Sinopsis: Fiona es una joven, huérfana de madre, que tiene «problemas» con la comida, no solo porque ella es la encargada de llevarla a casa y abastecer a su padre enfermo, sino porque la sección de precocinados ha sido su único salvavidas ante su prematura responsabilidad. Fiona tiene imaginación, pero también es realista, por eso la devora el temor a que los Servicios Sociales descubran la incapacidad de su padre y los separen. La comida basura es su manera de olvidar. No sabe cocinar porque tampoco sabe comer.
Pero Fiona sí sabe amar. O por lo menos lo intenta: ahí está Alberto, el chico del que lleva toda la vida enamorada, que acaba de volver a la ciudad. La pena es que ha empezado a salir con Lylla, la íntima «mejor enemiga» de Fiona.
Toda su vida parece truncada hasta que su tutora del colegio, la señorita Aurora, se empeña en invitarla a comer y le presenta a su tía Mirna, una cocinera a la antigua usanza, bastante chiflada, que le enseña que el principal ingrediente para cocinar postres exquisitos no es el azúcar, sino el amor. Y de eso..., de eso Fiona tiene grandes reservas.
Junto con Fuet, una perrita abandonada, y sus amigos Max y Carmen, Fiona descubrirá nuevas emociones mientras emprende una aventura entre cacerolas que cambiará su vida.
Crítica: A pesar de la aparente dificultad para conseguir la felicidad en nuestras vidas, la receta para elaborarla es realmente sencilla, recomendable incluso para aquellos que se inician entre los fogones. Los ingredientes imprescindibles para guisar este sentimiento son la buena compañía en la mesa y, sobre todo, el amor con el que sazonar nuestros platos, otorgándoles ese sabor diferente, único y especial. Al contrario que la impersonal comida industrial, repleta de aditivos, colorantes artificiales y conservantes de nombre impronunciable, la comida casera es el reflejo de nuestros sentimientos hacia las personas para las que cocinamos, tal y como descubrirá Fiona gracias a los peculiares consejos culinarios de la recetario para la vida de tía Mirna.
«Tarta de almendras con amor» es una sabrosa novela que acaba convirtiéndose en nuestro recetario personal para afrontar las amargas circunstancias de nuestra vida diaria, recordando al lector la importancia de eliminar progresivamente de nuestra despensa aquellos alimentos artificiales y precocinados tan perjudiciales para nuestra salud como las malas relaciones.
Ángela Vallvey nos invita a sentarnos en la mesa para redescubrir el placer de comer en la compañía de nuestros seres queridos ante el incremento de las comidas solitarias frente a la pantalla del ordenador o el móvil. Las nuevas tecnologías nos han desconectado de las pequeñas alegrías derivadas de la intimidad del hogar, sustituyéndolas por la atractiva artificialidad de las vidas ajenas expuestas en las redes sociales.
De igual forma, la autora nos recuerda la importante relación entre una buena alimentación y el bienestar personal en una sociedad caracterizada por los problemas de salud derivados del exceso de peso y el sedentarismo, especialmente entre los sectores más jóvenes de la población.
La joven Fiona es el perfecto ejemplo de este pernicioso cambio en los hábitos alimenticios de los españoles, un país que siempre se había caracterizado por la dieta mediterránea, pero que a partir de determinadas circunstancias nos ha obligado a buscar alternativas rápidas, sencillas y baratas. Sin embargo, estos sucedáneos no consiguen satisfacer nuestro apetito, convertido en una gula insaciable. En consecuencia, los números de la báscula y la talla del pantalón se incrementan de forma inversamente proporcional a la menoscabada autoestima de Fiona.
En este sentido, Ángela Vallvey reflexiona sobre la presión social y la marginación de las personas con problemas de peso, especialmente entre los adolescentes, que acaba derivando en la mayoría de las ocasiones en acoso escolar, incrementando el aislamiento de esa persona y, por consiguiente, su dependencia emocional hacia la comida.
Sin embargo, toda la amargura en la vida de Fiona empieza a sustituirse por otros sabores prácticamente desconocidos para su inexperto paladar adolescente cuando prueba la «Tarta de almendras con amor» elaborada junto a la excéntrica tía Mirna. Al igual que Evelyn Couch y Ninnu Threadgoode en «Tomates verdes fritos» (Fannie Flagg), la amistad entre ambas mujeres permitirá a Fiona descubrir todo un recetario con los que afrontar los sinsabores diarios sin necesidad de recurrir a sus clásicos atracones.
