Sinopsis: Estamos en el año
2033. El holocausto nuclear ha
arrasado la civilización. Los supervivientes, pequeñas comunidades de humanos,
encuentran refugio en el metro de Moscú. De este modo, se protegen de los altos
niveles de radiación que asolan el exterior y de las temibles criaturas mutantes.
Pero ni siquiera bajo el subsuelo puede evitar luchar contra las extrañas
criaturas que los acechan
La
intrincada red del metro de Moscú se convierte en el escenario de esta
claustrofóbica y reveladora novela. A pesar de catalogarse como
ciencia-ficción, Metro 2033 es, en
realidad, una feroz crítica a la sociedad contemporánea rusa a través de un
exhaustivo análisis de los diferentes segmentos que la componen, empleando el
metro como principal alegoría. De este modo, cada estación se convierte en un
núcleo que concentra una ideología concreta y solo se relaciona con las demás
cuando existe la posibilidad de obtener algún beneficio con esa colaboración. Es decir, aún
compartiendo un espacio limitado y siendo pocos los que han conseguido salvarse
del terrible holocausto, los supervivientes son incapaces de convivir los unos
con los otros, estableciendo nuevas fronteras que los mantienen aislados del
resto ante su incapacidad para olvidar sus conflictos del pasado y sus
diferencias del presente. Dmitry Glukhovsky nos describe un entorno hostil, no
tanto por las condiciones en las que deben subsistir ni por las criaturas que
acechan entre las sombras, sino por los propios supervivientes.
Al
igual que otras novelas de ciencia-ficción, Metro
2033 concede un especial protagonismo a los conflictos morales de sus
personajes, que manifiestan a través de extensos diálogos de fuerte contenido
teológico y filosófico. Pese a representar la auténtica esencia del libro
frente a la acción, los constantes intercambios de impresiones interrumpen la
trama y vuelven la narración desigual. En muchas ocasiones, están
injustificados si consideramos el contexto en el que se desarrollan. Además,
muchas reflexiones hacen mención a sucesos y personajes desconocidos por la
mayoría de los lectores. Es obvio que
Glukhovsky ha querido expresar su preocupación ante el rumbo que está
adquiriendo la actual sociedad rusa y, a pesar de que el fenómeno de Metro 2033 ha trascendido fronteras
gracias al fenómeno de los blogs, su lectura solo resulta comprensible viviendo
en ese contexto o a través de un profundo conocimiento de la historia de este
país. En este aspecto, cabe preguntarse si el experimento social realizado por
Dmitry Glukhovsky pretendía limitarse exclusivamente al territorio ruso o, por
el contrario, acercar la realidad de su país al resto del mundo, convirtiéndose
en una llamada de atención por su falta de implicación en estos conflictos a
pesar de las constantes noticias que nos llegan sin verse afectadas por la
censura del gobierno.
Concluido
el análisis de la vertiente crítica de la novela, centrémonos por completo en
la ficción. Glukhovsky apuesta por la narración en primera persona a fin de
centrar toda la atención en Ayrtom por dos motivos. En primer lugar, este
personaje representa el único vínculo existente entre el subsuelo y el mundo de
la superficie. Si bien están los miembros más ancianos para perdurar el
recuerdo de aquella vida lejos de las vías de tren y los túneles, la juventud
de Ayrtom le permite formarse un juicio propio sin dejarse influenciar por los
recuerdos. De esta forma, obtenemos una visión más objetiva de todo cuanto nos
es descrito, permitiendo que el lector, a su vez, se forme su propia opinión.
En segundo lugar, la identificación. Una narración subjetiva siempre tiene por
objetivo establecer un vínculo de empatía entre el lector y el protagonista.
Así, en los episodios de mayor tensión, la lectura adquiere una dimensión
palpable fuera del papel y experimentamos la misma angustia y el pánico que
poco a poco invade a Ayrtom cuando se enfrenta a la oscuridad, sintiendo como
las sombras cobran vida y lo observan con ojos ciegos.
Otro
acierto es el aspecto indefinido de las criaturas. El propio Ayrtom tiene
grandes dificultades para detallar su aspecto cuando le preguntan y la vaguedad
de sus descripciones son insuficientes para forjarnos una imagen completa. Nada
inspira tanto terror como desconocer la naturaleza del miedo y, mucho más, la
incapacidad para proporcionarle un rostro y un nombre que nos permita
identificarlo entre los muchos peligros que acechan en este nuevo mundo. De
esta forma, Glukhovsky consigue prolongar la angustia incluso en los espacios
abiertos, al no saber a qué nos enfrentamos. Algunas amenazas más mundanas,
como las ratas, adquieren la dimensión onírica de una pesadilla al ser
mencionadas exclusivamente por los sonidos que realizan. Podría decirse que, en
esta historia, estamos doblemente ciegos. Por un lado, se trata de una ceguera
física, relacionada con la oscuridad que predomina en el entorno. Por otro, una
ceguera simbólica, resultado del desconocimiento para enfrentarse a este nuevo
mundo y los prejuicios que nos impiden evolucionar y adaptarnos al mismos. Es
decir, nuestra propia incapacidad para aceptar los cambios y nuestro
empecimiento en seguir adaptando el mundo a nosotros, y no viceversa, solo
consigue volvernos más vulnerables en un contexto en el que ha surgido una vida
nueva, allí donde solo debería existir muerte. Y es el temor de vernos
reemplazados, de ser destronados por esos recién llegados, lo que nos impide
seguir avanzando no hacia la supervivencia, sino hacia la convivencia.
