Crítica: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.”
En siete palabras, el escritor guatemalteco Augusto Monterroso nos narraba una historia completa que no requería de una mayor extensión para captar la atención y sorpresa del lector. «El dinosaurio» es considerado la fábula más corta escrita en castellano hasta la publicación de «El emigrante» (Luis Felipe Lomelí, 2005) y, posteriormente, «Luis XIV» (Juan Pedro Aparicio, 2006); y también una de las más famosas, aunque no la única. A lo largo de la historia encontramos múltiples ejemplos de este género como los haikus japoneses. Sin embargo, observamos que el uso de los microrrelatos se ha convertido en un formato narrativo apenas utilizado en la literatura actual, salvo excepciones como «Coleccionable de tragedias» de Liss Evermore.
Durante la lectura de los 239 microrrelatos que componen esta atípica antología encontraremos una amplia variedad de historias englobados en tres grandes bloques temáticos -«Parque de atracciones», «Depósito de cadáveres» y «Mansión embrujada»- con los que el lector se morirá… de la risa.
En el primero, «Parque de atracciones», la autora exhibe un humor negro propio, similar al empleado en la filmografía de Alex de la Iglesia como «El día de la bestia», «La chispa de la vida» o «Balada triste de una trompeta»; Rom Zombie, «La casa de los mil cádaveres»; e incluso a la película más reciente de Kevin Smith, «Tusk». De hecho, pocos de los relatos de este capítulo son realmente de terror, poseen detalles gore y los únicos estremecimientos son resultado no del pánico incontrolable, sino de las incontrolables carcajadas ante semejante despliegue de sangre, vísceras y mala leche en cantidades indecentes concentradas en pocas palabras.
Al entrar en el «Depósito de cadáveres», Liss Evermore cambia por completo el registro para ofrecernos historias inspiradas en la literatura gótica en los que predominan los ambientes nocturnos y los finales trágicos. La muerte es la protagonista por excelencia de este segundo bloque, descrita perspectivas muy diferentes con una prosa cercana al verso para narrarnos la nostalgia, la tristeza, la pérdida, e inesperadamente, la esperanza.
Finalmente, «Mansión embrujada» remite a los clásicos del terror, sobre todo de los relatos de Poe, aunque empleando nuevamente el humor negro de la primera parte. Es más, «Depósito de cadáveres» era el capítulo más homogéneo en temática, pero aquí vuelve a diversificarse hasta abarcar diferentes géneros como la ciencia ficción.
Precisamente, la amplia divergencia de historias hace imposible abarcarlas exclusivamente en tres bloques temáticos, especialmente cuando las del primero en realidad no tienen relación alguna con el escenario sugerido, remitiéndonos con su título a «La parada de los monstruos» (Tod Browning, 1932). De hecho, hubiese sido más acertado englobarlas todas en un único capítulo general, siendo el propio lector quien realizará su propia clasificación, pues los títulos acaban sugiriendo un contenido que, en pocas ocasiones, tiene relación salvo en «Depósito de cadáveres».
No obstante, da como resultado una peculiar edición cuya tipografía de la portada nos recuerda a la célebre saga de libros juveniles «Pesadillas» (R.L.Stine) o la serie de televisión «Los cuentos de la cripta». Un formato repleto de creatividad en el que la imagen y el texto se complementan para generar una lectura dinámica, repleta de sorpresas que difícilmente dejará indiferente a cualquier seguidor del género.
En definitiva, «Coleccionable de tragedias» es una antología de cuentos de difícil catalogación inspirados principalmente en el cine de la serie Z, en los que realiza su particular tributo a los clásicos del terror, e incluso la ciencia ficción, narrados en su mayoría con un personal humor negro. Liss Evermore condensa todos nuestros miedos, obsequiando al lector con un coleccionable de historias que nos provocarán toda clase de escalofríos durante su lectura. El miedo nunca había necesitado tan pocas palabras para asustar. ¡Buuuuu!
LO MEJOR: La creatividad de la edición. El humor negro de la autora. Las constantes reminiscencias a los clásicos no solo del terror, sino también de la ciencia ficción. El cambio de estilo en función del bloque narrativo.
LO PEOR: La amplia diversidad de temáticas provoca confusión al intentar englobarlas en tres bloques que poca o ninguna relación tienen con el contenido.
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