Es difícil concentrarse en tu trabajo cuando realizas autopsias en una habitación subterránea y con un sistema de ventilación cerrado para garantizar los resultados de los exhaustivos análisis críticos de mis pacientes literarios. Si en el exterior las temperaturas superan con facilidad a los 40º grados, imaginaos dentro de mi cubículo laboral con el asfixiante uniforme. Por esta razón, he decidido adelantar mis vacaciones estivales, que se prolongarán hasta finales de agosto. 

Durante este tiempo quiero aprovechar para centrarme en los entrenamientos de Crosffit con objeto de competir en un corto plazo de tiempo, así como retomar varias lecturas pendientes, pero sin otra intención que por el simple placer que me proporciona. Por otro lado, tampoco me vendría mal tomar un poco el sol. 

No os preocupéis, en septiembre volveré a coger el bisturí para retomar las disecciones con pulso más firme y la piel morena. Os deseo un verano de buenas lecturas.


Sinopsis: Distinguida con el Premio Pulitzer en 1940, Las uvas de la ira describe el drama de la emigración de los componentes de la familia Joad, que, obligados por el polvo y la sequía, se ven obligados a abandonar sus tierras, junto con otros miles de personas de Oklahoma y Texas, rumbo a la «tierra prometida» de California. Allí, sin embargo, las expectativas de este ejército de desposeídos no se verán cumplidas. 

Crítica: Florence Michel Owens Thompson –o Madre Migrante- se convirtió en la imagen de la Gran Depresión estadounidense que resumía las penurias de las familias obligadas a emigrar hacia el oeste del país tras la expropiación de sus tierras, siempre con la esperanza de encontrar un trabajo que les permitiese subsistir en un mundo que cambiaba muy deprisa, ignorando los valores tradicionales y la importancia de la familia. A pesar del tiempo transcurrido, aquella icónica fotografía realizada por Dorothea Lange -quien acabaría siendo conocida como la fotógrafa del pueblo por su trabajo para la Administración de Seguridad Agrícola-, sigue vigente ante el drama de la inmigración ilegal, especialmente después de las últimas tragedias como los naufragios frente a las costas de Lampedusa, demostrando que poco -o nada- ha cambiado desde aquel instante captado a través del objetivo de una cámara. 


Al igual que aquella colección de fotografías, «Las uvas de la ira» dota de nombre y rostro a las miles de historias anónimas víctimas del Dust Bowls, una persistente sequía prolongada durante seis años, que incrementó las consecuencias del crack del 29. 

La novela de John Steinbeck es un intenso drama histórico, además de una exaltada crítica contra la injusticia económica, política y social del país con la que pretendía restablecer la humanidad de quienes estuvieron obligados a abandonar sus hogares para iniciar un éxodo masivo hacia la esperanzadora promesa de una nueva oportunidad en los estados del oeste. 

Si bien el autor narra el arduo peregrinaje de la familia Joad, intercala capítulos en los que la ficción se complementa con la realidad para analizar las distintas consecuencias de la recesión: la progresiva industrialización de las actividades agrícolas, las nuevas condiciones en la explotación de los cultivos, los negocios emergentes asociados a los movimientos migratorios como la venta de coches de segunda mano o los restaurantes de carretera, los albergues del gobierno y un largo etcétera que convierten la novela en un exhaustivo ensayo de aquellos difíciles años. 

De igual modo, observa con preocupación la gradual corrupción de los valores sobre los que toda sociedad debería cimentarse, sacrificados a favor del progreso económico. En consecuencia, desaparece la solidaridad e impone el bienestar material; es decir, un contexto que exalta la propiedad y menosprecia a la persona, sembrando la desigualdad que, poco a poco, haría profundizar las raíces del odio y la violencia. 

