Crítica de La guerra de los mundos (H. G. Wells)

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Sinopsis: Las fábulas ideadas por Herbet George Wells  (1866-1946), uno de los padres, acaso el más notable, de la ciencia ficción, han demostrado a lo largo del tiempo mantener un vigor y tocar unos resortes del inconsciente humano que a menudo las han elevado a iconos del mundo moderno. La guerra de los mundos (1898), relato trepidante que narra la invasión de la Tierra por los marcianos y que supuso por primera vez la irrupción de seres de otros planetas en el nuestro, marcó en buena medida la fantasía del siglo xx y abrió un filón -el del contacto de los hombres con seres extraterrestres- que no tardó en convertirse en uno de los más importantes de la ciencia ficción, sirviendo de inspiración a numerosos artistas posteriores en los ámbitos de la radio, el cine, la literatura, el cómic y la televisión

Crítica: «Sabemos ahora, que en los primeros años del siglo XX, nuestro planeta estaba siendo observado muy atentamente por inteligencias superiores a las del hombre, aunque también tan mortales como las nuestras. Sabemos ahora que mientras los hombres se dedicaban afanosamente a sus múltiples ocupaciones y negocios, estaban siendo examinados y estudiados, tan minuciosamente, como el hombre mismo hace con un microscopio cuando examina los microbios que se concentran y multiplican dentro de una gota de agua. La gente se movía alegremente de un lado a otro por toda la faz de la Tierra, dedicada a sus particulares quehaceres. Individuos plenamente convencidos de su dominio sobre este pequeño planeta del sistema solar, que, por casualidad, o mejor dicho, por designio Divino, el hombre ha heredado, escapando así, de la misteriosa oscuridad del tiempo y del espacio. Sin embargo, a través del inmenso universo, mentes que son a nuestras mentes como las nuestras lo son a las de las bestias de la jungla, inteligentes, poderosas, frías y carentes de sentimientos, contemplaban con envidia nuestro planeta Tierra. Seres que lentamente, pero con mucha seguridad, preparaban un plan contra nosotros. Fue en el año 39 del siglo XX cuando llegó la gran desilusión. A finales del mes de octubre, sucedió lo inesperado.» 

Orson Welles concluía la lectura del primer párrafo de «La guerra de los mundos» escrita por H. G. Wells en 1898, mientras  el locutor de la CBS anunciaba las previsiones meteorológicas antes de que los doce millones de oyentes pudieran disfrutar en directo de la orquesta de Ramón Raquello desde el Hotel Meridian Plaza, en Nueva York. Aquella víspera de Halloween, los estadounidenses disfrutaban en sus hogares de la música, cuando la retransmisión se interrumpió bruscamente para informar sobre unas extrañas perturbaciones en la atmósfera de Marte. A pesar de que al inicio del programa se advirtió a lo radioyentes que aquello se trataba de la adaptación de la novela, el pánico se extendió entre la población, creyendo que realmente estaban siendo testigos de una invasión extraterrestre. La gente huyó de forma masiva colapsando las carreteras; los teléfonos de emergencia se sobresaturaron de llamadas de personas que afirmaban haber visto las naves espaciales y sus ocupantes alienígenas; las comisarias eran incapaces de atender a todas las aterrorizadas personas que acudían a sus instalaciones, algunas dispuestas a alistarse para luchar en la inminente guerra de los mundos… Posteriormente, Orson Welles tendría que disculparse públicamente, pero su adaptación radiofónica de «La guerra de los mundos» contribuyó a popularizar la novela de Wells, prácticamente desconocida entre los lectores estadounidenses, quienes, a partir de esa noche, mirarían con desconfianza hacia el cielo estrellado y, en especial, el planeta rojo. 

Al igual que en otras novelas suyas de ciencia ficción, H. G. Wells demostró el carácter visionario de su obra narrando la primera invasión alienígena de la Tierra en la literatura. «La guerra de los mundos» estableció un precedente en el género, apreciándose todavía su influencia no solo en libros, sino también en películas o videojuegos. 

Una novela atemporal, capaz de seguir estremeciendo al lector actual con una pormenorizada descripción de los acontecimientos a través de la narración en primera persona de un superviviente anónimo, un testigo involuntario de la invasión desde sus fases iniciales - cuando los extraterrestres planificaban la invasión en su planeta de origen -hasta la inesperada resolución del conflicto. Un relato dotado de un gran realismo por la elección de emplear un falso diario a fin de reconstruir los terribles sucesos de aquellas semanas, así como la elección de un núcleo de población alejado de las grandes metrópolis urbanas para dotarlo de mayor cercanía. 

H. G. Wells empleaba el recurso de la desinformación para incrementar el efecto devastador de sus palabras. La confusión inicial cuando aterrizaban los cilindros, los extraños sonidos provenientes de su interior, el devastador efecto del rayo calórico, el alzamiento de los trípodes… El autor acrecienta la tensión psicológica del relato introduciendo progresivas revelaciones acerca de los extraterrestres, de forma paralela al relato de supervivencia del protagonista. 

Si bien existen personas que consideran «La guerra de los mundos» una novela con un mensaje crítico contra el imperialismo colonial europeo por referencias como la extinción del dodo, la mayoría de las escenas recuerdan más a los grandes conflictos bélicos. De hecho, el éxodo masivo de Londres tiene grandes paralelismos con los bombardeos de la capital inglesa durante la Segunda Guerra Mundial, aunque éste todavía no se hubiese producido –y aun tuviera que transcurrir casi un siglo antes de que las naciones se alzaran contra el nacionalsocialismo alemán-. 

