Sinopsis: Un accidente trunca brutalmente la idílica
relación entre una niña y su caballo. La madre deberá recurrir a un hombre muy
especial, de quien se dice que posee poderes especiales para comunicarse con
los caballos y sanar su espíritu... Una historia de profundas connotaciones
humanas que recupera los sólidos valores que la fr
Crítica: A pesar de que el turismo español suele asociarse con el
binomio sol y playa, apreciamos un incremento del número de viajeros, tanto
nacionales como extranjeros, que escogen por disfrutar de sus vacaciones en un
entorno rural. El aislamiento que nos proporcionan estos parajes naturales
representa la mejor forma para desconectar por completo de nuestra rutina, redescubriendo
el valor de una vida sencilla basada en valores como la familia, la
perseverancia y, sobre todo, el sacrificio.
Precisamente, Annie MacLean viaja
hacia Montana para reencontrarse en compañía de su hija Grace y Pilgrim, el
caballo de su primogénita, ambos heridos tanto en cuerpo como alma a
consecuencia de un terrible accidente que cambió por completo sus vidas. Sin
embargo, Annie conserva la esperanza de restablecer el deteriorado vínculo que
antes existía, no solo entre la niña y su bravo jamelgo, también entre las dos;
pero necesita ayuda. Por esta razón recorre miles de kilómetros, buscando a Tom
Booker, un «susurrador de caballos».
En su rancho, madre e hija deberán enfrentarse
a sus respectivos miedos e inseguridades para recuperar la confianza
perdida aquel trágico día. Únicamente siendo sinceras tendrán la capacidad de
aprender de sus errores y afrontar los cambios acontecidos en sus vidas, así
como los que todavía están por suceder.
«El hombre que susurraba al oído de los caballos» es una novela sobre
las segundas oportunidades a través de una emotiva historia en la que sus
personajes aprender a convivir con el dolor ocasionado por la pérdida, pero sin
resignarse a una vida incompleta, tullida. Al contrario, Nicholas Evans transmite
un mensaje esperanzador trasladando al lector hasta la tierra de montañas brillantes para enamorarnos de la belleza de sus
paisajes mientras cabalgamos por sus extensas llanuras, siempre bajo la
protección de sus cordilleras que nos ofrecen el refugio perfecto, o como dice
el lema del estado de Montana: El último
mejor lugar (the last best place). Y es que resulta curioso
comprobar la extensa distancia que debemos recorrer para acabar regresando al
punto de inicio, nuestro pasado.
Por esta razón, el autor retrocede
en el tiempo para rendir un tributo particular a los cowboys, aunque no la imagen popularizada (y estereotipada) de las
viejas películas western con
espuelas, sino aquellos ganaderos que debían atravesar el país en una peligrosa
travesía junto sus reses y, por supuesto, sus caballos. Nicholas Evans nos
describe una imagen romántica, hombres solitarios que observan con impotencia la
progresiva decadencia de su modo de vida ante la indiferencia de los demás,
incapaces de apreciar el auténtico valor de sus tierras más allá de la
especulación inmobiliaria.
Justamente, el materialismo de
Annie MacLean evidencia (y acentúan) las diferencias con la personalidad de Tom
Booker, quien percibe la vida exclusivamente en el presente como una sucesión
de ahoras que tenemos la obligación
de disfrutar sin importar las consecuencias.
Obsérvese la asfixiante (e
hipócrita) atmósfera de la urbe neoyorkina contrapuesta con la serenidad del
rancho Booker donde el tiempo parece detenerse y el silencio permite un dialogo
sincero entre las personas. Nicholas Evans emplea un ritmo pausado que nos
permite recrearnos en los diferentes ambientes, pero sin adornos superfluos que
distraigan de la auténtica riqueza de la novela. En «El hombre que susurraba al oído de los caballos» predomina la
reflexión, no la acción exceptuando aquellas escenas determinantes en el inicio
y la conclusión de la novela.
Sin embargo, Nicholas Evans acaba
concediendo todo el protagonismo a Annie
cuando sus sentimientos por Tom Booker exceden de la admiración, el
agradecimiento o la simple amistad. El romance entre ambos convierte la novela
en una sucesión de estereotipos, tal y como demuestra el uso de expresiones poco
imaginativas como «dos corazones latiendo
como uno solo» que traen a la memoria otras igual de socorridas: «la frente perlada de sudor» o «correr como
alma que lleva el Diablo».