Igual que los hambrientos y esperanzados peregrinos, John Steinbeck no proporciona alivio mientras se suceden los obstáculos en el camino con escenas plañideras por la desesperación que transmiten al lector. Los sentimientos se enaltecen ante la indiferencia, el egoísmo o el desprecio del resto, incapaces de empatizar con sus circunstancias personales al considerarlos una amenaza. No obstante, los auténticos responsables de esta situación fue, en realidad, la avaricia de los bancos y los grandes empresarios que se aprovecharon de la expropiación de tierras para comprarlas a precios irrisorios; del exceso de oferta de mano de obra convocada a través de falsos panfletos para reducir salarios y empeorar las condiciones de trabajo; o de promover el miedo entre los habitantes autóctonos para que rechazasen a los inmigrantes, olvidando que todos eran ciudadanos del mismo país a los que ahora se les negaba los mismos derechos y oportunidades para evitar la reducción de su beneficio. 

Con todo, «Las uvas de la ira» destaca por sus personajes, pues la familia Joad resume a la perfección las diferentes perspectivas ante la misma situación destacando a Mamá Joad, la columna vertebral del relato. La impotencia de Papá Joad la obliga a asumir el liderazgo a fin de evitar la disgregación de sus miembros ante los conflictos que surgen durante el viaje hacia California. Es más, durante la Gran Depresión, las mujeres se convirtieron en el pilar fundamental que sustentaba al resto en los momentos de incertidumbre y debilidad, perseverando ante la adversidad. 

De hecho, el personaje de Rose of Sharon Joad Rivers, la hija mayor del matrimonio Joad, se convierte en una mujer madura y generosa cuando imita el sacrificado espíritu de su progenitora al final de la novela, transmitiendo un mensaje de esperanza hacia el futuro con su altruista gesto que compensa el egoísmo de su anterior comportamiento. 

No obstante, en determinados miembros del clan como Noah Joad o los pequeños Ruthie y Winfield se hubiese agradecido un mayor desarrollo, pues prácticamente carecen de relevancia excepto en su presentación al lector, e incluso resulta contradictoria su intervención en algunas escenas de la novela. Por ejemplo, la aflicción de Mamá Joad cuando Al insiste en abandonar la familia para empezar su propio camino y, en cambio, acepta la fuga de Noah con tanta facilidad. 

A pesar de ello, «Las uvas de la ira» es una lectura imprescindible por la vigencia de su planteamiento, así como por la capacidad de John Steinbeck para combinar la ficción y la realidad en una novela conmovedora por la humanidad de su prosa que devuelve la dignidad de aquellos a los que todo les fue arrebatado. Una ferviente crítica del autor contra la injusticia y el capitalismo. Además de un relato esperanzador de la familia que permanece unida ante la adversidad, en la que Steinbeck realiza un personal homenaje a todas aquellas madres coraje que se sacrificaron por la felicidad de los suyos como hiciera Florence Michel Owens Thompson. Una novela contra el olvido y en el que la historia no la escriben los vencedores, sino aquellos que fueron considerados los vencidos. 

LO MEJOR: La prosa humanista de John Steinbeck. La intercalación de realidad y ficción en sus capítulos. El perfecto equilibrio entre la novela dramática y el ensayo político, económico y social. La capacidad del autor para conmover al lector, finalizando la novela con un mensaje esperanzador. El personaje de Mamá Joad. 

LO PEOR: Determinados personajes, especialmente de la familia Joad, hubiesen agradecido un mayor desarrollo tras su atractiva presentación al lector. El final resultar desconcertante si no comprendemos el significado asociado a la novela. Ser conscientes de que la historia escrita en sus páginas se repite en la actualidad a consecuencia de la crisis económica mundial. 

