Crítica de La colmena (Camilo José Cela)

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Sinopsis: Publicada en Buenos Aires a causa de la censura, "La colmena" irrumpió en 1951 en la anodina escena literaria española de la época, introduciendo en ella una decidida corriente de crítica y renovación. Como el propio Camilo José Cela afirma en una nota a la primera edición, esta novela «no es otra cosa que un trozo de vida narrado paso a paso, sin reticencias, sin extrañas tragedias, sin caridad, como la vida discurre». Ambientada en Madrid en unos pocos días del mes de diciembre de 1943, la obra refleja la realidad intrahistórica de aquellos días de incertidumbre de la posguerra a través de unos personajes inmersos en una insignificancia que, llevada al extremo de la revelación, se erige en uno de los elementos más poderosos de la novela. 

Crítica: El sonido de las conversaciones en la cafetería de doña Rosa recuerda al zumbido de un inmenso enjambre. La cacofonía monótona, apática de quienes intentan sobrevivir sin hacer demasiado ruido en el Madrid de la posguerra. Al igual que las abejas obreras, la vida de la mayoría de sus habitantes transcurre en una letanía de quehaceres diarios y obligaciones, de explotación laboral, de privaciones, de hambre… De esta forma, la capital se ha convertido en una inmensa colmena en la que conviven –o mejor dicho, subsisten- multitud de personajes que, como los zánganos, son explotados – e incluso sacrificados- en beneficio de una pequeña minoría privilegiada tras su victoria en la guerra civil y su apoyo el nuevo régimen. 

«La colmena» es una novela coral que nos describe la rutina de la sociedad de la posguerra con objeto de denunciar la miseria económica y moral de aquellos primeros años ulteriores al conflicto bélico. 

Camilo José Cela moderniza la novela picaresca para narrarnos de forma omnisciente la vida de un conjunto de personajes que -bien por casualidad o causalidad- acaban entrelazándose en diferentes escenarios de la capital con el propósito de sobrevivir en un contexto determinado por la escasez, la represión, el miedo y la censura. 

A pesar de ser personaje colectivo, el escritor gallego concede una mayor individualidad y, por consiguiente, progresión en el desarrollo narrativo a un pequeño grupo en contraposición al amplio conjunto personajes secundarios presentados brevemente para desaparecer, sin reincorporarse posteriormente al relato como ocurre con otros, por ejemplo doña Rosa, Martín Marco, la señorita Elvira o Don Roberto y su esposa Filo. 

Si bien, el auténtico protagonista de la novela es la ciudad de Madrid, principal escenario de la acción en una novela que prescinde de la estructura narrativa clásica (introducción, nudo y desenlace) para ofrecernos un relato continuo, dinámico acorde con el ritmo de vida de sus habitantes. 

«La colmena» es un conglomerado de anécdotas que evidencian la opresión de los trabajadores, la miseria de los intelectuales, la hipocresía de los burgueses y eclesiásticos, la obsesión sexual de una población hambrienta de carne, de calor humano en una sociedad insolidaria. 

Camilo José Cela tiende a concentrar la atención del lector en las clases más humildes y perjudicadas por el régimen franquista. De igual forma, el escritor gallego también hace mención de la clase media empobrecida después de la guerra civil confrontándola con aquellos afines al código moral y la tradición promovido por la dictadura, enriqueciéndose y gozando de una posición privilegiada en esta nueva sociedad todavía dividida en dos bandos claramente diferenciados. 

Precisamente, la subyugación de la clase obrera es una temática reiterada durante toda la novela, así como la impotencia de los reprimidos ante la insolidaridad demostrada por sus congéneres en un contexto que exalta la individualidad, el bienestar personal frente al colectivo. De hecho, el escritor gallego realiza una especial incisión en las mujeres obligadas a ofrecer su cuerpo como mercancía, el intercambio de fluidos como moneda y las sábanas compartidas de las casas de citas en su lugar habitual de trabajo. 

Camilo José Cela las ennoblece mediante su relato contrastando la necesidad de Victorita, quien acaba prostituyéndose para salvar la vida de su novio tuberculoso, frente a la concupiscencia rebelde de Julita. O la decadencia de la señorita Elvira consciente de la pérdida de su lozanía e inocencia juvenil después de ser maltratada reiteradamente por la vida hasta quedar reducida a un mueble en el café de doña Rosa. O Merceditas, vendida con apenas trece años a un viejo que solo desea jugar con ella. 

A pesar de la perceptible indignación del autor, resulta destacable la objetividad en la presentación y el desarrollo de los personajes, pues no incurre en juicios de valor respecto a sus actos o decisión durante toda la novela. Camilo José Cela dota al lector de un papel activo, permitiéndole obtener sus propias conclusiones, sobre todo ante un final abierto en el que apreciamos uno de los pocos gestos de solidaridad por parte de los personajes que disiente del pesimismo anterior, transmitiendo la necesidad de conservar la esperanza. 

Otro aspecto destacable en el estilo de la novela es la prosa que reproduce con todo detalle el lenguaje urbano, el habla coloquial con la amplia complexidad de acentos y procedencias que conforman las diferentes clases sociales residentes en Madrid, aportando veracidad al relato. De igual modo, el estilo sencillo y directo proporciona dinamismo, un ritmo constante a la narración a pesar de dividirse en sucesivas viñetas en un lenguaje casi cinematográfico. 