Sin
embargo, existe un importante desequilibrio entre ambas partes. Adviértase que,
frente al trasfondo político y social, los fragmentos con una mayor acción
están menos desarrollados y se fundamentan en muchos de los tópicos del género,
en especial, la fortuna de su protagonista para esquivar a la muerte siempre en
el último momento. Glukhovsky transmite la sensación de haberse centrado tanto
en la vertiente crítica de Metro 2033, que
olvida el contexto y, cuando quiere retomarlo, desconcierta al lector por este
cambio en la narración. Y es que los primeros se prologan en exceso en
comparación con la brevedad de los segundos.
En
conclusión, Metro 2033 es una lectura
interesante por tratarse, en realidad, más de un ensayo reflexivo de la
sociedad contemporánea rusa en lugar de limitarse a la clásica novela de
ficción. A pesar de las notables diferencias culturales, existe un denominador
común que nos permite empatizar con sus personajes: el miedo. Una sensación
incrementada por un escenario claustrofóbico y una amenaza incierta, además del
retrato de Ayrtom, que experimenta una interesante evolución a lo largo de la
historia de la que seremos testigos en primera persona. Sin embargo, el
desigual tratamiento de sus partes o el uso de algunos tópicos propios del
género empobrecen el conjunto, volviéndolo inconsistente y tedioso en su
lectura.
En Metro 2034, Dmitry Glukhovsky tendrá que
superar esas carencias y resolver algunas cuestiones sin resolver en la primera
parte, todo si no quiere quedarse perder el siguiente tren.
VALORACIÓN: 5
LO MEJOR: El metro de Moscú como principal
escenario de la novela y que sirve de metáfora para representar los conflictos
de la sociedad rusa contemporánea.
LO PEOR: Una ensayo social reflexivo
presentado como una novela de ciencia-ficción que se centra en exceso en la vertiente
crítica, olvidándose de la historia principal. El desigual tratamiento de las
partes que componen la trama, la prolongación innecesaria de algunos diálogos
que ralentizan la acción y las limitaciones culturales para comprender algunas
de las reflexiones.
Disponible en La Web del Terror.
Sobre el autor: Licenciado en Periodismo y
Relaciones Exteriores por Universidad Hebrea de Jerusalem. En la actualidad,
trabaja como free-lance para Russia
Today's. Participó como corresponsal en la expedición rusa al Polo. Entre
los éxitos de su carrera cabe destacar su retransmisión minuto a minuto de la
muerte del presidente yugoslavo Slobodan Milosevic, y el seguimiento de las
elecciones al parlamento Ucraniano en Marzo de 2006. También ha escrito a cerca
de la crisis del gas en Moscú y de las consecuencias sobre Europa en el
invierno de 2005.
Metro 2033 apareció por primera vez online en el 2002, y más tarde se convirtió en
un experimento interactivo, atrayendo a miles de lectores de toda Rusia. En el
año 2005, fue publicada por una editorial, y se ha convertido en un bestseller
nacional.
En 2007,
Glukhovsky fue galardonado con el Encouragement
Award de la Sociedad Europea de Ciencia Ficción en el prestigioso concurso Eurocon de Copenague por su novela Metro
2033.
Ya en 2009,
se han vendido más de 400.000 copias de Metro 2033, solo en Rusia. Los lectores
online son cinco veces más numerosos. Los derechos del libro se han vendido a
más de 20 países. El videojuego, un FPS, lanzado y distribuido mundialmente a
principios de 2010 para PC y Xbox 360. Actualmente, Glukhovsky mantiene
conversaciones con estudios de Hollywood y productores para vender los derechos
de la película.
Metro 2034, la secuela de Metro 2033, ha vendido unas 300.000 copias en solo seis
meses, convirtiéndolo en el mayor bestseller local de Rusia en 2009. El libro
ha sido también publicado gratis online, en el sitio oficial de Metro 2034,
donde más de un millón de visitantes han leído el texto. Glujovski ha
convertido un libro en un proyecto artístico, invitando al famoso músico ruso
Dolphin a componer una banda sonora para la novela, mientras el artista Anton
Gretchko trabaja en una serie de imágenes al óleo.
En
2007 publicó su última novela, Está
oscureciendo, que, al igual que sus predecesoras, fue
también un experimento online, pues Dmitry Glukhovsky fue publicándola capítulo a capítulo en su
blog.
Acabo de terminar el libro. Una completa perdida de tiempo. Saludos
ResponderEliminarJugada opinión. Coincido
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