Sobre el autor: John Steinbeck (1902-1968) realizó diversos oficios (peón agrícola, empleado de laboratorio, albañil y vigilante nocturno) para costearse sus estudios en la Universidad de Stanford. Su obra constituye un gran fresco de los conflictos sociales y económicos de la vida rural del Sur de los Estados Unidos y una permanente búsqueda de valores en un mundo crecientemente deshumanizado. En 1962 fue galardonado con el Premio Nobel.
Sinopsis: Un enorme tiburón blanco se acerca a la costa de Amity; la presencia de una mujer que en esos momentos se está bañando capta a atención del escualo. Su sencilla captura le hace a éste suponer que allí dispondrá de suficiente alimento, por lo que opta por quedarse cerca de la costa. El jefe de policía Brody no está dispuesto a que más bañistas mueran en su distrito, por lo que decide cerrar las playas; pero el alcalde, debido a que el pueblo está al borde de la banca rota y siente el continuo asedio de la mafia, convencerá a Brody para que permanezcan las playas abiertas. Desesperado éste, busca un experto en tiburones -por el que sentirá una especial apatía- y un pescador especializado en la captura de tiburones para dar muerte al tiburón antes de que siga matando a sus vecinos. Mas lo que ninguno de los tres podía imaginar, es que el tiburón se aleja mucho del concepto que tenían formado de él, pues demuestra ser, no solo un fiero luchador, sino también ser poseedor de una sorprendente inteligencia. 

Crítica: Durante el verano de 1916, los habitantes de la costa de Jersey esperaban con impaciencia la llegada de los turistas a sus playas con la esperanza de conseguir su mejor temporada estival. Aquel año, una intensa –e inesperada- ola de calor junto con una epidemia de poliomielitis en los estados del noroeste parecían anticipar la llegada masiva de visitantes con la intención de disfrutar del buen clima, así como de los efectos terapéuticos de sus famosos balnearios. Sin embargo, las familias con hijos o los grupos de jóvenes no fueron los únicos visitantes que llegaron por aquellas fechas… A lo largo de doce días se produjeron numerosos ataques de tiburones en los que murieron cuatro personas, desatando el pánico por todo el país ante el inusitado comportamiento de estos escualos. Las autoridades optaron por cerrar las playas públicas, e incluso se instalaron redes de acero, mientras la prensa incentivaba la caza de los tiburones denominados por el público «come-hombres» - principalmente, tiburones blancos y toros- para acabar con la amenaza. 

Inspirándose en los acontecimientos de aquel sangriento verano, Peter Benchley escribió su primera novela, «Tiburón», que enseguida se convirtió en un éxito de ventas y posteriormente en un clásico del cine veraniego con su adaptación dirigida por Steven Spielberg. 

Al contrario que los sucesos reales, la novela de Benchley responsabiliza de los ataques a un único gran tiburón blanco asesino que atemoriza la ficticia población de Amity, dependiente del turismo veraniego para sobrevivir económicamente durante el largo invierno. Después de encontrar a la primera víctima, el jefe de policía Brody intenta cerrar las playas, pero se encuentra con la oposición tanto de las autoridades locales como de los propios vecinos a fin de proteger los ingresos del turismo. Conforme se suceden los ataques –cada vez más frecuentes y atroces-, Brody asume que la única solución es matar al tiburón para que las aguas regresen a su cauce natural. 

En este sentido, resulta interesante la descripción que realiza el autor sobre la antagónica relación de los habitantes de Amity conon los turistas. La dependencia de capital foráneo provoca el menosprecio de los turistas –conscientes de su posición privilegiada- hacia la población autóctona, quien deben exhibir un comportamiento prácticamente servil para garantizar sus intereses. Obviamente, Brody no es una excepción, pero es el único personaje de la novela cuyos actos no resultan egoístas, pues sus decisiones se fundamentan en valores quizás demasiados románticos en un mundo en el que predomina el materialismo. 

Si bien, Benchley acaba centrándose demasiado en este personaje hasta el punto de que gran parte de la novela narra las dificultades en su matrimonio y la posible infidelidad de su esposa. Conforme se suceden los capítulos en los que se incrementan esta obsesión por descubrir la auténtica relación entre Ellen y Matt Hooper -un ictiólogo que se traslada temporalmente para investigar al tiburón y, además, un antiguo conocido de su mujer-, el relato acaba resultando tedioso. 

