Publicada en La web del terror

Unos meses más tarde, todos los dispositivos mecánicos se sublevan,
haciendo estallar la Guerra de los Robots, una sangrienta ofensiva que diezma a
la población humana y que, por primera vez en la historia, hace que hombres y
mujeres de orígenes y creencias dispares se unan sin reservas. Durante cinco
años librarán una lucha épica, impulsados por una única y férrea motivación: la
supervivencia de su especie.
Reseña: A pesar de que la invención de la rueda supuso un importante
avance tecnológico que facilitó nuestras vidas, también representó el inicio de
nuestra dependencia de las máquinas. Si bien ellas han evolucionado, nosotros
apenas hemos experimentado cambios, como si el progreso estuviese limitado y
solo pudiese favorecer a uno, en detrimento del otro. En la actualidad son
pocas las acciones que podríamos realizar sin su ayuda y se encuentran
condicionadas por su presencia, así como su correcto funcionamiento. Las
máquinas se han vuelto omnipresentes, incluso han comenzando a sustituirnos. El
ser humano empieza a ser prescindible...
En
1950, Yo, Robot (Issac Asimov)
planteaba la posibilidad de que los robots desarrollasen una conciencia propia
a partir de un cerebro psitrónico y pudiesen rebelarse contra sus creadores.
La
obra de Asimov sigue siendo un referente que no se limita exclusivamente a la
literatura, sino que también ha tenido su repercusión en el cómic (Surrogates, Robert
Venditti y Brett Weldele), el cine (El hombre bicentenario, Regreso al futuro II, Terminator) o la
televisión (Edwin Bracewell, de Doctor Who). En resumen, un precedente
indiscutible que continua influyendo en las novelas actuales, como Robocalypse.
No obstante, la historia de Daniel H. Wilson carece de originalidad en todos los aspectos, no solo
en el planteamiento de la sinopsis, sino también en forma de desarrollarla. El
autor copia la estructura narrativa de Guerra
Mundial Z (Max Brooks), en la que la acción se avanza gracias al testimonio
de sus personajes, describiendo los acontecimientos de forma cronológica en
diferentes escenarios y agrupándolas conforme a las diferentes etapas del
conflicto. Sin embargo, las diferentes subtramas no permanecen
aisladas, sino que se interrelacionan conforme se suceden los acontecimientos
hasta confluir todas en el final del libro.
A pesar de que Daniel H. Wilson
es doctorado en robótica, la descripción que realiza de las máquinas resulta
demasiado simple y su diseño poco elaborado, excepto en los aspectos militares.
El autor no se preocupa por justificar la presencia de determinados robots en un
contexto más cotidiano, sino que se limita a mencionar su presencia, como si
nosotros tuviésemos todo el conocimiento referente a las mismas y las
necesidades para las que han sido concebidas.
Una primera impresión sería que Robopocalypse pretende centrarse en el
lado humano de la historia, pero no ocurre así. Es una novela absolutamente
bélica, el lector nunca abandona el campo de batalla y siempre se encuentra en
constante tensión, incluso en aquellos capítulos que pretenden alejarse de este
ritmo frenético y centrarse en otras cuestiones, acaban sucumbiendo a la dosis
de adrenalina para remontar la narración antes de que el lector deserte.
De este modo, la historia resulta
demasiado caótica debido a los aspectos anteriormente mencionados, pero también
por la gran cantidad de subtramas, algunas de ellas introducidas cuando la
novela se encuentra demasiado cercana al final o el amplio catálogo de
estereotipos propios de cine de acción estadounidense. Es más, Robopocalypse sigue el ejemplo de otras
novelas estadounidense que ensalza el espíritu patriótico, como ¿Arde Nueva York? (Dominique Lapierre y Larry Collins).
Cierto
que algunos capítulos se desarrollan en Londres, Afganistán o Japón, pero acaban
siendo los estadounidenses quienes
salvan al mundo gracias, en otros aspectos, a la facilidad que demuestran en el
manejo de armas. Es más, si realizamos una lectura más profunda de estos
fragmentos, nos percatamos de que el autor apenas menciona las diferencias
culturales existentes entre los escenarios o directamente las omite, con objeto
de que todas presenten una apariencia similar.
Otro
aspecto bastante discutible es la serie de afortunadas casualidades, no
causalidades, que se producen y propician el esperado desenlace. Casi todos los
personajes que intervienen poseen alguna habilidad relacionada con la robótica
que los convierte en elementos imprescindibles para vencer a Archos y sus
intervenciones siempre culminan en un descubrimiento trascendental que inclina
la balanza a favor del ser humano. Resulta bastante curioso que, siendo la mayoría
civiles sin ningún tipo de preparación militar previa, consigan mostrarse tan
serenos en plena batalla y, todavía más sorprendente, sean capaces de superar a
las máquinas en inteligencia.
Cabe
señalar que los derechos de la novela habían sido adquiridos por DreamWorks
antes incluso de que fuese publicada y quizás expliqué su peculiar semejanza con
un guión cinematográfico: párrafos breves, constantes descripciones de los
movimientos de cámara o la fotografía e incluso diálogos estructurados
siguiendo las pautas de este tipo de documentos. Casi agradezco que la
producción haya sido paralizada temporalmente hasta comprobar los resultados en
taquilla de otros blockbusters como Pacific Rim o Guerra Mundial Z, a fin de no repetir el escalabro de otras
adaptaciones como Cloud Atlas (David
Mitchell).
En resumen, Robopocalypse es una pieza defectuosa de la cadena montaje Assimov
sin posibilidad de reparación, salvo que reiniciemos todos el proceso. Léase el
Manual de Uso para reprogramar su máquina
VALORACIÓN: 0.5/ 10
LO MEJOR: Si la intención de Daniel H. Wilson era entretener, lo consigue parcialmente.
LO MEJOR: Si la intención de Daniel H. Wilson era entretener, lo consigue parcialmente.
LO PEOR: Una historia fundamentada en tópicos, sin originalidad
narrativa ni calidad e influida por su adaptación cinematográfica. El diseño de
los robots es arcaico. Excesivamente patriótica, menospreciando al resto de
naciones… TODO.

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