Sinopsis: Amanda Rosenbloom regenta una pequeña tienda vintage en Manhattan,
cuyas prendas escoge con mucho criterio. Al acudir a comprar el vestuario de la
anciana Jean Kelly, encuentra un viejo diario escondido en un antiguo baúl y,
sin decir nada, se lo lleva y se sumerge en su lectura. El diario perteneció a
Olive Westcott, una joven que llegó a Manhattan en 1907 que, tras la inesperada
muerte de su padre, tuvo que aprender a valerse por sí misma. Gracias a su
ingenio y determinación, Olive consiguió cumplir su sueño de llegar a ser
encargada de compras en unos grandes almacenes.
En su diario, Amanda encontrará las fuerzas
para poner en orden su vida, incluso cuando un cambio en su contrato de
alquiler puede suponer el fin de su negocio.
Crítica: «El
pasado no se marcha del todo, sino que persiste. Se puede hasta tocar y ver sus
restos; y en la medida en que perviven los recuerdos, el pasado es presente (…)
El pasado continuaba en nuestra ropa, nuestras fotos, nuestros adornos, nuestra
música, nuestro cine, nuestra palabra escrita…»
A pesar de que la democratización
de la moda gracias a los grupos empresariales textiles -como Inditex- posibilitó
la adquisición de un amplio catálogo de
prendas y accesorios a precios accesibles emulando a las grandes firmas
del sector, la nostalgia impera en la moda actual. Con frecuencia, observamos a
las musas de las pasarelas luciendo en sus diseños piezas de estilo retro que le confieren un carácter
distintivo y, en especial, con personalidad. La analogía del contenido de
nuestros armarios ha provocado que
muchas optemos por rescatar de viejos baúles y trasteros las prendas que
lucieron nuestras madres, nuestras abuelas, e incluso nuestras bisabuelas. La ropa
vintage representa un pasado muy
presente, una introspección para distanciarnos de los cánones de belleza y
tendencias de la moda dictaminadas por la industria recuperando la esencia de
aquellas décadas.
El éxito de series como «Sex and the
City» o, más recientemente, «Mad Men»;
la recomendación de prestigiosas estilistas como patricia Field o Rachel Zoe; o
la personal adaptación de Dita von Teese –considerada la gran precursora del
estilo vintage- Sarah Jessica Parker,
Zooey Deschanel o Katy Perry han popularizado el uso de estas prendas como
forma de distinción y, en consecuencia, la apertura de boutiques literarias especializadas, entre ellas la tienda de
Amanda Rosenbloom.
«La tienda vintage de Astor Place»
es una novela chick lit que narra las
historias paralelas de dos mujeres procedentes de épocas diferentes y sus
conflictos acerca del trabajo, el amor, la amistad, la familia y, en especial, la
moda. Stephanie Lehmann selecciona la materia prima característica de este
género para dibujar el patrón de una historia con la pretensión de convertirlo
en un diseño que combine lo clásico y lo moderno en los pliegues de sus páginas.
A principios del siglo XX, la ciudad de Nueva York se convierte en el
principal escenario del cambio de modelo económico a través de las grandes
superficies comerciales. En aquellos edificios -muy diferentes a las
impersonales construcciones art decó
que engloban un amplio catálogo de franquicias- los serviciales empleados, principalmente
mujeres, procedentes de las clases bajas, exhibían sus productos como las
maravillas del futuro, desde electrodomésticos hasta productos de belleza.
Curiosamente, el materialismo de aquella sociedad eclipsaba otros cambios de
mayor trascendencia en décadas
posteriores y que tendrían, precisamente, a esas mismas mujeres como
protagonistas de la revolución femenina que luchaba por la equiparación del
sueldo o la obtención del voto, como Olive Westcott.
Sin embargo, su historia había permanecido en el anonimato hasta que Amanda
Rosenbloom encuentra el diario de la joven entre las pertenencias de un viejo
baúl, concediéndole una segunda oportunidad. Desde ese instante, la
protagonista y el lector realizan una lectura conjunta de las vivencias de
Olivia, aprendiendo a superar las constantes
adversidades de una sociedad patriarcal.
