Crítica de La Regenta (Leopoldo Alas Clarín)

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Sinopsis: La gran novela del XIX español. Considerada la obra cumbre de Clarín y de la novela española del siglo XIX, es además uno de los máximos exponentes del realismo costumbrista. La acción se centra en Vetusta (muy identificable con Oviedo), donde Ana Ozores se casa con el antiguo regente de la Audiencia de la ciudad, Víctor Quintanar, hombre bondadoso pero maniático y mucho mayor que ella. Viéndose sentimentalmente abandonada, Ana Ozores empieza a ser cortejada por el donjuán provinciano Álvaro Mesía. Para completar el círculo, el canónigo magistral D. Fermín de Pas (confesor de Ana) también se enamora de la regenta y se convierte en inconfesable rival de Mesía. Un gran retablo de personajes secundarios, retratados por Clarín con inmisericorde ironía, completa el paisaje humano de la novela. 


Crítica: A pesar de que la Restauración borbónica (1874-1931) representó un período de estabilidad institucional después del fracaso de la Primera República Española, e incluso permitió la instauración de un modelo liberal de Estado y la anexión de movimientos sociales y políticos surgidos a partir de la revolución industrial; determinados acontecimientos como la pérdida de las últimas colonias españolas en 1898 supusieron el inicio de un progresivo declive que concluyó con la proclamación de la Segunda República.

El incumplimiento de las expectativas de los españoles en la monarquía de Alfonso XIII provocó el descontento de aquellos que habían interpretado este nuevo período histórico como una oportunidad pérdida de nuestro país, entre ellos el escritor Leopoldo Alas Clarín.

Influenciado por el estilo literario del Naturalismo, el autor zamorano concibió «La Regenta» como una sátira social para denunciar públicamente la hipocresía del sistema político derivado de la Restauración y de la moralidad burguesa, la excesiva influencia de la Iglesia católica, el analfabetismo cultural y un largo etcétera que engloba todos los aspectos de la vida cotidiana en aquella época a través de los habitantes de la ficticia ciudad de Vetusta. 

Si bien «La Regenta» tiende a definirse como una novela sobre el adulterio femenino mediante el triángulo amoroso entre los personajes de Ana Ozores, Fermín de Pas y Álvaro de Mesía, pronto descubrimos que Leopoldo Alas Clarín, en realidad, utiliza la infidelidad de su protagonista como una metáfora contra la represión, una oposición a lo establecido durante siglos por la tradición. 

Desde el inicio de la historia advertimos que el matrimonio por conveniencia entre Ana y Victor Quintanar representa un mero formalismo social necesario –e imprescindible- para integrarse en la conservadora sociedad vestusense, pues la considerable diferencia de edad entre ambos cónyuges o la falta de convivencia –duermen en habitaciones separadas, además Quintanar dedica la mayoría de su tiempo a diversiones mundanas como la caza con Frígilis o las comedias de teatro- deriva en una relación casi paterno filial que cohíbe las necesidades sexuales y maternales de la protagonista. Con objeto de evitar cualquier tentación y mantenerse pura, Ana opta se ampara en la religión bajo la influencia de Fermín de Pas, quien acaba aprovechándose de la vulnerabilidad de la joven en su propio beneficio. 

Es más, la constante utilización del sobrenombre «La Regenta» para referirse a Ana Ozores demuestra la impersonalización del personaje por parte de los habitantes de Vetusta, convirtiéndola en un objeto, una anhelada posesión que acaba negándole cualquier posibilidad de desarrollarse como persona y, por consiguiente, de ser feliz. Adviértase que el rechazo de Ana a la posibilidad de serle infiel a Quintanar no se debe a una cuestión de amor o respeto hacia su esposo, sino para diferenciarse del resto de mujeres que integran la libertina nobleza de Vetusta, quienes la envidian –tanto por su posición como por su integridad moral para resistirse a los malsanos vicios pueblerinos disfrazados de inocentes diversiones mundanas- y acaban confabulándose para deshonrarla. 

Durante toda la novela apreciamos una sexualidad inherente en el relato como la escena en la que Fermín de Pas devora el capullo de una rosa inmadura, deleitándose en la esencia de la flor arrancada prematuramente del tallo para satisfacer su glotonería. Claramente es una alegoría del autor, pues la condición religiosa del Provisor le impide apropiarse del cuerpo de Ana, pero no de su alma a través de su influencia para conseguir la completa sumisión de la joven a sus deseos. O los pies descalzos de Ana Ozores que se vislumbran pálidos y frágiles debajo de la sotana, ensuciándose del polvo y el barro de las calles como anticipo del futuro castigo a infringir por la sociedad de Vetusta por su desvergüenza. 

Con todo, resulta interesante analizar la relación de Ana Ozores con ambos hombres (Álvaro de Mesía y Fermín de Pas) porque este enfrentamiento por su amor simboliza la lucha de poder entre dos la sociedad civil y el clero, entre la tradición y el progreso, entre el pasado represor y el futuro liberal –casi libertino-. 

