Sinopsis: Una fascinante y
muy poco convencional historia de amor: Henry es bibliotecario y padece una
extraña disfunción genética que le hace viajar involuntariamente en el tiempo;
Clare, su mujer, es artista. Su amor es apasionado y solo aspiran a llevar una
vida normal. Sin embargo, los viajes al pasado y el futuro de Henry, que a
veces producen situaciones comprometedoras y otras divertidas, son un desafío a
su relación.
Una novela que invita a pensar en la perdurabilidad del amor y el paso
del tiempo, en la emoción irrepetible de las primeras sensaciones, tanto en la
relación como en la vida. Una lectura que, llevando de la sonrisa a la emoción,
conmueve. Y una historia original e inolvidable.
Crítica: «El tiempo del reloj
es nuestro banquero, recaudador de impuestos, inspector de policía; este tiempo
interior es nuestra esposa». (Man and Time, J.B. Priestley)
A partir de este epígrafe, Audrey
Niffenegger concibió la vida de Henry, un hombre que no solo está casado con
Clare, sino también con el tiempo. Un desorden genético provoca que viaje de
forma impredecible a través del mismo, mientras su esposa se acostumbra a sus constantes ausencias refugiándose en el
arte. A través de sus esculturas avícolas elaboradas en papel, consigue
representar la belleza, fragilidad y, sobre todo, la nostalgia. Y es que «La mujer del viajero en el tiempo» es
una metáfora del fracaso en las relaciones sentimentales con la que su autora
expresa su propia frustración ante la incapacidad de conservarla.
Igualmente, esta atípica novela romántica
inspirada en la ciencia ficción, alude a una temática tan compleja como el
determinismo. Es decir, la filosofía basada en la relación causa-consecuencia
por la que, irremediablemente, todos los acontecimientos, incluyendo nuestras
acciones y pensamiento, presentes están determinados tanto en el pasado como en
el futuro.
Audrey Niffengger deniega a sus personajes el
poder de elegir y tomar sus propias decisiones, carecen de libre albedrío,
porque Henry es incapaz de tener el control de su propio cuerpo cuando se
producen estos desplazamientos en el espacio temporal.
«La casualidad solo funciona
hacia delante. Las cosas solo ocurren una vez, nada más. Si sabes lo que va a
suceder… La mayoría de las veces yo me siento atrapado. Si estás en tu presente
sin saber nada…, eres libre»
Por esta razón, la novela empieza
con el encuentro de Henry y Clare en el presente de ambos provocando una
situación surrealista (e incómoda) para ambos. Una primera cita verdaderamente
inolvidable, tanto para los protagonistas como el lector, en la que se revelan
acontecimientos pasados ocurridos durante la infancia de Clare, pero en los que
Henry todavía no ha coexistido junto a ella, así como otros futuros en los que
estarían “relativamente” juntos. Y es que las constantes ausencias de Henry son
una alegoría a la falta de comunicación o el distanciamiento en la pareja
después del idílico romance inicial.
«Las breves ausencias de Henry
amenazan nuestra vida en común en este apartamento demasiado pequeño. A veces
él desaparece discretamente: a lo mejor he salido de la cocina, me dirijo al
vestíbulo y descubro un montón de ropa en el suelo, o bien me levanto de la
cama por la mañana y veo que sale agua de la ducha a pesar de que no hay nadie
en ella. En ocasiones es aterrador. (…) A veces me despierto por la noche y
Henry no está a mi lado. Por la mañana sé que me contará adónde ha ido, del
mismo modo que los demás maridos les cuentan a sus esposas los sueños que han
tenido. (…) Cuando era pequeña, siempre deseaba ver a Henry. Cada una de sus
visitas suponía todo un acontecimiento. Ahora, sin embargo, sus ausencias
representan el vacío, una resta, una historia que tendré que oír cuando mi
aventurero se materialice a mis pies, sangrando o silbando, sonriendo o
temblando. Ahora tengo miedo cuando se marcha»
La autora nos describe la
evolución de su relación a través de sus sucesivos encuentros (pasados,
presentes y futuros) con una prosa ágil que dinamiza la lectura. A pesar de la
compleja estructura narrativa, los acontecimientos están secuenciados de forma
cronológica para facilitar la comprensión de la historia después de los
primeros capítulos que oscilan entre diferentes espacios temporales, sin que
todavía no tengamos un conocimiento preciso sobre los acontecimientos sucedidos
a posteriori. De hecho, nuestra
sorpresa inicial ante el giro de los acontecimientos desaparece, venciendo
cualquier reticencia que pudiera existir al respecto, tal y como le ocurre a
Clare cuando acepta a Henry y, por subsiguiente, el destino que compartirán
juntos. Es más las emociones experimentadas por Clare durante aquellos encuentros
son exactas a las del lector conforme va leyendo, incluso podríamos decir que
ambos desarrollan unos sentimientos similares de forma consecutiva.
Si bien, Audrey Niffengger intercala de forma equilibrada la narración
entre Clare y Henry para evitar el excesivo protagonismo de uno frente al otro,
pues la esencia de la historia reside en su vida común. La primera aporta realismo a la novela mediante la
descripción de situaciones cotidianas, mientras que el segundo representa la vertiente
fantástica con la mención de sus encuentros entre sus diferentes yo o las técnicas de supervivencia
aprendidas durante sus viajes.
Adviértase que la vida de Clare
cambia por completo cuando aparece Henry en ella, es decir, la irrupción del
amor altera su percepción de la vida, así como su relación con el resto de
personas. La normalidad adquiere una nueva dimensión que, aunque diferente,
acepta sin contemplaciones para poder estar con la otra persona. De esta forma,
la autora reafirma la filosofía del determinismo, porque ninguno pretende
alterar su destino ni siquiera cuando comprenden las consecuencias que pudiera
tener en la vida del otro.