De hecho, la escena del restaurante es vergonzosa por el comportamiento de los amantes, con un diálogo repleto de clichés propios de una telenovela de sobremesa que únicamente puede justificarse como una crisis de edad por parte de Ellen, convirtiéndolo en un personaje frívolo, egoísta y materialista. Es como si el autor hubiese intentado captar al público femenino a través de esta crisis existencial de sueños frustrados y el renacimiento de antiguas esperanzas a través de un breve y apasionado idilio, cuando realmente lo que le interesa al lector es el tiburón que aparece en la portada y del que rápidamente se olvida hasta prácticamente los últimos capítulos. 

En consecuencia, las escasas escenas en las que Benchley refiere los ataques del tiburón acaban resultando anecdóticas. Además, destcan por una prosa carente por completo de emoción, pues son meramente descriptivas y predominan los detalles científicos hasta convertirse en la monótona voz empleada para los documentales televisivos de National Geographic o el Discovery Channel. 

Únicamente la novela consigue salir de nuevo a la superficie con la aparición del cazatiburones Quint –inspirado en las proezas de Frank Munduz-, pero ocurre que la novela se encuentra demasiado avanzada, el interés del lector ha decaído y el autor reitera el enfrentamiento entre Hooper y Brody hasta la saciedad. Por consiguiente, la búsqueda y caza al tiburón se lleva a cabo en un número insuficiente de páginas, considerando todo el espacio dedicado a otras subtramas de menor atractivo cuando son los capítulos más interesantes ante el planteamiento de que los peces desarrollen un comportamiento inteligente, no exclusivamente basado en el instinto. 

Resumiendo, «Tiburón» es una novela de terror ecológico que, aunque estableció un precedente más cinematográfico que literario, se limita a una lectura de entretenimiento veraniega que se devora con rapidez en pocos bocados y en la que pocos detalles consiguen salvarse de naufragar en el conformismo de Benchley. 

LO MEJOR: La descripción de la antagónica relación de los habitantes de Amity con los turistas que incluye una crítica hacia la anteposición de los interés materiales al bienestar de las personas. El persona de Quint, quien consigue hacer reflotar brevemente la novela antes de que vuelva a hundirse con la subtrama de la infidelidad. La adaptación cinematográfica inspirada en la novela. 

LO PEOR: El resto podéis masticarlo y regurgitarlo después, porque es incomible. 

Sobre el autor: Peter Bradford Benchley (Nueva York, 8 de mayo de 1940 - id. 11 de febrero de 2006) fue un escritor estadounidense. Hijo del también escritor Nathaniel Benchley y nieto de Robert Benchley, un periodista, actor y escritor estadounidense que fundó la Algonquine Round Table. 

Tras cursar sus estudios en Harvard, Benchley trabajó sucesivamente en el Washington Post, la revista Newsweek en la que llegó a ser editor, la revista National Geographic e incluso la Casa Blanca, siendo su tarea en este último destino la de escribir discursos políticos para Lyndon B. Johnson. 

Su primer libro, Tiburón, fue publicado en 1974, convirtiéndose inmediatamente en un éxito de ventas. Benchley fue catapultado definitivamente al estrellato tras el rodaje de la versión fílmica de la novela, Tiburón, llevada a cabo por Steven Spielberg en 1975. El propio Benchley fue coguionista de la película junto con Carl Gottlieb. 