A pesar de ello, H. G. Wells demuestra una sutil ironía para evidenciar la “superioridad” de nuestra especie. La mordacidad del final es el principal ejemplo, aunque podemos apreciarlo en otros detalles como la rápida degradación de la civilización. Adviértase durante su peregrinaje, el protagonista acaba conviviendo con dos personajes que ilustran a la perfección el cinismo del autor hacia el ser humano. Por un lado, el cura que debería transmitir un mensaje de esperanza, demostrando su fe inquebrantable ante la adversidad y, no obstante, es uno de los primeros en sucumbir a la locura, débil de espíritu, avaricioso… Por otro, el artillero, aquellos que deberían protegernos demuestran ser los menos indicados para desarrollar esta labor cuando adquieren poder -aunque sea limitado- dejándose arrastrar por quimeras de una futura civilización donde ostentarían los máximos rangos de autoridad y prestigio, llegando incluso a decidir quién merece vivir en esa utopía inalcanzable.

Y aunque los diálogos son escasos, incorporan un análisis antropológico de gran interés que transmiten ese pesimismo. H. G. Wells consigue deshumanizar a nuestra especie mientras se incrementa nuestra admiración por los extraterrestres conforme nos describen sus avances biológicos y mecánicos. Es más, concluida la novela cabe preguntarse si realmente nos merecemos nuestro planeta, pues no hemos sido nosotros quienes lo hemos salvado de esta amenaza, sino otra especie apenas evolucionada desde el surgimiento de la vida. E incluso es posible que nosotros seamos otra especie invasora tan cruel, violenta y avariciosa, pero con la diferencia de que hemos dispuesto de más tiempo para adaptarnos al medio y sobrevivir. 

En definitiva, «La guerra de los mundos» es una clásico de la ciencia ficción imprescindible para cualquier apasionado del género que vuelve a demostrar el visionario carácter de su autor. H. G. Wells nos ofrece un relato de gran tensión psicológica en el que, además, reflexiona acerca de la “superioridad” de nuestra especie, tanto biológica como moral. Si bien la narración resulta irregular en algunos capítulos, el escritor inglés consiguió ya a finales del siglo XIX muchos se hicieran la misma pregunta mientras observaban el cielo nocturno. ¿Y si no estuviéramos solos en el universo? 

LO MEJOR: La primera novela de ciencia ficción que describía una invasión alienígena, estableciendo un precedente todavía apreciable en la literatura y el cine. La ironía del autor para evidenciar la “superioridad” de nuestra especie. H. G. Wells demuestra una gran habilidad para incrementar de forma progresiva la tensión psicológica del relato introduciendo progresivas revelaciones acerca de los extraterrestres. La elección del escenario que, al alejarse de los grandes núcleos urbanos con los que asociamos las invasiones alienígenas, dota a la historia de mayor cercanía y realismo. 

LO PEOR: La narración desigual en algunos capítulos. 

Sobre el autor: H. G. Wells nació en Bromley, Kent, como el tercer hijo varón de Joseph Wells y su esposa Sarah Neal. La familia, de la empobrecida clase media-baja de la época, lo llamaba Bertie. Tenían una tienda nada próspera comprada gracias a una herencia, en la que vendían productos deportivos y loza fina. Un accidente infantil por el que se rompió la tibia y su larga convalecencia lo obligaron a permanecer durante meses en reposo. Con ocho años de edad, esta impuesta quietud propició el descubrimiento de la lectura y en particular, guiado por su padre, de autores como C. Dickens o W. Irving. 

Cuando su padre sufrió un accidente que le impidió ganarse la vida como lo había hecho hasta entonces, Herbert y sus hermanos comenzaran a emplearse en diversos oficios. Fue así como, entre 1881 y 1883, llegó a ser aprendiz de una tienda de textiles llamada Southsea Drapery Emporium: Hyde's, experiencia que se ve reflejada en sus novelas. 

En su juventud, Wells recibió una beca para poder estudiar biología en la Normal School of Science de Londres, y alejado del humanismo clásico, se situó en una posición más cercana a las ciencias, que le proporcionó buena parte de la energía creadora que nutrió su trayectoria como novelista. 

Debido a su falta de recursos económicos, tardó varios años en licenciarse. Poco después, debido a problemas físicos, decidió dedicarse a la escritura de manera constante. Durante 50 años escribió más de 80 libros. Su producción podría dividirse en tres etapas: la de novela científica, la familiar y la sociológica. La novela científica comenzó con el fin de la Segunda Guerra Mundial y se convirtió pronto en un género popular, y las escritas por Wells son obras maestras del género gracias a su interés científico, así como a sus sólidas estructuras estilísticas y a su prodigio imaginativo. Basta como ejemplo la primera de ellas, La máquina del tiempo (1895), en la que el inventor de la máquina puede viajar hacia el pasado o el futuro con un sencillo movimiento de palanca. Fue miembro de la Sociedad Fabiana. 

Acosado por los achaques físicos que le habían perseguido a lo largo de toda su vida, tuberculosis y lesión de riñón, se refugió durante sus últimos años en su finca de Easton Glebe, dedicado a la revisión de sus obras completas. H.G. Wells falleció el 13 de agosto de 1946 en Londres.

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