Sinopsis: Junio de 1941, Kaunas, Lituania. Lina tiene quince años y está preparando su ingreso en una escuela de arte. Tiene por delante todo lo que el verano le puede ofrecer a una chica de su edad. Pero de repente, una noche, su plácida vida y la de su familia se hace añicos cuando la policía secreta soviética irrumpe en su casa llevándosela en camisón junto con su madre y su hermano. Su padre, un profesor universitario, desaparece a partir de ese día.
A través de una voz narrativa sobria y poderosa, Lina relata el largo y arduo viaje que emprenden, junto a otros deportados lituanos, hasta los campos de trabajo de Siberia. Su única vía de escape es un cuaderno de dibujo donde plasma su experiencia, con la determinación de hacer llegar a su padre mensajes para que sepa que siguen vivos. También su amor por Andrius, un chico al que apenas conoce pero a quien, como muy pronto se dará cuenta, no quiere perder, le infunde esperanzas para seguir adelante. Este es tan solo el inicio de un largo viaje que Lina y su familia tendrán que superar valiéndose de su increíble fuerza y voluntad por mantener su dignidad. ¿Pero es suficiente la esperanza para mantenerlos vivos?
Crítica: «En 1939, la Unión Soviética ocupó los Estados bálticos de Lituania, Letonia y Estonia. Poco después, el Kremlin estableció las listas de personas consideradas antisoviéticas que debían ser asesinadas, encarceladas o deportadas, como esclavas a Siberia. Médicos, abogados, profesores, militares, escritores, empresarios, músicos, artistas e incluso bibliotecarios fueron todos considerados antisoviéticos y se añadieron a esta lista creciente que establecía las víctimas de una exterminación en masa programada. Las primeras deportaciones se llevaron a cabo el 14 de junio de 1941.» (Nota de la autora)
El recuerdo de aquel genocidio contra la población de los Estados bálticos permaneció sepultado al igual que los veinte millones de personas asesinadas durante el gobierno de Josef Stanlin. Sin embargo, «Entre tonos de gris», la primera novela de Ruta Sepetys, narra un capítulo de la historia demasiado tiempo reprimido en la memoria de los supervivientes y negado por las autoridades rusas, incluso por sus aliados durante la Segunda Guerra Mundial –entre ellos Estados Unidos-, restituyendo la dignidad de su pueblo a través de un testimonio valiente y emotivo inspirado en su propia historia familiar –y de millones de personas anónimas-.
La novela es el reconocimiento personal hacia todas las víctimas que, después de medio siglo de brutal ocupación bajo el imperio de la hoz y el martillo, no albergan ningún resentimiento contra sus verdugos. Al contrario, la resistencia de los deportados jamás estuvo basaba en el odio, sino en el amor a su familia, a su patria desaparecida o a su enemigo compasivo, proporcionándoles la esperanza necesaria para continuar con su lucha por la supervivencia.
«Entre tonos de gris» es un relato sobre la resiliencia del ser humano, la determinación de sobrevivir, la inquebrantable fuerza de voluntad para anteponerse a circunstancias dramáticas en un contexto desolador, la imperiosa necesidad de conservar la identidad como persona -y pueblo-, pero sin renunciar a nuestra humanidad para conseguirlo.
De hecho, el propio título de la novela es una metáfora sobre la ambigüedad del conflicto bélico. Ruta Sepetys reflexiona sobre los prejuicios, la facilidad para calificar a las personas sin considerar las circunstancias que conlleva un determinado comportamiento.
Paradójicamente, Lina, la protagonista y voz narrativa de la novela, demuestra un comportamiento egoísta y poco solidario con sus compatriotas durante la primera y segunda parte del relato, preocupándose exclusivamente por su familia. No obstante, conforme avanza la lectura observamos una evolución psicológica de los personajes en paralelo a la maduración de la protagonista que altera la percepción inicial. La egolatría adolescente y el odio contra sus verdugos es sustituida de forma progresiva por un sentimiento de solidaridad colectiva que le permite finalmente apreciar los matices de personajes como el señor Stalas, la mujer gruñona o el joven soldado de la NKVD, Nikolai Kretzsky. En definitiva, Lina acaba comprendiendo que entre la oscuridad de la noche polar y el blanco perenne de la tundra polar existe indefinibles tonos de gris.
A pesar de la implicación personal de Ruta Sepetys por su historia familiar en los acontecimientos descritos en la novela, la autora es capaz de conservar la objetividad durante la narración frente la interpretación subjetiva del lector. De ahí que opte por una prosa sobria inspirada en el movimiento artístico del expresionismo, en especial la obra de Edvard Munch. Al igual que el pintor y grabador noruego, la autora requiere de pocas palabras para transmitir sentimientos tan complejos e intensos como la soledad, la angustia o la muerte.