De hecho, la novela de Leopoldo Alas Clarín demuestra ese período de transición en el que se encontraba el país mediante los contrasentidos de los habitantes de Vetusta. Precisamente, ahí radica la importancia de la primera parte de la novela con la presentación exhaustiva de los personajes –casi un centenar- a fin de comprender la filosofía, los valores, las actitudes o los hábitos, creando un sólido –y satírico- retrato costumbrista. 

A pesar de ello, apreciamos el escepticismo del autor hacia la posibilidad de que se produzca un verdadero cambio en la España castiza, tal y como evidencia la conclusión de la novela cuando, a pesar de la virtud demostrada por la Regenta, es –paradójicamente- el único personaje en recibir castigo. 

Observamos, por ejemplo, que Fermín de Pas debe reprimirse como hombre por sus votos religiosos al igual que Ana reprime sus necesidades femeninas debido a sus votos matrimoniales, conformándose con el amor platónico- e insatisfecho- hacia Álvaro de Mesía. Paradójicamente, ambos ignoran que se encuentran en una situación de igual, oprimidos por las apariencias, incurriendo en engaños constantes para salvaguardar su integridad y sacrificando su felicidad personal por los demás. 

En el mismo sentido, apreciamos que Paula Raíces –madre del Provisor- utiliza a su hijo para satisfacer sus propias aspiraciones, pues es consciente de que una mujer en aquella época nunca conseguirá ascender tanto como hombre. Por esta razón, le niega a Fermín cualquier independencia, pero le permita ciertas «libertades» con la criada Teresita a fin de mantener ese control. 

O la excelente relación entre el marqués de Vegallana y Álvaro de Mesía, representantes del conservadurismo político y el liberalismo respectivamente, pero demuestran una gran camaradería en pensamiento y forma de obrar a pesar de representar a dos grupos de la sociedad española enfrentados en aquella época. Con este detalle, el escritor zamorano pretendía demostrar que toda la clase política española estaba corrupta, con independencia de las siglas y los eslóganes que esgrimiesen. 

La confabulación de Petra contra la aristocracia de Vetusta, de aquellos que la infravaloraron por su baja condición social, urdiendo una compleja venganza mediante engaños aprovechándose precisamente de su modesta apariencia y escasez de recursos demostrando la capacidad del proletariado para cambiar el sistema establecido, la ira latente derivada de la injusticia y la desigualdad. 

O la lealtad de Tomas Crespo – o Frígilis-, quien demuestra ser el personaje más civilizado y racional de la novela precisamente por su rechazo a la sociedad, convirtiéndose en un ermitaño que prefiere la compañía de las plantas y los pájaros antes que la de los habitantes de Vetusta, excepto de Quintanar y Ozores, siendo el único amigo verdadero de ambos cuando el resto del pueblo se desprende de su “civilizada” apariencia al conocerse el adulterio de Ana y las posteriores consecuencias. 

Y así sucesivamente, porque «La Regenta» implica una lectura crítica de todos los ámbitos de la sociedad a través de un análisis crítico en el que el adulterio representa una excusa narrativa para profundizar en las causas del fracaso de la Restauración Borbónica, atreviéndose a cuestionar aspectos tan polémicos para la época como la excesiva influencia eclesiástica, tal y como se ha señalado en los párrafos anteriores. 

No obstante, su catalogación exclusivamente como una novela sobre la infidelidad femenina le repercute de forma negativa ante el lector actual –y más cuando esta temática solo se desarrolla en los últimos capítulos y de forma breve en comparación con otras temáticas- que puede sentirse abrumado ante la primera parte de la novela caracterizada por un estilo naturalista, aunque resulte esencial para la comprensión del contexto y de los personajes. La minuciosidad en la biografía de los diferentes puede resultar abrumadora ante la falta de acción en el relato hasta la segunda mitad, cuando realmente empieza el desarrollo de la trama narrativa. 

Con todo, el lector acaba siendo recompensado por su paciencia con una novela enriquecedora, pues «La Regenta» representa un punto de inflexión en la literatura española acorde con el contexto de la novela, un tiempo de cambio, de rebelión contra lo establecido aunque acabe demostrando que el progreso no siempre implica renunciar a nuestros errores del pasado, sino repetirlos bajo otra apariencia tolerada por la sociedad. 

Y con este propósito, Leopoldo Alas Clarín nos presenta un amplio catálogo de personajes destacables, paradójicamente, por sus defectos. La imperfección presente en cada uno de ellos como la gula de Visitación –quien protagoniza las escenas más divertidas de la novela por su insaciable glotonería de dulces y jugosos chismorreos-, la soberbia de Mesía –un don Juan Tenorio menor ensalzado por la iletrada aristocracia de Vetusta-, la lujuria de Obdulia -, la pereza de Quintanar –la falta de constancia, la declinación de su interés en el bienestar de su esposa cuando se encontraba enferma o su incapacidad para finalizar cualquier proyecto, tal y como evidencia su gabinete repleto de colecciones inconclusas o máquinas a medio construir-, la ira de Santos Barrigana a consecuencia de la avaricia de Paula Raíces –quien acaba apropiándose de su negocio, sin importarle la ruina de su vecino- y un largo etcétera deleita al lector gracias al satirismo del escritor zamorano, quien ridiculiza los defectos y vicios de la sociedad española con un humor clarividente, pues resulta difícil no encontrarse en la actualidad personas –o mejor dicho, personajes- que posean las mismas características que los habitantes de Vetusta basándose en un complejo juego de apariencias e intereses. 