Un giro de los acontecimientos
demasiado previsible, además de redundante. La novela debería haberse centrado
en el proceso de recuperación de Grace junto a Pilgrim, pero ambos quedan
relegados hasta recudir su presencia al mínimo. Es necesario recordar que la
joven se encuentra en una etapa muy convulsa de su vida antes de accidente: la
adolescencia. Durante este periodo, los cambios se suceden de forma
ininterrumpida en todos los aspectos de su vida siendo comprensible su
sentimiento de desamparo ante la debilidad de la figura paterna y la ausencia
de la madre. El autor nos presenta un
personaje conflictivo que, al principio
del viaje, se rebela contra la imposición de Annie, quien siempre intenta imponer
su criterio sobre el resto. Posiblemente la escena de la primera Navidad juntos
después del accidente, cuando adornan el árbol antes de la llegada de Grace
cuando se trata de una tradición familiar, argumentando que su hija sería
incapaz por la amputación de su pierna. Este egocentrismo permanece inmutable
durante toda la novela, porque siempre actúa con la intención de obtener un
beneficio personal, incluso cuando ayuda a su hija. Adviértase que toma la
decisión de no sacrificar a Pilgrim para desatenderse por completo del animal,
permitiendo que lo torturasen, completamente aislado del resto de caballos en
un cubil ruinoso y en condiciones infrahumanas, rodeado de sus propios excrementos
o alimentándolo solo cuando era estrictamente necesario. Al mismo tiempo, el sentimiento de fracaso es lo que realmente
la impulsa a viajar hasta Montana, no el amor por su hija.
Es más, resultaba curioso leer la
facilidad con la que ambas resuelven sus conflictos cuando Nicholas Evans
hubiese debido profundizar en la relación existente entre ambas. A pesar de ser
una historia desarrollada en dos flancos comunes, siempre predomina una sobre
la otra. En una novela en la que se utiliza la tercera persona, suele ocurrir
que la narración tienda a centrarse en un personaje sobre los demás, pero aquí
resulta excesiva. De ahí que el autor lo
soluciona para centrarse exclusivamente en la historia de amor, cuando la
relación que verdaderamente interesaba al lector era la de Grace con su
caballo, porque «El hombre que susurraba
al oído de los caballos» es una novela sobre la redención, el sacrificio
personal por los demás y, en especial, el equilibrio de la relación entre el
ser humana y la naturaleza. Y Annie MacLean carece por completo de ellos, pero
no Tom Booker, quien renuncia a su propia felicidad, e incluso su vida, para
evitar un dolor innecesario a Grace que pueda seguir perjudicándola en su
intento por recuperar el vínculo con Pilgrim. Un final digno para un personaje convertido
en un mero semental que corteja a la nueva hembra de la manada.
A pesar del sentimiento inicial, la
progresiva sensiblería argumental y la constante autocompasión de sus
personajes convierten a «El hombre que susurraba al oído de los
caballos» en una novela desaprovechada ante el cambio narrativo durante el
último tercio. Nicholas Evans acaba olvidando el mensaje que pretendía
transmitir a través de una historia que, bien encauzada, podría haber
conseguido que el lector cabalgase hacia el atardecer, perdiéndose en el amplio
horizonte de sus palabras. Y es que «Siempre
he pensado que nada es mejor que viajar a caballo, pues el camino se compone de
infinitas llegadas. Se llega a un cruce, a una flor, a un árbol, a la sombra de
la nube sobre la arena del camino; se llega al arroyo, al tope de la sierra, a
la piedra extraña. Pareciera que el camino va inventando sorpresas para goce
del alma del viajero.» (Atahualpa Yupanqui).
LO MEJOR: Los dos primeros tercios de la novela. El mensaje
esperanzador de la novela. La contraposición de escenarios. El tributo del
autor a los auténticos cowboys y sus caballos. El sacrificio final de Tom
Booker por Grace y Pilgrim.
LO PEOR: La egoísta Annie MacLean. El romance entre los dos
protagonistas adultos que acapara todo el protagonismo durante el último tercio
de la novela. El desaprovechamiento de Grace y el resto de personajes
secundarios.
Sobre el autor: Nicholas Evans es un periodista,
escritor,
productor de cine y TV y un novelista "best
seller". Nació en 1950 en Bromsgrove, Worcestershire,
Inglaterra.
Evans
fue educado en la Escuela Bromsgrove (Bromsgrove School) pero antes de estudiar
en la Universidad de Oxford, cumplió servicios
de caridad en África
a través de "Voluntary Service Overseas" (VSO). Luego de eso
trabajó como reportero para la prensa escrita y también para la televisión. En
el 2006 vive en Devon.
Su
novela El hombre que
susurraba al oído de los caballos ("The Horse Whisperer") se ubicó en la
posición número diez de la lista de novelas más vendidas de los Estados
Unidos en el año 1995, según el diario New York
Times. La novela también se llevó a la pantalla grande, con la
dirección y actuación de Robert Redford y de Kristin Scott Thomas.
Me parece que desmenuzas en demasía la historia y adelantas demasiado de la trama..Hay lectores que no gustan de tanto spoiler
ResponderEliminarLo compraré, gracias :)
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