Sinopsis: En 1922, la arrebatadora y precoz Louise Brooks, de tan solo quince
años, y su acompañante, Cora Carlisle, una mujer casada muy tradicional, viajan
juntas desde Witchita, Kansas, a Nueva York, la nueva metrópolis de moda. Cada
una tiene sus propios motivos para hacer ese viaje: la rebelde Louise se ha
inscrito en la academia de danza vanguardista Denishawn, porque sueña con
llegar a ser una famosa bailarina. Una ilusión que cumplirá de largo,
convirtiéndose en una conocida actriz del cine mudo y en la mujer más deseada
del Hollywood de la época. Por su parte, Cora no solo busca escapar de la
monotonía de su vida, sino que quiere cumplir un deseo que lleva años
postergando: encontrar sus orígenes, ya que nunca ha conocido a sus padres.
Obligadas a pasar juntas un verano en la fascinante y caleidoscópica ciudad de
Nueva York, estas dos mujeres aprenderán a entenderse y descubrirán que la vida
les tienere servadas muchas sorpresas.
Crítica: Los felices años 20 representan una de las décadas más
convulsas de la historia contemporánea estadounidense. La expansión económica
de la época posibilitó la democratización del consumo a través de factores como
la producción en serie, el pago aplazado o el crédito, posibilitando el acceso
a productos y servicios que, previamente, estaban limitados a las clases altas.
Además, y con objeto de satisfacer la creciente demanda, se introdujeron nuevas
formas de ocio orientadas a las masas (cine, teatro, cabarets, etc.) que impulsó
la industria de Hollywood. Una época dorada personificada por sus artistas
gracias al Star System que basaba la
producción de las películas en referencia a la popularidad de actores y
actrices como Charles Chaplin, Buster Keaton, Gloria Swanson, John Gilbert,
Rodolfo Valentino o Louise Brooks.
Precisamente,
aquella joven de peinado bob representaba
un auténtico paradigma de modernidad con su peculiar estilo, así como una
personalidad atípica para la época. Es posible que la mayoría de mujeres de
aquella década se sintieran liberales exhibiendo las rodillas, negándose a
vestir con corsé o luciendo maquillaje a plena luz del día. Sin embargo, Louise
Brooks destacaba entre sus congéneres por su carácter indómito que rechazaba la
hipocresía social respecto a tabúes como el sexo. De hecho, abandonó Hollywood
para trasladarse a Europa, donde protagonizó varias películas del director expresionista
alemán Georg Wilhelm Pabst, quien la seleccionó para interpretar a Lulú en «La caja de
Pandora», todavía considerada una de las obras maestras del cine
mudo y, además, una de las primeras cintas que mostraba una relación entre
lesbianas.
No
obstante, toda leyenda tiene un origen. A pesar de que Louise Brooks demostró
desde una temprana edad una gran
ambición y talento, necesitaba una oportunidad que le permitiese darse a
conocer en el competitivo gremio de los artistas. La compañía de danza moderna de
Ted Shaw se la proporcionaría invitándola a participar en un curso intensivo de
verano para cumplir su sueño de ser bailarina. Sin embargo, Louise solo tenía
quince años cuando se trasladó desde Wichika (Kansas) hasta Nueva York. Por
esta razón, sus padres decidieron que la acompañase durante su viaje y estancia
una vecina de la ciudad, Cora Carlisle, quien nos narra el cambio que supuso
para ambas mujeres aquel verano.
Al
igual que Nick Carraway («El Gran Gatbsy»,
F. Scott Fitzgerald), nos describe la decadencia del «sueño americano» en los años 20 ante el fausto
despliegue de Nueva York. Laura Moriarty nos obsequia con un personaje de
sólidas convicciones morales que viaja hasta la gran metrópoli buscando
respuestas sobre su pasado. De hecho, ella es la auténtica protagonista de la
novela y no exclusivamente la voz narrativa, mientras que Louise Brooks proporciona
a la autora una base real sobre la que fundamentar su prosa a fin de transmitir
importantes reflexiones sobre la necesidad del cambio y las repercusiones en
nuestras vidas.
«Una acompañante
en Nueva York» es una novela histórica que reconstruye con asombrosa
exactitud el contexto en el que se desarrolla la historia. Paradójicamente, la
decisión de la autora de narrárnosla a través de Cora Carlisle y no de Louise
Brooks demuestra ser muy acertada, porque Laura Moriarty no busca un
complemento a la biografía «Lulú en
Hollywood» escrito por la propia
actriz, sino una novela por completo independiente que nos permitiese
comprender mejor los conflictos de aquellos años, en especial para las mujeres.
La obtención de derechos fundamentales
en décadas anteriores, como el voto femenino, se convirtieron en
importantes avances hacia la igualdad, pero también se convirtieron en un
retroceso significativo en lo que respecta a los valores por los que se
regirían las futuras generaciones.
«-Te lo digo en
serio, Cora. A esta nueva generación le pasa algo. No les interesa ninguna de
las cosas importants. Cuando nosotras éramos jóvenes, deseábamos votar.
Queríamos la reforma social. Hoy en día las chicas solo quieren… pasearse por
ahí prácticamente desnudas para que las contemplen. Es como si no tuvieran
ninguna otra vocación.»
El contraste entre ambas mujeres se convierte en uno
de los detalles más atractivos de la novela, pues nos permite la dualidad de
1920. Por ejemplo, la prosperidad económica conllevó un incremento de la inmigración y, a pesar de
que Estados Unidos se promovía como un país de riqueza y oportunidades, los extranjeros no disfrutaron de los mismos
privilegios que el resto de ciudadanos. De igual modo, la prohibición de vender
alcohol comportó el auge de la mafia, el aumento de la
violencia en las calles, la inseguridad ciudadana, la corrupción política o
de los problemas de salud derivados del
consumo de bebidas procedentes de destilerías ilegales. Con todo, Laura Moriarty se centra
especialmente en la progresiva individualidad de las mujeres que rechazaban las
constricciones del pasado.