Desde entonces, Peter Benchley escribió doce obras más, tanto de ficción como de divulgación sobre su tema preferido, los océanos y, especialmente, los tiburones. También fue miembro de la asociación ecologista National Council of Enviromental Defense, colaborando en su programa para los océanos como conferenciante.
Sinopsis: Un hombre soltero, su descripción vívida, franca, enternecedora y empática de la vida de un homosexual pasados los cincuenta causó sensación. George está adaptándose a vivir solo tras la muerte repentina de su novio en un accidente de tráfico. Decidido a continuar con las rutinas de su vida diaria hace muecas a los niños del vecindario, da sus clases sobre Aldous Huxley, chismorrea, bebe demasiado, se perturba ante la vista de un joven jugador de tenis, y se ilusiona por una cita con uno de sus estudiantes. Este inglés afincado en el sur de California y profesor universitario es un forastero, y tanto sus reflexiones internas como su relación con los otros revelan a un hombre que, a pesar de las injusticias cotidianas y de la soledad, ama la vida. 

Crítica: La aprobación del matrimonio homosexual en todo el territorio estadounidense solo es equiparable al fin de la segregación racial en las escuelas de aquel país. Un cambio histórico considerando la represión de este colectivo social hace apenas medio siglo, cuando la persecución de los homosexuales se recrudeció entre 1950 y 1956 al ser considerados por el senador Joseph McCarthy -junto al Secretario del Estado John Puerifory- un elemento «subversivo». Es decir, ambos políticos consideraron a los homosexuales una estrategia conspirativa de los comunistas para desestabilizar al país durante la Guerra Fría, iniciando el «lavender scare». Las consecuencias de esta persecución incluyeron la infiltración de miembros del FBI en organizaciones LGTB, así como la vigilancia de sus miembros; despidos masivos de funcionarios homosexuales con la posterior pérdida de sus hogares y familias; e incluso el suicidio a consecuencia de la presión social. 

Precisamente, «Un hombre soltero» se ambienta durante la Crisis de los misiles en Cuba para narrarnos con un estilo sobrio, elegante e íntimo la rutina de George, quien se siente constantemente acosado por sus vecinos, compañeros de trabajo y alumnos por su orientación sexual. No obstante, el miedo que experimenta el protagonista es consecuencia de la incertidumbre ante la reciente pérdida de su pareja, debiendo afrontar la incertidumbre de un futuro en soledad. 

Si bien, conforme avanza el relato observamos que el terror de George, al igual que el resto de la población estadounidense, es infundado. En realidad, no existe una amenaza real, tangible y presente, sino un riesgo potencial fundamentado en los prejuicios de la experiencia que condiciona nuestras decisiones, limitando nuestra capacidad para actuar de forma diferente o tener un pensamiento propio. De ahí que el protagonista se escandalice con el sistema educativo universitario, equiparándolo con una cadena de montaje, pues todos los estudiantes concluyen sus estudios con la aspiración de obtener un trabajo fijo, comprarse una casa, casarse y tener hijos. No obstante, George es un hombre de rutina, de comportamiento automático en el que cuerpo y mente funcionan de forma independiente para garantizar su supervivencia como individuo en la sociedad. 

Por tanto, George tiene miedo a la propia vida tras el punto de inflexión que representa el fallecimiento de su compañero sentimental y, precisamente, ese rechazo al cambio hace que toda su existencia presente este basada en los recuerdos. Es decir, nos encontramos ante la paradoja de la filosofía establecida por el gatopardismo, «que todo cambie para que todo siga igual». De ahí que nuestro protagonista acepte siempre la invitación de Charlotte para cenar, aun sabiendo de antemano el transcurso de la conversación y el final de la velada con un nuevo intento frustrado de seducirlo. 

No obstante, aunque la novela de Christopher Isherwood pueda resultarnos cínica y pesimista por el planteamiento de su argumento, es un relato sincero y esperanzador. El escritor inglés describe con absoluta precisión todos los detalles de George durante veinticuatro horas, con objeto de que -tanto el lector como el protagonista- sean conscientes del valor de los sutiles detalles –como un sacapuntas amarillo-, de los pequeños placeres que enriquecen su existencia, en apariencia frívola y solitaria. 

