
Crítica: A pesar de que los fantasmas son descritos como una entidad incorpórea, la cultura popular tiende a asociarlos con un espacio tangible en el que se manifiestan a través de múltiples fenómenos como el desplazamiento de objetos, cambios de temperatura, sonidos u olores inexplicables… El vínculo emocional establecido en vida hacia un lugar permite al espíritu seguir presente en el plano físico convirtiéndolo en una casa embrujada. La Mansión Winchester, Amityville, Loftus Hall, el Palacio de Linares son algunos ejemplos reales que han inspirado a escritores como Oscar Wilde («El fantasma de Canterville»), Edgar Allan Poe («El hundimiento de la Casa Usher»), Henry James («Otra vuelta de tuerca»), Nathaniel Hawthorne («La casa de los siete tejados»), W. H. Hodgson («La casa en el confín del mundo»), Richard Matheson («La casa infernal»), Stephen King («El resplandor») o Susan Hill («La mujer de negro») para abrirnos las puertas de los hogares en los que residen el más allá.
Si bien, el precedente de la mayoría de estas novelas es «La maldición de House Hill» firmada por la autora gótica estadounidense Shirley Jackson, quien narra una historia diferente sobre fantasmas profundizando en la psicología del miedo a través de un relato de atmósfera opresiva y una prosa desasosegante.
Igual que la obra de Henry James, «La maldición de House Hill» se caracteriza por la imposibilidad del lector para establecer el origen de los supuestos fenómenos paranormales descritos en la novela a consecuencia de la presentación de dos clases de fantasmas. Por un lado, las clásicas almas descarnadas que amenazan la integridad de los nuevos habitantes con su maliciosa presencia. Por otro, los fantasmas interiores asociados con sentimientos como la culpa que, poco a poco, debilitan el espíritu racional de las personas.
Shirley Jackson demuestra un amplio conocimiento sobre la psicología humana a través de sus personajes, en especial, Eleanor. La atormentada joven es la víctima perfecta para el mal que reside en la casa, quien acepta su destino entre aquellas paredes ante la imposibilidad de luchar sola contra el remordimiento de actos pasados, así como la ausencia de un futuro lejos de la propiedad. La escritora estadounidense nos ofrece un personaje inocente, puro, prácticamente virginal hacia la crueldad del ser humano contra sus semejantes que, ante la indiferencia –y posterior traición- de sus compañeros, va aislándose de la realidad para adentrarse lentamente en los oscuros rincones y laberínticos pasillos de su mente herida.
Las primeras páginas en las que se nos describe el viaje de Eleanor hasta Hill House son magníficas por ese monólogo interior en el que la protagonista altera las imágenes a su fantasía, previendo la carencia afectiva de la joven que se acentúa cuando conoce a la exultante Theodora, al atractivo Luke o al erudito doctor Montague.
Al igual que Hill House, todos acaban demostrando que las primeras impresiones son engañosas. Los ángulos desiguales de la arquitectura imposibilitan al lector confiar plenamente en sus sentidos; además, son una alegoría de los desequilibrios emocionales de sus nuevos inquilinos. La calma expectante de los primeros días es sustituida por los recelos aún con los esfuerzos de los habitantes por mantener una falsa apariencia de normalidad.
Precisamente, Shirley Jackson incrementa la tensión del relato con una prosa directa, basada en efectos sencillos que sobrecogen al lector al introducir esos fenómenos «paranormales» en escenas tan cotidianas que, de repente, alteran por completo la realidad de la escena ante su inesperada aparición. Si bien, la autora prescinde de suministrar demasiada información acerca del posible desencadenante que convirtió a Hill House en una propiedad maldita, una decisión que, aunque poco habitual, resulta acertada al permitir extraer diferentes conclusiones sobre el origen del mal. Es decir, ¿es la casa la auténtica –y única- responsable de tanto dolor y la desgracia? ¿O, por el contrario, son los propietarios quienes la corrompen con su malsana presencia?
En definitiva, «La maldición de House Hill» es una novela sobre fantasmas externos e internos de la persona basada en una forma de terror sutil en desuso frente al gore literario que predomina actualmente en el género. Shirley Jackson nos ofrece un relato desasosegante basado en una atmósfera opresiva que alterna de forma equilibrada lo paranormal y lo cotidiano, repleto de diálogos inteligentes, personajes ambigüos y giros inesperados que hacen de nuestra estancia en Hill House una experiencia –y una lectura- inolvidable.
LO MEJOR: El terror sutil basado en el escenario y la evolución de los personajes. La capacidad de la autora para sorprender constantemente al lector alternando las escenas cotidianas con los fenómenos paranormales. La ambigüedad del planteamiento, acentuada con la escasez de información proporcionada por Shirley Jackson acerca del posible origen del mal que habita en Hill House.
LO PEOR: El detrimento de este estilo de terror frente el gore literario que predomina actualmente en el género. La mayoría conoce la novela por la adaptación cinematográfica de 1999.

En los siguiente años, publica Nido de Pájaro, con gran éxito, y La brujería de Salem Village. En 1959 llegó The Haunting of Hill House , su novela más conocida, que ha llegado a ser considerado como el cuento de casa encantada por excelencia.
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