Sinopsis: El Cabaret de los
Pecados. Una mujer que expía culpas ajenas a través de su cuerpo. Un joven
chapero en busca de venganza. Una artista gráfica que sobrevive entregándose a
las más terribles rutinas. Un diario secreto. Una familia regida por estrictos
códigos de conducta. Un muchacho que posee un don inexplicable y un pasado
inconfesable. Ámterdam, Valencia, West Yorkshire… Tres espacios y tres tiempos
que confluyen en una reflexión sobre el horror de lo cotidiano.
Reseña: Cada recuerdo es un eslabón que conforma una larga cadena
llamada pasado. El peso de sus grilletes limita nuestros movimientos,
impidiéndonos avanzar lo suficiente para dejarlo atrás y superarlo. El roce del
metal hiere la piel desnuda, provocando heridas que nunca terminan de
cicatrizar, porque la memoria vuelve a abrirlas para permitir que supuren culpa
y remordimiento. Las lágrimas no ofrecen desahogo, solo reflejan la impotencia
ante el daño que jamás recibirá consuelo ni curación, pues rechazamos cualquier
ayuda que nos ofrecen para sanarlas, como penitencia por aquellos pecados que
solo nosotros conocemos. La sangre purifica, el bálsamo que nos proporciona
alivio y nos permitirá volvernos a sentir libres.
En la mayoría de religiones,
sobre todo la católica, el perdón es sinónimo de dolor. La talla de Jesucristo
agonizando en la cruz nos da la bienvenida cuando accedemos al interior de
cualquier iglesia. El realismo de sus detalles consigue desconcertar al
visitante que acude en busca de consuelo, preguntándose cuál es la finalidad de
regodearse en el sufrimiento de una persona. Sin embargo, la fe consigue
acallar pensamiento racional… En Cuerpos
descosidos, Javier Quevedo nos describe las consecuencias que implica
dejarse dominar por un único sentimiento, como la culpa o el odio, y las
miserias que conlleva para el alma de esa persona.
Todos nosotros nos hemos
equivocado en alguna ocasión, pero solo sabiendo afrontar nuestros errores y aprendiendo
de ellos podemos dejar atrás el remordimiento que nos impide superarlo.
Sin embargo, los personajes de Cuerpos Descosidos no saben perdonar y,
lo más importante, perdonarse. Pese a la presencia de La pitonisa, cuya
habilidad recuerda a John Coffey (The
Green Mille), Lucio y Eva deberán afrontar sus respectivos pasados, pues la
influencia que ejerce sobre su presente acaba resulta dañina incluso para aquellas
personas sin relación con el mismo.
Ambos prefieren ocultarse en el
anonimato que les proporcionan las sombras de su propio miedo, ante la
revelación que traería consigo la luz. Por este motivo la mayoría de escenas se
desarrollan de noche, permitiendo al lector convertirse en testigo de la
transformación que experimentan las personas con la caída del sol para dejar
que sea nuestro instinto el que nos guíe, pues todo sigue limitándose a una
cuestión de supervivencia, con independencia del lugar o el tiempo en el que
nos encontremos.
De ahí que Javier Quevedo decline
de la estructura lineal apueste por una lectura en sucesivos niveles narrativos,
en los que el pasado y el presenten confluyen hasta que ambos se convierten en
uno solo. Los flashbacks no solo proporcionan al lector la información
necesaria para ir desvelando algunas de las incógnitas que rodean a los
protagonistas, también le proporciona un alivio para ir asimilando los horrores
que se le describen.
Al igual que Mathias Malzieu (La mecánica del corazón), John Boyne (El niño con el pijama a rayas) o Mitch
Albom (Martes con mi viejo profesor, Las
cinco personas que te esperan en el cielo), la prosa de Cuerpos descosidos es oscura y, al mismo
tiempo, hermosa. En cualquier otra narración, determinadas temáticas hubiesen
provocado el rechazo del lector, pero en la novela de Quevedo consiguen
fascinarnos, aunque seamos conscientes de la crueldad que se esconde tras la
poesía de sus palabras, como algunos de los ejemplos mencionados anteriormente
u otros que prescinden de cualquier eufemismo y optan por una narración sin
eufemismos, como Buenas noches muñequita (Heidi Hassenmuller).
Cuerpos descosidos
nos muestra como las heridas seguirán abriéndose y el dolor será tan intenso
como el primer día salvo que seamos capaces de reconocer su causa y enfrentarnos
a ella. Si errar es humano, perdonar no tendría que ser algo reservado
exclusivamente para aquellos cercanos a Dios, sino una obligación de cada
persona para merecer la llave de su libertad.
VALORACIÓN: 9
LO MEJOR: La estructura compuesta por sucesivos niveles narrativos
en los que confluyen pasado y presente. La prosa gótica. La inventiva del autor
para tratar algunos temas tabú en la literatura.
LO PEOR: El rechazo del lector por su falta de costumbre ante esta
forma de narración o el tratamiento de temáticas que le resulten desagradables
y en las que no quiera profundizar. Las incógnitas sin resolver respecto al
personaje de La pitosina.
Sobre el autor: Javier Quevedo Puchal (Castellón, 1976) es autor de
dos novelas, El tercer deseo (2008) y Todas las maldiciones del mundo
(2009), historia de ciencia ficción que fue dominada a los premios Shangay. En 2010 publicó la antología de nanorrelatos Abominatio.
Asimismo, ha sido finalista de los premios
Vórtice de Terror y Fantasía o Cryptshow
Festival de Terror, Fantasía y Ciencia Ficción. Desde 2010 es miembro de Nocte, la Asociación Española de Escritores
de Terror.
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