que le impulsa a devorar cada hoja, regodeándose en las imágenes descritas, y sintiéndose al terminar, todavía insatisfecho, en espera de que una segunda parte para la que todavía tendremos que esperar un poco más sea capaz de saciar semejante gula hacia la no-vida.
Sobre el autor: ALEJANDRO CASTROGUER nació en Málaga (1971), muy lejos de la Luna, a donde le condujo, de inmediato, su anhelo por llegar a ser astronauta. Niño feliz y adolescente inquieto que estudió pintura y música, desde muy pequeño incubó el virus de la literatura, hasta el punto de que consumió parte de su juventud escribiendo siete novelas, inéditas y posteriormente destruidas debido a su autoexigencia. Nació al mundo editorial con el alumbramiento de La Guerra de la Doble Muerte (Almuzara, 2010). Ha perpetrado aberraciones en forma de relatos y ha coordinado la antología Vintage’62: Marilyn y otros monstruos. Ahora se ha empeñado las vísceras en El Manantial, redactado desde la rabia.
 Otro libros del mismo autor: