Punto final... ¿o punto aparte?
Todo tiene un principio y, por ende, un final. Asumámoslo, nada es eterno. Si bien aspiramos a la inmortalidad, a la posibilidad de sobrevivir al tiempo, resulta un esfuerzo vano y desaprovechado. No os engañéis, porque solo conseguís prolongar lo que, por naturaleza, es inevitable. Mirad a vuestro alrededor y ser conscientes de la evidencia. Nada está a salvo de esta realidad, ni el sentimiento que, en principio era puro e intenso, le sobrevive. Termina y no podemos recuperarlo, solo conformarnos con el recuerdo de un tiempo pasado que no volverá, e incluso este acabará desapareciendo para dejar de existir. Entonces, ¿por qué lo hacemos? ¿Por qué insistimos? ¿Por qué no cejamos en nuestro? Las derrotas no nos amedrentan, sino que parecen provocar el efecto contrario en nosotros, nos negamos a aceptarla. Cada fracaso representa un motivo para seguir intentándolo. Si cada experiencia representa una batalla, ¿cuándo terminará la guerra? Y si lo hiciera, ¿qué significaría para nosotros? Simplemente el final. Hagamos lo que hagamos, éste se acabará produciendo. ¿Por qué no queremos aceptarlo? ¿Por qué lo rechazamos con tanta vehemencia? ¿Qué nos induce tanto miedo y tan poco respeto? Otra pregunta para la que carezco de respuesta, solo suposiciones. Quizás todo se reduzca a la avaricia que caracteriza al ser humano, el deseo de poseer siempre más sin renunciar nunca a nada; pues cuando algo se termina, significa que lo hemos perdido y, con mucha posibilidad, nunca podamos recuperarlo, ni disfrutarlo. Es cierto, pero no siempre debe cumplirse. Un punto puede representar el final, pero también un capítulo aparte de nuestra vida, e incluso un suspensivo, un merecido paréntesis antes de retomar la historia allí donde creíamos que había concluido.
¿Y que piensas del punto y seguido?
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