La joven protagonista deberá encontrar el equilibrio emocional necesario para mejorar su alimentación y, por subsiguiente, la relación con sus seres queridos. Al fin y al cabo, la felicidad es una combinación de sabores que incluye situaciones amargas o palabras ácidas, permitiéndonos apreciar mejor los momentos dulces. La vida no debe convertirse en una dieta repleta de privaciones, pero tampoco debemos empacharnos que convierta la comida en una excusa para alimentar nuestra insatisfacción. La buena alimentación se basa en la proporcionalidad.
No obstante, Ángela Vallvey no consigue esa moderación al elaborar «Tarta de almendras con amor». La pretensión de la autora era cocinar con su prosa una novela que emulase la nouvelle cuisine, siendo una lectura original, entretenida y dinámica, pero el resultado acaba siendo bastante insípido.
La autora pretende reproducir en sus hojas el lenguaje de los adolescentes para dotar a la novela de un tono coloquial con el que puedan sentirse identificados resulta artificial. El uso de hashtag pretende conseguir una lectura interactiva de la novela, pero representa una interrupción constante bastante similar al irritante tono del Whatsapp avisándote de un nuevo mensaje.
En el mismo sentido, Ángela Vallvey recurre a los estereotipos tradicionales del género juvenil tanto en la descripción de los tres amigos para convertirlos en freaks inspirados en series como «Big Bang Theory», pero sin la química entre sus personajes; los diálogos insulsos y artificiales, entre los que se incluyen los sempiternos soliloquios de Fiona; o la obsesión de la protagonista hacia Alberto que repite el esquema narrativo de los best-sellers juveniles como «Crepúsculo» hasta el empalagamiento.
Si bien «Tarta de almendras con amor» es una novela sencilla, divertida y tierna, la elaboración final no consigue satisfacer las expectativas del lector, el resultado es insípido ante una receta que tiene como base demasiados ingredientes en común con otras opciones gastronómicas precedentes como «Una tarta de manzana rellena de esperanza» (Sarah Moore Fitzgerald), «Antojo de violetas» (Martine Bailey), «Un viaje de diez metros» (Richard C. Morais), «La escuela de los ingredientes esenciales» (Erica Bauermeister), «Chocolat» (Joanne Harris) o, por supuesto, «Como agua para chocolate» (Laura Esquivel). Si Ángela Vallvey pretende figurar entre las primeras opciones de este amplio menú literario, antes debería incluir la advertencia de no apto para diabéticos ni lectores poco conformistas.
LO MEJOR: La reflexión crítica de la autora acerca de diversas temáticas sociales relacionadas con la alimentación como el abandono de la dieta mediterránea a favor de la comida industrial, la pérdida de las comidas familiares por atracones en solitario frente a la pantalla del ordenador o el móvil, la marginación de las personas con problemas de peso, la dependencia emocional al consumo de determinados alimentos, entre otros. El excéntrico personaje de Mirna.
LO PEOR: El resto de ingredientes.
Sobre la autora: Ángela Vallvey Arévalo publicó varias novelas juveniles y más tarde obtuvo el Premio Jaén de Poesía 1998 con El tamaño del universo. Su obra Nacida en cautividad también fue galardonada en el certamen Ateneo de Sevilla 2006.
Es autora de las novelas A la caza del último hombre salvaje (1999); Vías de extinción (2000); Los estados carenciales (2002), por la que obtuvo el Premio Nadal y que se convirtió en un gran éxito de ventas; la recopilación de cuentos No lo llames amor (2003); La ciudad del diablo (2005); Todas las muñecas son carnívoras (2006); Muerte entre poetas (2008, finalista del Premio Planeta); El hombre del corazón negro (2011) y Mientras los demás bailan (2014).
Sus dos últimos trabajos son El arte de amar la vida (2015), un original manual para llegar a la felicidad a través de los libros y la lectura, y el ensayo de divulgación Amantes poderosas de la historia (2016).
Ha sido merecedora del premio Barcarola de poesía 2016 con el título Epidemia de fuego.
Escribe artículos habitualmente en prensa, un trabajo que le fue reconocido con el Premio Julio Camba de Periodismo.
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