Pese a la aparente simplicidad, apreciamos la gran complejidad de la novela, así como la diligencia del autor por el perfeccionismo de su obra más reconocida en los detalles anteriormente mencionados, pero también en la capacidad de Cela para transmitir emociones intensas –e incluso contradictorias- en los breves párrafos que componen su «colmena», similares a las celdas que integran los panales de las abejas. 

Adviértase el lirismo de la prosa cuando los personajes evocan al pasado en un intento del autor por imitar el estilo de la Generación del 98, convirtiendo la nostalgia en un sentimiento predominante, la evocación de un pasado glorioso ante un presente sombrío, mísero y hambriento. 

Con todo, persiste la sensación de que el autor podría haber profundizado en la biografía de determinados personajes, un tratamiento superficial que acaba limitándose a lo anecdótico sin mayor relevancia. 

Empero, «La colmena» es una novela de denuncia social que ofrece una visión sintetizadora del Madrid de la posguerra a través de un amplio conjunto de personajes que describe la miseria, el hambre, la obsesión sexual o la enfermedad a través de un constante deambular sin rumbo por las calles de la capital. Camilo José Cela estableció un punto de inflexión en la narrativa contemporánea española con una novela moderna, experimental que, no obstante, recurría a temática clásicas como el fatalismo, la hipocresía o la insolidaridad del ser humano. Una novela que pretende acabar con la apatía del lector, con el incesante ruido de su entorno que lo adormece, igual que el zumbido de un inmenso enjambre que le impide despertar a la realidad. Pues, igual que las abejas obreras que producen incansablemente la miel, jamás probamos el dulce néctar que se obtiene de nuestro trabajo si no hacemos algo por cambiar la sociedad de «La colmena». 

LO MEJOR: El punto de inflexión que representa la novela en la narrativa española. El tratamiento objetivo de los personajes. El realismo de la prosa de Camilo José Cela. La atemporalidad del relato. 

LO PEOR: La constante presentación de personajes acaba siendo confusa, en especial ante la ausencia de una estructura narrativa clásica. La persistente sensación durante toda la novela de que el autor se limita a un tratamiento superficial de los personajes, reduciendo gran parte del relato a la mera anécdota. 

Sobre el autor: Camilo José Cela Trulock. (Iria Flavia, A Coruña, 11 de mayo de 1916 - Madrid, 17 de enero de 2002). Escritor y académico español, galardonado con el Premio Nobel de Literatura. 

En 1925 su familia se traslada a Madrid. Antes de concluir sus estudios de bachillerato enferma y es internado en un sanatorio de Guadarrama (Madrid) durante 1931 y 1932, donde emplea el reposo obligado en largas sesiones de lectura. 

En 1934 ingresa en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Sin embargo, pronto la abandona para asistir como oyente a la Facultad de Filosofía y Letras, donde el poeta Pedro Salinas da clases de Literatura Contemporánea. Cela le muestra sus primeros poemas, y recibe de él estímulo y consejos. Este encuentro resulta fundamental para el joven Cela, que se decide por su vocación literaria. En la facultad conoce a Alonso Zamora Vicente, a María Zambrano y a Miguel Hernández, y a través de ellos entra en contacto con otros intelectuales del Madrid de esta época. Antes, en plena guerra, termina su primera obra, el libro de poemas Pisando la dudosa luz del día. 

En 1940 comienza a estudiar Derecho, y este mismo año aparecen sus primeras publicaciones. Su primera gran obra, La familia de Pascual Duarte, ve la luz dos años después y a pesar de su éxito sufre problemas con la Iglesia, lo que concluye en la prohibición de la segunda edición de la obra (que acaba siendo publicada en Buenos Aires). Poco después, Cela abandona la carrera de Derecho para dedicarse profesionalmente a la literatura. 

En 1944 comienza a escribir La colmena; posteriormente lleva a cabo dos exposiciones de sus pinturas y aparecen Viaje a La Alcarria y El cancionero de La Alcarria. En 1951 La colmena se publica en Buenos Aires y es de inmediato prohibida en España. 

En 1954 se traslada a la isla de Mallorca, donde vive buena parte de su vida. En 1957 es elegido para ocupar el sillón Q de la Real Academia Española. 

Durante la época de la transición a la democracia desempeña un papel notable en la vida pública española, ocupando por designación real un escaño en el Senado de las primeras Cortes democráticas, y participando así en la revisión del texto constitucional elaborado por el Congreso. 

En los años siguientes sigue publicando con frecuencia. De este período destacan sus novelas Mazurca para dos muertos y Cristo versus Arizona. Ya consagrado como uno de los grandes escritores del siglo, durante las dos últimas décadas de su vida se sucedieron los homenajes, los premios y los más diversos reconocimientos. Entre estos es obligado citar el Príncipe de Asturias de las Letras (1987), el Nobel de Literatura (1989) y el Miguel de Cervantes (1995). En 1996, el día de su octogésimo cumpleaños, el Rey don Juan Carlos I le concede el título de Marqués de Iria Flavia.

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