Sinopsis: Cuando el amor se convierte en la soga de la que pende tu cuerpo y los demonios se visten de madre que te da la mano, de marido siempre fiel o de hijo en tu regazo, es cuando las buenas intenciones de los seres más queridos pueden resultar tan letales como las puñaladas que te asesta ese asesino mientras te jura amor eterno.
Los monstruos de verdad no viven en cuevas ni salen de ningún ataúd. Ellos te sonríen y te tienden la mano, o te miran desde el espejo donde ves reflejado tu rostro cada mañana.
Porque las sombras de verdad, esas que se escapan de los armarios de los niños para arrastrarlos hacia el mundo de sus pesadillas, no vienen de mundos inventados. El verdadero horror tiene forma de ser humano.
Crítica: Los monstruos existen, pero con una apariencia completamente diferente a la concebida por nuestra exacerbada imaginación. Las criaturas de nuestras pesadillas infantiles se caracterizaban por su aspecto quimérico en los que predominaban los ojos hambrientos ante la visión de la carne tierna y cálida; las garras afiladas destripar a la inocente víctima; el aliento hediendo de la muerte a través de los colmillos que sobresalen de los labios deformes; la piel supurante cubierta un sucio pelaje de animal salvaje, escamas de textura correosa o de múltiples apéndices parecidos a los de un asqueroso insecto… Sin embargo, pese a los esfuerzos por negarles cualquier rasgo antropomórfico, la realidad es que «el verdadero horror tiene forma de ser humano».
«Cianuro y chocolate» es una antología concebida como un amargo dulce con el que Fayna Bethencourt obsequia al lector a través de once relatos en los que ofrece su particular exégesis del miedo.
Una lectura incómoda y desagradable por el realismo del terror descrito en sus páginas, pues la escritora canaria rehúsa emplear cualquier metáfora para representar la maldad y el sadismo de nuestra especie hacia sus congéneres. Al contrario, Fayna Bethencourt describe sin eufemismos una serie de relaciones toxicas engendradas desde el maltrato («Pena y olor a fresa»), la pederastia («Cascabeles»), la marginación social («Caos»), la homofobia («Mala racha»), la discriminación sexual («El orden de las cosas») e incluso la corrupción y especulación urbanística («Bienvenidos a casa Mirtha»).
Una antología sobre la ambigua moral del ser humano en un ambiente fosco que oscila constantemente entre las sombras de la conciencia para ofrecernos un conjunto de personajes abstractos que actúan en base a convicciones equivocadas («Volar en pedazos»). De esta forma, Fayna Bethencourt nos ofrece un retrato social en el que predomina el caos, la violencia y, sobre todo, el amor. Un amor corrompido por la hipocresía, alimentado por el odio y escrito con sangre («Desde los huesos», «Se admiten devoluciones» y «Querido papá»).
La escritora canaria provoca emociones contrapuestas en el lector con relatos como «Toda una vida y poco más» sobre la soledad de los ancianos; «Pena y olor a fresa» acerca de la dependencia emocional de las mujeres maltratadas hacia su agresor; o «Volar en pedazos» y «Desde los huesos» que describe las terribles consecuencias de un amor obsesivo. Un contraste de sentimientos acrecentado ante la poderosa sexualidad de los relatos como alegoría de la poderosa atracción que ejerce la oscuridad sobre nosotros. De esta forma, el amor se convierte en sinónimo de dolor, del miedo, pues ambas representan dos emociones primitivas confrontadas y, por consiguiente, violentas.
A pesar de que el planteamiento de los relatos es interesante -e incluso tentador-, la mayoría no acaba desarrollándose correctamente, pues la narración adolece de pequeños –aunque constantes- errores que repercuten en la lectura final como la futilidad de los diálogos, la falta de ritmo, el excesivo coloquialismo de la prosa -sobre todo en las descripciones- o la absoluta previsibilidad del desenlace –denotando la falta de originalidad de la autora ante la notable influencia de otras fuentes del género, tanto literarias como cinematográficas-. En el mismo sentido, tampoco contribuye la pésima edición de la antología con significativos errores en la estructuración y maquetación del texto que transmite la sensación de que el texto original se imprimió sin una corrección previa por parte de la editorial hasta provocar un sentimiento de vergüenza y rechazo en el lector.
Con todo, «Cianuro y chocolate» es una perturbadora e incómoda antología que nos describe a través de once relatos una forma diferente de sentir miedo. Fayna Bethencourt opta por un terror basado en monstruos reales con los que convivimos diariamente para narrarnos las consecuencias de la toxicidad del amor, describiendo una sociedad de moral ambigua e hipócrita en la que no existen distinción entre los verdugos y sus víctimas, pues ambos acaban siendo la misma persona. A pesar de tratarse de una antología más destacable por el fondo que por la forma, Fayna Bethencourt consigue tentarnos con su dulce envenenado.
LO MEJOR: La particular exégesis del miedo narrado por la escritora canaria en la que incluye temáticas de actualidad como el maltrato doméstico, la pederastia, la homofobia e incluso la corrupción y especulación urbanística. La ambigüedad moral de los personajes. La capacidad de la autora para provocar emociones contrapuestas en el mismo relato conforme avanza la narración.
LO PEOR: Una antología más destacable por el fondo que por la forma. La pésima edición que contiene significativos errores en la estructuración del texto, dando la sensación de que le texto original se imprimió sin una corrección previa, provocando un auténtico sentimiento de vergüenza y rechazo en el lector ante faltas como la repetición de fragmentos, la fusión de diálogos con la narración o el constante uso de guiones sin utilidad alguna.
Sobre la autora: Fayna Bethencourt, nació en Gran Canaria (1978). De origen franco-español, pasó parte de su infancia en Francia y fue allí donde descubrió que podía escribir historias, además de disfrutar leyéndolas.
En el año 2001 saltó al panorama mediático al convertirse en concursante de un famoso concurso televisivo, donde conoció al que es hoy en día su marido y padre de sus dos hijos. En la actualidad reside en Barcelona y dice preferir la pantalla de su ordenador a los focos de los programas en los que ha colaborado. Cianuro y Chocolate es su primera antología en solitario aunque ha participado en otras antologías junto a otros autores.
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