Obsérvese que en la primera parte de la novela -«Ladrones y prostitutas»- se produce una deformación de la realidad cuando los soldados del NKVD irrumpen violentamente en su casa para deportar a con la deportación de Lina y su familia. Desde ese instante, observamos con impotencia la progresiva deshumanización de las víctimas durante su viaje mediante detalles tan sobrecogedores como la obligación de viajar en trenes para el ganado, realizar sus necesidades en un agujero del vagón o alimentarse directamente de cubos repletos de agua sucia y bazofia. Además, el uso de la narración retrospectiva nos permite contraponer la anterior vida de la protagonista con la violencia y la miseria presentes acentuando esa disyuntiva mediante esas escenas que provocan rechazo y fascinación por igual en el lector como le ocurriese a Lina cuando contempló por primera vez «El grito».
Por otro lado, «Mapas y serpientes» apreciamos mejor esa interpretación subjetiva de la realidad. Durante esta segunda parte, Ruta Sepetys opta por un ritmo narrativo que dilata la percepción del tiempo prolongando hasta la extenuación las jornadas de trabajo en las granjas colectivas. Un capítulo en el que los colores se difuminan, volviéndose apáticos, monótonos excepto por las violentas pinceladas como un tomate rojo para incrementar ese contraste con los recuerdos de Lina que destacan por su luminosidad, acrecentando la sensación de pérdida de la protagonista.
Finalmente, la tercera parte -«Hielo y cenizas»- representa la desolación de los deportados mediante el omnisciente blanco del paisaje como símbolo del vacío, la nada, el olvido. La novela tiende a simplificarse conforme avanza con objeto de que simbolizar la vida de los personajes reducidas a una subsistencia básica, prácticamente primitiva incrementando la agonía y la tensión psicológica de la novela ante el inminente final. Sin embargo, Ruta Sepetys consigue que no perdamos la esperanza, sino que admiremos a los personajes por su infatigable lucha para conservar la dignidad como pueblo en aquel helado paisaje dejando como herencia a los supervivientes la ansiada libertad que recuperarían cincuenta años después de la violenta ocupación de Lituania por el ejército soviético.
En definitiva, «Entre tonos de gris» es una novela sobrecogedora sobre la inquebrantable fuerza de voluntad del ser humano para sobreponerse a circunstancias dramáticas como la guerra o la muerte en un contexto de desolación como el holocausto soviético de los Estados Bálticos. Sin embargo, pese a la violencia, el dolor y la miseria descrita en sus páginas, Ruta Sepetys no conserva odio ni rencor por este trágico capítulo de la historia de su país, sino todo lo contrario. En palabras de su protagonista: «Mi mayor esperanza es que estas páginas despierten en lo más hondo de su corazón, su compasión por el género humano. Espero que lo muevan a hacer algo, a contárselo a alguien. Solo así podremos evitar que vuelvan a ocurrir atrocidades como estas.» (Lina Arvydas)
LO MEJOR: La oportunidad de conocer uno de los episodios más oscuros –y desconocidos- de la Segunda Guerra Mundial, todavía negado por las autoridades rusas y reprimido en la memoria de las víctimas. La complejidad psicológica de los personajes y su evolución durante el desarrollo de la novela. La prosa influenciada por el movimiento artístico del expresionismo alemán, en especial, las obras del pintor noruego Edvard Munch. La sólida estructura de la novela en tres partes. El relato valiente y esperanzador en primera persona de Lina.
LO PEOR: La realidad supera a la ficción.
Sobre la autora: Ruta Sepetys (Detroit, Michigan, 1967) estudió economía y ha desarrollado una prestigiosa carrera como productora musical. Inspirada por la historia de su padre, un refugiado lituano, escribió Entre tonos de gris, una conmovedora y luminosa narración sobre las purgas estalinistas en Lituania, para lo que realizó un exhaustivo proceso de documentación. El libro tuvo una excelente acogida y sirvió para arrojar luz sobre este oscuro episodio de la historia europea, hasta el punto de que la autora ha sido invitada recientemente a comparecer ante el Parlamento Europeo para exponer sus hallazgos sobre el tema. Ruta ha sido galardonada con la Cruz de la Orden de Méritos a Lituania por su contribución a la educación y preservación de la historia lituana, además de recibir numerosos reconocimientos literarios.
Tras su segunda novela, El color de los sueños, ambientada en el colorido Nueva Orleans de los años cincuenta, Ruta Sepetys retoma su empeño en dar a conocer al mundo los episodios ocultos de la historia con Lágrimas en el mar, su tercera novela, y su proyecto más ambicioso hasta la fecha.
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