Curiosamente, la autora nos demuestra que, a pesar de la distancia
insalvable entre ambas mujeres, coinciden en múltiples aspectos. Es posible que
la apariencia de la ciudad haya cambiado, pero los cimientos sobre los que se
construyó permanecen bajo las modernas construcciones de acero y cristal, pues
un simple paseo por sus barrios más característicos nos ofrece la oportunidad
de revivirlo, tal y como le ocurre a Amanda.
«La tienda vintage de Astor Place»
alecciona al lector sobre la importancia de conservar nuestro patrimonio
personal, no exclusivamente aquellos objetos que narran por nosotros la
historia desconocida para la mayoría, sino las lecciones de cada experiencia conservadas
en cada uno de los hilos vitales que la componen. No obstante, Stephanie
Lehmann también nos alude la importancia
de no depender ni justificarse en el pasado, sino aprender qué debemos
conservar y qué desechar.
Si bien, la autora acaba por ofrecernos un catálogo de prendas existente en
cualquier librería al centrar la mayoría de su colección en temáticas
recurrentes del género. Es frecuente que las novelas chick lit generalizan la imagen de una mujer poco acorde con la
realidad, excepto «El diario de Brittney Jones» (Helen Fielding), porque las protagonistas
centran sus preocupaciones en el sexo, el matrimonio o la maternidad. Un
concepto machista dentro de un género supuestamente feminista, pues Amanda
Rosenbloom limita su relato al affaire con
un hombre casado, las constantes rupturas y reconciliaciones, la búsqueda de
otro hombre capaz de comprometerse o su obsesión por ser madre, incluso
recurriendo a la fecundación in vitro.
De esta forma, la moda vintage
queda relegada al fondo del armario argumental mientras se suceden los
capítulos en los que presenciamos las constantes vacilaciones del personaje,
conflictos más propios de una adolescente que de una mujer adulta. Es más, Olivia
Westcott acaba demostrando una mayor iniciativa que su homóloga del siglo XXI,
demostrándonos la superficialidad del concepto «literatura para mujeres».
Precisamente, la personalidad de Olivia es otra de las grandes
incoherencias de la novela, pues exhibe una forma de expresarse y actuar poco
acorde con la época. Es posible que la autora intentase dotar a la novela de un
tono coloquial empleando expresiones como «Eres
la monda, papá» o «Me importa un
comino», una decisión comprensible tratándose de un diario. Además, es
cierto que ambas datan de la época del Imperio Romano y la Francia de
principios del siglo XX respectivamente; pero otras («El crac la dejó tiesa») resultan más imprecisas en el tiempo y, en
consecuencia, afectan a la coherencia del personaje. Una modernización de la
epístola innecesaria y poco acorde con la ambientación.
A pesar de que «La tienda vintage de Astor Place» promete hacernos revivir las
sensaciones de épocas anteriores, la ilusión se desvanece al leerlo frente a un
espejo con ojo crítico. Es cierto que algunos detalles de la narración nos
hacen detenernos frente al escaparate con curiosidad, e incluso admiración. Sin
embargo, pocas de nosotras acabaremos pasando por la caja sabiendo que hemos
realizado una buena compra.
LO MEJOR: Las referencias a la moda vintage. La reflexión de Stephanie Lehmann sobre la importancia de
no depender ni justificarse en el pasado, sino aprender qué debemos conservar y
qué desechar. El contraste entre la ciudad de Nueva York a principios del S. XX
y el actual a través de los paseos de Amanda Rosenbloom.
LO PEOR: El faso feminismo de las novelas chick lit. Las
incoherencias en el personaje de Olivia respecto al contexto en el que se
desarrolla su historia. Las escasas referencias a la moda vintage.
Sobre la autora: La tienda vintage de Astor Place es la quinta novela de Stephanie Lehmann, que nació en
San Francisco y estudió filología inglesa en las universidades de Berkeley y
Nueva York. Con tan solo doce años descubrió su pasión por la escritura y se
empeñó en publicar en la revista American Girl. Pese que en aquel momento no lo logró, años más tarde se convirtió en una
famosa escritora. Esta novela se ha publicado en media docena de países.
Actualmente reside en Nueva York.