Reflexiones: ¿Juegas?

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¿Juegas?




Paciencia. Esa es la clave. Paciencia. Analizar la situación. Meditar cada posible movimiento, las consecuencias que tendrían. Conocer a tu oponente, sus puntos fuertes y los débiles. Y, lo más importante, esperar. Un buen jugador nunca se precipita. Aguarda en silencio su oportunidad. El tiempo transcurre, pero para él no tiene importancia. Nada puede perturbarlo ni apartarlo de su meta, la victoria. Porque todos jugamos para ganar. Quienes afirman hacerlo por diversión mienten. A nadie le gusta perder. Todos ansiamos la gloria, el reconocimiento, la admiración de los demás. Nos regodeamos en la humillación de aquellos que han quedado detrás de nosotros. Su vergüenza es tan estimulante como cualquier droga y el placer que nos proporciona resulta tan gratificante como el sexo. Durante unos instantes, dejamos de ser meros mortales para elevarnos y conseguimos ser superiores. Nos sentimos, dioses. Imbatibles. Perfectos. Únicos. La sensación que produce en ese momento es indescriptible. No existen palabras que puedan explicarlo haciéndole justicia. Cualquier intento habría de considerarlo un insulto. Un buen jugador gana en silencio. Nada de palabras ni gestos. Debe abandonar el lugar lo más rápido que pueda. No es bueno quedarse. Las alabanzas, los premios, los admiradores son meros accesorios que acompañan a cualquier victoria. No debemos ansiarlos. Cuando los conseguimos, nos confiamos, y la confianza es el peor enemigo. Nos hace débiles, vulnerables ante futuros oponentes. Además, ocupan espacio y resultan molestos de limpiar. Y quienes los exhiben son orgullosos, soberbios. No lo comprenden, no tienen capacidad para hacerlo. El miedo a la derrota es lo único que nos mantiene despiertos. Siempre alerta. En constante tensión. Algunos no lo soportan y abandonan. Son los débiles. Aquellos que no se merecen la gloria y son condenados a vivir en el anonimato. Aquellos que morirán en el olvido. Solos, sin que nadie los recuerde. Porque las personas con las que compartes tu vida también mueren. Se van, te abandonan. Y es en ese momento cuando comprendes que todo depende de ti. Cuando lo único que te separa de la victoria eres tú mismo. Si pierdes, tú eres el único responsable. Y cuando ocurre tienes dos opciones. Abandonar o volver a jugar.

3 comentarios:

  1. Volver a jugar, eso es lo que hago. Muy buena la entrada. Felicitaciones. Por aquí estoy leyéndote. Me encanta como escribes.

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    1. Muchas gracias por tus comentarios Lourdes. A pesar de escribir como resultado de una pasión intrínseca, siempre se agradecen palabras de apoyo como la tuya para seguir adelante con este proyecto y continuar mejorando. Un saludo

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