En definitiva, «La Regenta» representa una lectura imprescindible, una enriquecedora experiencia literaria que nos proporciona un detallado análisis de la sociedad española durante un período convulso de transición como la Restauración Borbónica y que representó un auténtico fracaso en todos los ámbitos, especialmente tras la pérdida de las últimas colonias españolas. Una novela de gran complejidad temática y estilística por la minuciosidad de la primera parte, constituye uno de los mejores ejemplos de la corriente artística del Naturalismo, equiparable a los textos de Émile Zola («El paraíso de las damas») –precursor del Realismo del que derivó este movimiento literario- a través de una prosa satírica repleta de denuncia social en el que la mujer –y su identidad en un ambiente represor- ostenta un protagonismo atípico en la época –y, sobre todo, en la ficción española-. Un libro que establece un punto de inflexión, un antes y un después en el tiempo, en la historia y, en especial, en la de una mujer, Ana Ozores –o la Regenta- que se rebeló contra las obligaciones del matrimonio, la hipocresía social, el dominio eclesiástico, entre otros para encontrar la felicidad a través de un amor equivocado. 

LO MEJOR: Los personajes. La crítica social que cuestiona todos los ámbitos de la España de la Restauración Borbónica. Las paradojas presentes durante todo el relato para evidenciar la dualidad de la sociedad española, su hipocresía moral. El simbolismo inherente en las escenas claves de la novela. La complejidad del personaje de Ana Ozores, único ejemplo de virtud junto a Frígilis, quien ostenta un menor protagonismo, pero acaba resultando esencial en la conclusión de la historia. 

LO PEOR: La primera parte resulta abrumadora para aquellos lectores que desconozcan el contexto o no estén acostumbrados a los novelas de estilo naturalista. «La Regenta» sigue definiéndose exclusivamente como una novela sobre adulterio femenino cuando engloba una mayor diversidad temática, dedicándose exclusivamente los últimos capítulos a la infidelidad de Ana Ozores. 

Sobre el autor: Leopoldo Enrique García-Alas Ureña nació el 15 de abril de 1852 en Zamora (España). Era hijo del asturiano Genaro García Alas, gobernador civil de Zamora, y de Leocadia Ureña, mujer de fuertes creencias religiosas procedente de León. 

Después de mudarse a la capital leonesa, en donde Leopoldo estudió con los jesuitas, la familia Alas se trasladó definitivamente a la ciudad de Oviedo. 

En 1869 inició sus estudios de Derecho. Con anterioridad había participado en la revolución de septiembre de 1868, llamada “La Gloriosa”. Después de terminar su carrera viajó a Madrid para doctorarse e iniciar estudios de Filosofía y Letras. 

Sus primeros escritos aparecieron en revistas como Rabagás, Solfeo, La Unión, Revista De Asturias o La Ilustración Gallega y Asturiana, adoptando el seudónimo de “Clarín” en el año 1875. Este nombre artístico fue tomado del personaje gracioso aparecido en la obra La Vida Es Sueño de Calderón de la Barca. 

En su época de estudiante conoció a Francisco Giner de los Ríos, su máxima influencia ideológica que le inició en el krausismo. 

Aprobó las oposiciones a la cátedra de Economía Política y Estadística de la Universidad de Salamanca, pero finalmente no pudo acceder por presiones políticas del ministro de fomento Francisco Queipo de Llano (conde de Toreno), quien no comulgaba con las posturas ideológicas progresistas y republicanas de Clarín. 

En el año 1882 ejerció la profesión docente en Zaragoza, el mismo año que contrajo matrimonio con Onofre García Arguelles. Poco después regresó a su tierra paterna como catedrático de Derecho Romano en la Universidad de Oviedo. En 1887 fue elegido concejal republicano y un año después logró la cátedra de Derecho Natural. Su literatura, corriente naturalista con retazos de sátira, es una de las más importantes en lengua española del siglo XIX. Su obra maestra, junto con algunos relatos memorables (por ejemplo “La Mosca Sabia”), es la novela La Regenta (1885). 

Otros títulos importantes de Clarín son la novela Su Único Hijo (1890) y algunos libros de cuentos y narraciones cortas, como El Señor y Lo Demás Son Cuentos (1893), en donde se incluye el conocido relato ¡Adiós, Cordera!, Doña Berta (1892) o la colección Cuentos Morales (1896). 

También destacó como crítico literario (La Literatura En 1881; 1882) y articulista (Solos De Clarín; 1881). Escribió además una obra teatral llamada Teresa (1895), pero sin demasiado éxito de público y crítica. 

El 13 de junio de 1901 falleció en Oviedo. Tenía 49 años de edad.

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