Sinopsis: Publicada en 1896, entre «La máquina del
tiempo» y «El hombre invisible», La isla del Dr. Moreau es una de las novelas
más inquietantes de la literatura moderna, inscribiéndose de lleno en la
crítica y ominosa intuición que H.G. Wells (1866-1946) desde muy pronto albergó
respecto a los derroteros de la sociedad en la que le tocó vivir. La isla que
da nombre al relato y los siniestros hechos de los que es escenario son, en
efecto, una desasosegante parábola sobre el lado oscuro de la ciencia y también
una sombría exploración de la esencia y los límites de la naturaleza humana.
Crítica: « (…) Entonces dijo
Dios: “Produzca la tierra seres vivientes Según su especie: ganado, reptiles y
animales de la tierra, Según su especie.” Y fue así. Hizo Dios los animales de
la tierra Según su especie, el ganado Según su especie y los reptiles Según su
especie. Y vio Dios que esto era bueno.
Entonces dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a
nuestra semejanza, y tenga dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo,
el ganado, y en toda la tierra, y sobre todo animal que se desplaza sobre la
tierra.” (…)» (Génesis 1:1-3:24)
A finales del siglo XIX, la
comunidad científica británica debatía encarecidamente sobre la posibilidad de
abolir la vivisección de animales. Los detractores la consideraban una tortura
innecesaria que realmente pudiera favorecer el progreso científico, pues estas
prácticas representaban un retroceso moral. El enfrentamiento entre defensores
y censuradores evidenciaba la paradoja
evolutiva de nuestra especie, pues conforme hemos avanzado hacia la supremacía,
renunciamos a nuestra humanidad hacia un estado salvaje, carente de cualquier
responsabilidad ética sobre nuestros actos gracias a nuestra condición de dioses
terrenales autoproclamados.
«La isla del Doctor Moreau» es una novela de ciencia-ficción en la
que H. G. Wells reflexiona sobre los límites de la ciencia cuando la persona no
pretende obtener otro beneficio que el personal, desoyendo cualquier implicación
ética en sus investigaciones. Una temática que retomaría un año después con
otra de sus obras más conocidas, «El
hombre invisible».
La publicación estuvo acompañada de
una gran polémica, siendo clasificada de morbosa,
sensacionalista, entre otros
calificativos. Además, se criticaba su falta de verosimilitud científica ante
la posibilidad de que un hombre pudiese crear especies completamente nuevas
mediante la alteración de su estructura básica introduciendo elementos de
otras. O lo que hoy en día podría resumirse como ingeniería genética. Y es que los experimentos de Moreau siguen
inspirando un amplio repertorio de historias en las que el hombre pretende
emular la capacidad de su creador para dar vida -tal y como se hiciera
“Frankestein” (Mary Shelley, 1818)- o cambiar la existente con objeto de
satisfacer el propio ego, en libros o películas siendo «The Human Centripede» (Tom Hix, 2012) o «Tusk» (Kevin Smith, 2014) los ejemplos
más recientes.
La novela empieza con un prólogo
firmado por el sobrino y heredero del auténtico protagonista, Edward Prendick,
quien afirma que este relato está extraído del diario escrito por su tío
durante los once meses que estuvo desaparecido tras el naufragio de su barco. En
este período de tiempo, Prendick nos describe su rescate por la tripulación del
Ipecuanha, la relación del único pasajero a bordo –y su salvador- Montgomery,
así como los primeros encuentros con su deforme sirviente, un nativo llamado M'ling. A
pesar del rechazo que le provoca la visión aquel rostro de goyescos
rasgos, Prendick no puede dejar de mirarlo ante la seguridad de haberlos visto
antes en otra criatura.
Conforme avanza el relato,
siempre narrado en primera persona, llegamos a la isla del doctor Moreau para
descubrir los horrores que se realizan en «La
casa del dolor». Allí, siempre amparándose en el ilimitado poder que la
ciencia es capaz de proporcionar al hombre, la trastornada mente del científico
realiza vivisecciones para dotar a los animales de «humanidad».
Las imágenes descritas por H. G.
Wells amedrantan la racionalidad del lector en un despliegue de inquietante
creatividad solo equiparable a la obras de artistas como Francisco de Goya, Jeroen van
Aeken –o el Bosco-, Francis Bacon u Odilon Redon. El shock inicial se incrementa ante la elección inicial de escenarios
nocturnos, en los que el predominio de las sombras del desconocimiento incita a
una mayor confusión, tanto sobre el protagonista como en el lector, ante la
incapacidad de identificar la auténtica forma de estas criaturas. La
racionalidad de nuestra mente nos impide aceptar aquellos los sentidos perciben.
La negación como única forma de protegernos ante la locura. Sin embargo, cuando
hemos de aceptar la evidencia, la auténtica razón de que semejantes criaturas
puedan realmente existir y –todavía peor- que uno de nosotros sea el
responsable de su existencia, seguimos sin estar preparados para aceptar las
implicaciones que conlleva. De ahí que Wells optase por formas cada vez
más grotescas, entrelazando varias especies cuando previamente todas las
criaturas se identificaban claramente con un único animal.