«Un hombre soltero» destaca por la sutileza de su prosa, la ambigüedad de las escenas descritas requieren del lector una lectura suspendida para recrearse en todos los matices. Cabe destacar la escena en la que George se recrea en los cuerpos desnudos de dos estudiantes jugando al tenis, donde apreciamos la auténtica fascinación del protagonista por la belleza masculina o la envidia hacia la pureza juvenil. En realidad, no observamos una atracción física, sino la búsqueda de un ideal. George aspira a encontrar una persona con la que compartir sus esperanzas e inquietudes, un igual en lo espiritual que le permita avanzar, superar definitivamente el pasado, no con un sustituto, sino con un nuevo compañero. 

Es más, adviértase que al recrearse en la fantasía sexual con su alumno jamás asume el lugar del amante. Únicamente participa en su imaginación, siendo su única satisfacción la posibilidad de ayudarle a resolver su conflicto personal. 

Durante estos fragmentos de la novela, es notable la influencia de la filosofía oriental transmitida al joven Isherwood durante su estancia en Estados Unidos, explicando la alegría de gran parte de su obra – duramente reprochada por sus opositores-. No obstante, el escritor inglés vuelve a sorprender con un final inesperado que refleja la ironía del humor británico, así como las paradojas de la vida que hacen reflexionar al lector acerca del fatal desenlace, incitándolo a actuar, a perder el miedo y vivir. 

«Un hombre soltero» es una novela que, a pesar de su aparente simplicidad, representa una lectura enriquecedora para el lector por la sutileza de su prosa, repleta de escenas ambiguas con múltiples interpretaciones; la sobriedad de sus personajes, repletos de matices para reflexionar acerca de la soledad humana, el amor dependiente o la obsesión por al pasado ante la incertidumbre que representa el futuro en nuestras vida; la crítica inherente a los prejuicios sociales y el uso del miedo como recurso para manipular a las masas en distintos niveles; la ironía del humor británico, especialmente en el desenlace del relato… En definitiva, Christopher Isherwood nos ofrece un relato diferente de la homosexualidad que todavía continua siendo un referente por su sinceridad autobiográfica que bien podría resumirse, citando a Aldous Huxley –por quien sentía una gran admiración y menciona reiteradamente en la presente novela- «El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma».

LO MEJOR: El planteamiento de la novela en aquella convulsa época mediante un testimonio sincero e íntimo. La sutileza de la prosa para describirnos escenas repletas de dobles significados, especialmente en los diálogos. La presencia del clásico humor británico que ironiza acerca del miedo a consecuencia de la ignorancia. Los personajes sobrios, repletos de matices. El inesperado final. 

LO PEOR: Las referencias a Huxley son complicadas sin un conocimiento exhaustivo de su obra que trascienda de «Un mundo feliz». La infravaloración actual de la novela frente a la descripción arquetípica del colectivo homosexual en la ficción, tanto literaria como cinematográfica. 

Sobre el autor: Christopher William Bradshaw Isherwood nació el 26 de agosto de 1904 en Disley, Cheshire. Cursó estudios en la Universidad de Cambridge, donde conoce a W. H. Auden con el que en 1938, viajó a China. 

Sus primeras novelas, Todos los conspiradores (1928) y El monumento (1932), muestran influencias de E. M. Forster y Virginia Woolf. 

Fue profesor en Berlín (1928-1933) lo que le proporcionó material para Adiós a Berlín (1939), que en 1946 se reeditó con el título de Los relatos de Berlín. En estos cuentos, advertía sobre el creciente poder del nazismo, fueron adaptados por John van Druten en la obra de teatro Soy una cámara (1951) y para una película (1955), así como para la obra de teatro Cabaret (1966) y una película musical (1972) del mismo título. 

Junto a Auden, Isherwood escribió tres obras de teatro: El perro bajo la piel (1935), El despegue del F6 (1936) y En la frontera (1938). Su novela Leones y sombras, en la que entre otros aparecen sus amigos Auden y Spender con nombres ficticios, se publicó en 1938, y Kathleen y Frank, la biografía de sus padres, en 1972. 