«-Por el amor de Dios, Clare,
¿qué necesidad tienes de casarte con una persona así? ¡Piensa en los hijos que
podrías tener! ¡Apareciendo la semana que viene y volviendo antes del desayuno!
-¡Sería de lo más excitante!
Como Mary Poppins o Peter Pan.
-Piensa en ello un instante
cariño. En los cuentos de hadas siempre son los niños los que viven fantásticas
aventuras. A las madres les toca quedarse en casa, esperando que sus hijos
regresen volando por la ventana»
En ese aspecto, las paradojas
temporales, inherentes en cualquier relato sobre viajes en el tiempo, contribuyen
en el desarrollo de la historia. De hecho, los fragmentos más interesantes
corresponden con la relación entre Clare y Henry en el presente, cuando todavía
no se han producido los viajes a la infancia de ella y, paradójicamente, necesitan
tiempo para conocerse. A pesar de que Clare es consciente de encontrarse ante
su futuro marido, la imagen actual no corresponde con el Henry del pasado (o
futuro, en función de la perspectiva), provocando las primeras inseguridades en
su relación.
«Se me ocurre que Clare quizá
preferiría estar con esta edición posterior de mi persona, ya que, a fin de
cuentas, ellos dos se conocen
bastante mejor. (…) Soy una ajustada
aproximación al original, que ella guía subrepticiamente hacia un yo que existe
en su memoria visual»
«La mujer del viajero en el tiempo» es, de forma simultánea, real y
ficticia. Los conflictos descritos por Audrey Niffengger en la vida de Clare
son los propios de cualquier persona, pues aluden a la disyuntiva que provocan
nuestro sentimientos hacia determinadas personas, como la ausente relación con
su madre. Posteriormente, Henry manifiesta nuestro deseo por evadirnos de la
realidad, de desaparecer dejándolo todo atrás, así como la imposibilidad para
comprometerse o de asumir responsabilidad pero que, irremediablemente, tarde o
temprano tendrá que aceptar.
Esos sentimientos se amplían al
resto de personajes que intervienen durante la novela, quienes se sienten desamparados,
completamente perdidos, vagando sin
rumbo por lugares hostiles llenos de peligros. A pesar de ello, ninguna quiere
renunciar a la soledad, porque implicaría regresar a la vida y, con ella, al
dolor que provoca la certeza de saber que todos cuantos nos rodean acabaran por
abandonarnos de una forma u otra. O bien, seremos nosotros los que
desaparezcamos, provocándoles un terrible sufrimiento ante nuestra ausencia.
No obstante, existen determinados
vacíos que afectan en la comprensión de
la relación de los protagonistas con el resto de personajes, especialmente en
Clare, cuya narración tiene demasiado espacios temporales que nos permiten
construir una imagen completa de su persona. Un pasado caracterizado por los
secretos que jamás llegan a revelarse
por completo, dificultando la comprensión del personaje y, por
subsiguiente, la forma de reaccionar en determinados momentos. El mejor ejemplo
es el cambio de actitud ante la muerte de su madre por cáncer, su ambigua relación con González o la
desconcertante amistad con Claire.
Por otro lado, la simbología de
la novela se extiende a las numerosas referencias artísticas (pictóricas,
literarias y musicales) que, aunque complementan las ideas expuestas, resultan
desconocidas para la mayoría de los lectores, sobre todo si no somos
aficionados a los movimientos postmodernistas o grandes apasionados de la
música punk anterior a la década de los ochenta.
Con todo, «La
mujer del viajero en el tiempo» es una novela atípica. Al igual que el
tiempo, concebido por Aristóteles como la medida del tiempo entre dos
instantes, no pertenece al género romántico ni a la ciencia ficción, sino todo
lo contrario. Un libro que forma parte de ambos y, de forma paralela, a ninguno,
tal y como le ocurre a Henry. Sin embargo, solo necesita un fortuito encuentro
con el lector para crear un instante irrepetible, un recuerdo imperturbable a
través de sus páginas al que querremos transportarnos una y otra vez. Y es que «lo pasado ha huido, lo que esperas está
ausente, pero el presente es tuyo».
LO MEJOR: La originalidad de la novela. La sinceridad de la prosa
para describirnos situaciones y emociones con los que el lector se identifica.
La intercalación del relato entre el punto de vista de Clare y el de Henry. El
equilibrio entre novela romántica y ciencia ficción. Las paradojas temporales
que, poco a poco, resuelven las incógnitas presentes durante la lectura.
LO PEOR: Una novela poco conocida, incluso después de su adaptación
cinematográfica. El relato de Clare tiene saltos temporales significativos que
provocan una imagen incompleta de su personalidad. Algunas referencias
pictóricas y musicales son comprendidas por una pequeña minoría de los
lectores.
Sobre la autora: Audrey Niffenegger es artista plástica y profesora
de la Universidad de Columbia en Chicago, donde enseña escritura creativa y
producción editorial. Ha exhibido sus obras plásticas en la Printworks Gallery
de Chicago. La mujer del viajero en el tiempo, su primera novela, se ha
convertido en un fenómeno de ventas en Reino Unido y Estados Unidos, donde ha
sido seleccionado por la Asociación de Libreros Independientes como uno de los
libros más importantes del año. Traducida a más de veintiocho idiomas, los
derechos cinematográficos han sido vendidos a New Line Cinema, la productora de
Brad Pitt.
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