La intención del autor es
abiertamente crítica, pues después de revelarle a Prendick la verdad acerca de
los experimentos realizado en aquella isla, la ciencia no arroja luz sobre la
inquieta moral del protagonista, sino todo lo contrario. A partir de entonces
las escenas son mayormente diurnas, pero lo que se nos desvela resulta tan
perturbador que hubiésemos preferido seguir viviendo entre las sombras, en el
desconocimiento. Por esta razón los «humanimales»
adquieren rasgos cada vez más exagerados, para recordarnos su horrible origen,
así como su agónica existencia.
Es entonces cuando Wells
profundiza acerca de las «diferencias»
que nos conceden esa supremacía moral sobre el resto de las especies. Si
analizamos con detenimiento la obra del escritor británico observamos la
repetición de una serie de parámetros que tienen por objeto la denuncia social, acorde con su
ideología política de izquierdas. «La
máquina del tiempo» menospreciaba la división jerárquica por clases
sociales; «El hombre invisible»
retomaba los límites éticos de la ciencia; y «La guerra de los mundos» representaba una alegoría contra colonización
del Imperio Británico. En «La isla del
doctor Moreau» pueden apreciarse la mayoría de estas temáticas, pues Moreau
se muestra ante sus creaciones como una deidad terrenal, e incluso Montgomery
muestra su ciega devoción a pesar del evidente rechazo hacia su «trabajo».
Obsérvese los constantes símiles entre
el adoctrinamiento de Moreau con aspectos religiosos, desde las leyes que buscan
reprimir los instintos salvajes de los «humanimales»
-y que nos recuerdan a los diez mandamientos- hasta el discurso de Prendick
sobre la capacidad del doctor para controlarlos, incluso después de la muerte –alusión
a la muerte y resurrección de Jesucristo-.
Sin embargo, Wells no se limita a
reprender el comportamiento del doctor, sino de toda la humanidad. La ciencia
ha sustituido a la religión creando nuevos ídolos a los que se le conceden
total impunidad a sus actos con la firme convicción de que obran para nuestro
bien. Y cuando surgen las primeras voces críticas, rápidamente enmudecen ante
la amenaza del rechazo social u otros terrores más primitivos, como el dolor basándonos
en nuestro instinto de supervivencia. Curiosamente, serán los «humanimales» quienes demuestren un
comportamiento más civilizado, pues durante su existencia animal desconocieron
sentimientos tan propios de los seres humanos como el odio, la ira o la envidia.
Estos engendros han sido obligados a renunciar a una coexistencia pacífica para
convertirse en algo contrario a sus instintos. La civilización es represión, la
obligación de adaptarse a unas leyes dictadas por hombres imperfectos con
objeto de crear, paradójicamente, una sociedad perfecta. Adviértase esta ironía
en los abusos sufridos por M'ling de la tripulación del Ipecuanha, quien
posteriormente abandonaron nuevamente a Prendick en el mar pese a sus súplicas.
O el pudor demostrado por las criaturas femeninas ante la presencia del nuevo
huésped.
Es más, en los últimos capítulos
de la novela Prendick menciona la percepción de rasgos salvajes en los
habitantes de Londres. Si bien determinados lectores pudieran interpretar este
detalle como el consecuente –y comprensible- deterioro mental del protagonista,
nuevamente Wells alega a las evidentes semejanzas entre el hombre y el resto de
especies. Al fin y al cabo, ¿no es cierto que el ser humano –u homo sapiens- desciende directamente del
mono? ¿O acaso no tenemos más del 98% de nuestro ADN en común con los cerdos?
Si bien, no podemos evitar la
sensación de encontrarnos ante la presentación de una novela con una premisa
interesante, pero cuya brevedad impide el desarrollo completo de la trama. H.
G. Wells realiza una sinopsis interesante sobre materias de gran complejidad
por las cuestiones teológicas y metafísicas inherentes al argumento; con el
obstáculo de que su propia prosa resulta misérrima para el tratamiento de la historia a
consecuencia de una narración temporal demasiado errática, en especial durante
los últimos capítulos.
A pesar de ello, «La isla del Doctor Moreau» es una novela
indispensable para todos los amantes de la ciencia-ficción. El cuestionamiento
ético planteado por Wells hace reflexionar al lector sobre los límites de la
ciencia - actual sustituto de la religión- y la responsabilidad que deben asumirse
ante determinados descubrimientos, sin dejarse corromper por el poder de la
falsa divinidad autoproclamada. Una magnífica alegoría sobre la decadencia
social, la supremacía moral y, sobre todo, la naturaleza violenta de nuestra especie.
LO MEJOR: Las cuestiones éticas planteadas por Wells. El
inteligente uso de la iluminación de los escenarios, principalmente durante los
primeros días de Prendick en la isla. El goyesco diseño de las criaturas
conforme avanza la lectura. Los sutiles detalles que demuestran la ausencia de
cualquier supremacía moral del ser humano sobre el resto de especies.
