
Crítica: Los recuerdos no son solo un proceso de la memoria que nos permiten evocar lugares, personas o sucesos del pasado, sino también objetos tangibles, presentes que nos permiten establecer un vínculo con aquel tiempo acaecido e irrepetible como una joya heredada durante generaciones, una fotografía descolorida, una postal sin remitente conocido o un cuadro de firma ininteligible, excepto por las siglas del autor escritas como un hermoso arabesco en un margen del dibujo, con la modelo sonriendo incómoda mientras posa cuando preferiría estar en movimiento, ignorando la repercusión de aquella imagen en la vida de diversas personas que todavía ni siquiera existen. O lo hicieron, pero únicamente perviven en el recuerdo que los años han difuminado hasta reducir su historia a aquel dibujo, recuperado del olvido por una joven carente de pasado, que la impulsa a buscar su verdadera identidad a través de una historia que comienza varias décadas atrás, con el amor frustrado entre Tom y Alice…
«Todo lo perdido y encontrado» es la primera novela de la joven escritora británica Lucy Foley quien, inspirándose en la personalidad de sus abuelas –dos mujeres atípicas por su carácter emprendedor, su inconformismo social o su insaciable deseo de nuevas experiencias en una época de grandes restricciones-, debuta en el panorama literario con una evocadora historia sobre la creación de la propia idiosincrasia a través de los recuerdos ajenos.
Una novela repleta de nostálgica en el que la autora nos traslada a distintos –y trascendentales- capítulos de la historia europea a lo largo del siglo XX mediante el relato de sus personajes, sobre todo de Alice y Kate –abuela y nieta -. A pesar de sus diferencias, ambas mujeres deberán enfrentarse a su pasado para conseguir un futuro que les pertenezca exclusivamente a ellas, aprendiendo a convivir con el dolor de viejas heridas que solo cicatrizan con el tiempo, así como superar el vacío de las personas que ya no se encuentran con nosotros, excepto en los recuerdos.
Lucy Foley consigue recrear las diferentes épocas que abarcan su historia con una prosa de gran visualidad que evoca imágenes, sonidos, olores y sabores de otros tiempos, devolviéndolos a nuestro presente.
El estilo de la joven escritora se caracteriza por su sencillez, rechazando cualquier exceso en la narración, siendo perceptible durante toda la lectura una notable influencia del Naturalismo en su forma de escribir, tal y como demuestra la importancia concedida por la autora a las descripciones paisajísticas o la crítica social contra la hipocresía moral y la decadencia de la burguesía inglesa antes de la Segunda Guerra Mundial, bastantes similares a otras novelas previas como «Retorno a Brideshead» (Evelyn Waugh) o «Expiación» (Ian McEwan).
Si bien, la constante variación entre la primera y la tercera persona narrativa con la finalidad de modificar la perspectiva de los acontecimientos en función del personaje provoca confusión ante la brusquedad de los cambios dentro, incluso, del mismo párrafo. Es obvio que la intención de Foley es que el relato presente –que opta por la primera persona- resulte cercano en el tiempo al lector y, de igual forma, concederle un tono íntimo, de confidencia personal, espontánea y sincera acorde con la personalidad de Kate y Tom. Por su parte, cuando alude a episodios del pasado, establece un distanciamiento –tercera persona- resaltando el tiempo acontecido entre ambos períodos temporales y, simultáneamente, posibilita completar el relato inconcluso de Tom. Además, la narración objetiva que proporciona el narrador omnisciente mediante el uso de la tercera persona es simbólica, porque los recuerdos de aquellos años repletos de esperanzas frustradas siguen resultando demasiado dolorosos para sus dos protagonistas –Tom y Alice-, prefiriendo olvidar antes que volver a sufrir con la rememoración de aquel amor violentamente arrebatado por las terribles circunstancias de un conflicto que todavía hoy pervive en la memoria de los supervivientes.
Y a pesar de que Lucy Foley consigue mantener el ritmo narrativo durante la primera parte de la novela a través de un relato pausado e íntimo, repleto de confesiones y hermosos, apreciamos una imperiosa necesidad por concluirlo en la segunda parte. De esta forma, el reencuentro entre ambas mujeres acaba siendo frívolo y superficial ante la decisión de la autora por no seguir profundizando en la historia de Alice cuando debería haber sido al contrario. Igualmente, la resistencia francesa a la invasión nazi, la represión judía o los abusos en los campos de concentración alemanes son temáticas demasiado recurrentes en la literatura, provocando la reacción contraria a la deseada al lector porque ya se ha acostumbrado ante su reiterado uso.
Con todo, al igual que si título, la primera novela de Lucy Foley nos ofrece una necesaria pausa ante una sociedad demasiado preocupada por el ahora, invitándonos a reflexionar acerca de nuestro pasado para recuperar todo aquello que perdimos con nuestro actual – y apremiante- estilo de vida para encontrarnos con una evocadora historia de amores inconclusos, esperanzas frustradas, reencuentros inesperados y, sobre todo, de recuerdos –y sentimientos- que creíamos olvidados.
LO MEJOR: La capacidad de la autora para evocar episodios concretos del pasado trasladándolos a nuestro presente. La visualidad de la prosa, sin adornos superfluos innecesarios. La sinceridad e intimidad del relato, especialmente en la primera parte de la novela. El uso simbólico de la primera y tercera persona narrativa.
LO PEOR: La constante intercalación entre la primera y la tercera persona narrativa resulta muy confusa al principio de la novela. El cambio de ritmo en la segunda mitad del relato ante la evidente urgencia por concluirlo. El uso de temáticas demasiados recurrentes.