No obstante, pronto comprendemos que aquella supuesta
libertad es, en realidad, una frágil apariencia basada en insignificancias.
«Sin embargo,
mirando alrededor en ese momento, vio que muchas de las mujeres presentes, sino
la mayoría, se habían aplicado sin miramientos sombra y delineador en los ojos,
y carmín y brillo en los labios. Más de una llevaba la falda justo por encima
de las rodillas. (…) Nada de eso habría sido concebible cuando Cora tenía la
edad de Lousie. Tal vez Lousie estuviera en lo cierto. Quizás las viejas pautas
empezaban a cambiar. (…) Quizás se estaba quedando desfasada, tan provinciana y
anticuada en su pensamiento como su indumentaria. Acaso era como las viejas que
reprochaban a las mujeres de su generación un comportamiento anormal por
molestar a los legisladores y pedir a desconocidos en la calle que firmaran
peticiones para intentar conseguir el voto. Pero Cora no se podía creer que
todos los valores fueran realmente tan efímeros. ¿Y hasta dónde podían llegar
esas nuevas modas? ¿Dónde terminarían? ¿Se esperaría que las mujeres, al cabo
de pocos años, se pasearan con los muslos y la cintura al aire, y serían tildadas
de puritanas si no lo hacían? (…)».
Por esta razón Cora
Carlisle debe aceptar el progreso, pero sin renunciar a su
identidad para convertirse en aquellos que los demás esperan de ella, tal y
como le ocurrió a Lousie Brooks. De esta forma, la autora nos transmite una
reflexión fundamental. Es cierto que nuestro pasado nos determina y, aunque no podemos
ignorarlo, resulta necesario discernir que dominio le permitimos ejercer sobre
nuestro presente.
«Una acompañante en Nueva York»
proporciona una importante lección al lector sobre la búsqueda de la identidad y, en especial, de la felicidad a
través de dos personajes (uno ficticio y otro real) venciendo los prejuicios
vigentes de varias generaciones que, en realidad, comparten más semejanzas que
diferencias.
« (…) Esos
pueden ser los efectos del trato con jóvenes, es la gran recompensa a tanto
dolor. Los jóvenes pueden exasperar, claro está, y asustar, y mostrarse
condescendientes, e insultar y cortarte con sus aristas todavía sin pulir. Pero
también pueden arrastrarte, mientras protestas y regañas e intentas apartarte,
hasta la mismísima ventaba del futuro, e incluso empujarte por ella.»
Si bien, aunque la autora consigue mantener un ritmo
adecuado durante la mayor parte de la novela, observamos una modificación
durante los últimos capítulos que afecta a la narración. Previamente, el relato
se centraba en un período concreto en el tiempo (un mes), Laura Moriarty
concluye la historia abarcando décadas completas de la vida de Cora,
impidiéndole profundizar en los acontecimientos descritos. Al principio
el cambio apenas es apreciable, pero, poco a poco, comprobamos que los párrafos
son cada vez más breves, mientras que los sucesos mencionados poseen una gran
trascendencia durante la última etapa de la protagonista. En consecuencia, el
tono también varía para adaptarse al nuevo ritmo, volviéndose más dulcificado,
los conflictos se resuelven con gran facilidad gracias a la tolerancia
adquirida por la protagonista a través de sus experiencias en Nueva York. No
obstante, el cambio en la personalidad respecto a algunas cuestiones resulta
desconcertante, e incluso demasiado avanzado
a su época. Es cierto que Louise Brooks representó un paradigma de la modernidad, pero debemos
considerar sus circunstancias personales, así como su juventud para comprender
su espíritu impetuoso. No obstante, resulta incoherente en el personaje de Cora
precisamente por los detalles mencionados.
A pesar de ello, «Una
acompañante en Nueva York» es una novela histórica que rinde un auténtico
tributo a la época jazz de la historia contemporánea estadounidense a través de
una magnífica reconstrucción del estilo de vida de aquella convulsa época.
Laura Moriarty utiliza el pasado como fuente de inspiración, pero también como
instrumento para transmitir un importante mensaje a los lectores a través de
dos mujeres diametrales que, en realidad, buscaban lo mismo en su viaje a Nueva
York: descubrir quiénes eran en un mundo de constantes cambios. Es posible que
Louise Brooks hubiese agradecido en su vida real una acompañante como Cora
Carlisle, porque nos encontramos ante una notable excepción en la que la
ficción supera la realidad. Si bien, siempre nos quedaran sus películas y, por
supuesto, esta novela.
LO MEJOR: La recreación del contexto.
El contraste entre los personajes de Cora Carlisle y Lousie Brooks que refleja
la dualidad de la época. La paradoja que demuestra la libertad femenina como
nuevas formas de conservadurismo. El mensaje reflexivo de la novela sobre la
importancia del pasado y la búsqueda de identidad.
LO PEOR: La modificación del ritmo
narrativo y el tono de la novela durante los últimos capítulos.
Sobre
la autora: Laura Moriarty estudió escritura
creativa, asignatura que en la actualidad imparte en la Universidad de Kansas,
y está licenciada en trabajo social. Sus novelas anteriores The Center of Everything, The
Rest of Her Life y While I'm Falling,
han recibido excelentes críticas de los lectores y la crítica, y se han
publicado en varios países. Una acompañante en Nueva York se ha traducido a más
de diez idiomas.
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