LO PEOR: La novela presenta una sinopsis interesante, pero la prosa
de Wells resulta insuficiente para desarrollarla con la profundidad requerida.
La narración temporal es errática, sobre todo en los últimos capítulos.
Sobre el autor: H. G. Wells nació en Bromley, Kent, como el tercer hijo varón de Joseph Wells y
su esposa Sarah Neal. La familia, de la empobrecida clase media-baja de la
época, lo llamaba Bertie. Tenían una tienda nada próspera comprada gracias a
una herencia, en la que vendían productos deportivos y loza fina.
Un accidente infantil por el que se rompió la tibia y su larga
convalecencia lo obligaron a permanecer durante meses en reposo. Con ocho años
de edad, esta impuesta quietud propició el descubrimiento de la lectura y en
particular, guiado por su padre, de autores como C. Dickens o W. Irving.
Cuando su padre sufrió un accidente que le impidió ganarse la vida
como lo había hecho hasta entonces, Herbert y sus hermanos comenzaran a
emplearse en diversos oficios. Fue así como, entre 1881 y 1883, llegó a ser
aprendiz de una tienda de textiles llamada Southsea Drapery Emporium: Hyde's,
experiencia que se ve reflejada en sus novelas.
En su juventud, Wells recibió una beca para poder estudiar
biología en la Normal School of Science de Londres, y alejado del humanismo
clásico, se situó en una posición más cercana a las ciencias, que le
proporcionó buena parte de la energía creadora que nutrió su trayectoria como
novelista.
Debido a su falta de recursos económicos, tardó varios años en
licenciarse. Poco después, debido a problemas físicos, decidió dedicarse a la
escritura de manera constante.
Durante 50 años escribió más de 80 libros. Su producción podría
dividirse en tres etapas: la de novela científica, la familiar y la
sociológica. La novela científica comenzó con el fin de la Segunda Guerra
Mundial y se convirtió pronto en un género popular, y las escritas por Wells
son obras maestras del género gracias a su interés científico, así como a sus
sólidas estructuras estilísticas y a su prodigio imaginativo. Basta como
ejemplo la primera de ellas, La máquina del tiempo (1895), en la
que el inventor de la máquina puede viajar hacia el pasado o el futuro con un
sencillo movimiento de palanca.
Fue miembro de la Sociedad Fabiana. Acosado por los achaques
físicos que le habían perseguido a lo largo de toda su vida, tuberculosis y
lesión de riñón, se refugió durante sus últimos años en su finca de Easton
Glebe, dedicado a la revisión de sus obras completas.
H.G. Wells falleció el 13 de agosto de 1946 en Londres.
Desde luego original y transgresor era un rato el amigo Wells, del que conozco más de oídas que de leer sus obras o ver adaptaciones suyas al cine. El otro día precisamente echaron por la tele La isla del doctor Moreau. Me pareció grotesca a la par que curiosa. Imagino que el libro estará repleto de más detalles.
ResponderEliminarGran reseña.
Un beso ;)
Buenas tardes Erase una vez,
EliminarUna lástima haberlo sabido ahora, porque reconozco sentir una gran curiosidad por ver la adaptación cinematográfica de esta novela. Eso si, la versión de 1977. No puedo evitarlo, prefiero las historias originales a los remakes o reebot, porque en los segundos se sacrifica la historia por la espectacularidad de los efectos especiales digitales y los actores de mayor relevancia en las redes sociales con independencia de su talento interpretativo.
Si te gusta la obra de H. G. Wells voy a dedicarle varias autopsias literarias a algunas de sus novelas de ciencia-ficción más populares. Es más, adelanto que la próxima será "La guerra de los mundos".
Por último, quisiera agradecer tu comentario que se ha convertido en el primero tras mi regreso de unas merecidas -e intensas- vacaciones estivales. Felicidades por la iniciativa demostrada y espero que vuelvas a participar en futuras autopsias literarias, no exclusivamente de este autor.
Un abrazo
María del Carmen Horcas (La diseccionadora de libros)
no se por que el protagonista acaba nombrandose nuevo amo, supongo que por miedo a los animales. otro punto a tener en cuenta, es que sin el naufrago el puma habria acabado con moreau y montgomery, finalmente un animal habria puesto fin al mandato del hombre.
ResponderEliminarAlgun concepto como tema principal?
ResponderEliminarBuenas tardes Franco,
EliminarPersonalmente creo que la temática principal es una reflexión crítica sobre la responsabilidad moral, la ética en la ciencia que ha sustituido progresivamente a la religión. Espero que mi respuesta te haya servido de ayuda.
Un cordial saludo
María del Carmen Horcas (La diseccionadora de libros)
Algun concepto como tema principal?
ResponderEliminarBuenas tardes Franco,
EliminarPersonalmente creo que la temática principal es una reflexión crítica sobre la responsabilidad moral, la ética en la ciencia que ha sustituido progresivamente a la religión. Espero que mi respuesta te haya servido de ayuda.
Un cordial saludo
María del Carmen Horcas (La diseccionadora de libros)
Crítica implícita cual sería?
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