En 1939 se radica en Estados Unidos. Aparecen, Prater Violet (1945), Una visita (1962) y Encuentro junto al río (1967) Los principios del Vedanta (1969) y Christopher y los suyos (1976) donde reveló su homosexualidad y la importancia primordial que tuvo en su obra. 

Christopher Isherwood falleció Santa Mónica, Estados Unidos, el 4 de enero de 1986.
Sinopsis: Leo Stepanovich Demidov, un prometedor agente del MGB, el servicio secreto ruso, es acusado de un delito de traición que no ha cometido y huye de Moscú con su mujer. Se refugia en las colinas y descubre que varios niños han sido brutalmente asesinados, un terrible episodio del que el Partido Comunista se desentiende. Decide emprender una investigación por su cuenta para esclarecer esas muertes, a sabiendas de que arriesga su vida y la de su mujer. 

Crítica: Andréi Chikatilo –o más conocido como El carnicero de Rostov- asesinó y mutiló a 53 personas, la mayoría mujeres y niños, durante dos décadas con total impunidad. La negativa de las autoridades rusas para aceptar la posible existencia de un homicida en serie dentro de sus fronteras, debiendo reconocer públicamente que el crimen no era exclusivo de las sociedades capitalistas; así como su aspecto anodino y amable comportamiento con las víctimas le permitieron dejar su sangrienta huella a lo largo de toda la ciudad de Rostov hasta su detención el 20 de noviembre de 1990. 

Inspirándose libremente en estos crímenes Tom Rob Smith realizó su debut literario con una novela negra diferente, «El niño 44», ambientada en la URSS de los últimos años del estalinismo y que, posteriormente, tendría su secuela con «El discurso secreto». A pesar de las excelentes críticas y siendo ganador –o finalista- de múltiples premios, tuvo una escasa acogida en nuestro país hasta su reedición en 2015, coincidiendo con el estreno en cines de su adaptación cinematográfica con la producción de Ridley Scoot. 

Al contrario que otros autores anglosajones, Smith opta por un escenario atípico, trasladando la acción a la sociedad soviética de los años 50 para describirnos una atmósfera opresiva de miedo, silencio, penurias y desconfianza entre sus habitantes. Únicamente el prólogo de la novela resulta demoledor al narrarnos la supervivencia de los aldeanos en las extremas condiciones del invierno ruso, cuando la mayoría moría de hambre –las tropas decomisaban las escasas provisiones por el bien común de la nación- y, tras el deshielo, el aire hedía por la descomposición de los cuerpos de aquellos que no habían resistido aquellos meses, en ocasiones poblaciones enteras. 

Si bien, conforme avanzan los capítulos –y las investigaciones de Leo y Raisa para detener al asesino- descubrimos las penosas condiciones de vida en los centros psiquiátricos de menores, la situación de desamparo de los huérfanos en los orfanatos, el hacinamiento en los pisos comunitarios, la escasez de alimentos y el racionamiento, la represión de la homosexualidad, los arrestos masivos, las confesiones obtenidas mediante torturas, y un largo etcétera. En realidad, los asesinatos representan una excusa del autor para relatarnos una historia más compleja sobre las consecuencias del fanatismo político. 

«El niño 44» es, en realidad, un sólido thriller político e histórico que abarca numerosas críticas sobre las estrategias de comunicación empleadas por los gobiernos –incluidos los actuales- que, basándose en el miedo, consiguen que los ciudadanos renuncien progresivamente, a sus derechos en favor del Estado que adquiere, de forma inversamente proporcional, mayor poder y, por consiguiente, libertad para realizar sus acciones con total impunidad. 

No obstante, resulta sorprendente encontrarse críticas que menosprecian la novela argumentando que es «políticamente correcta». Resulta sorprendente argumentar esta afirmación basándose en la objetividad de Tom Rob Smith, quien no realiza ningún comentario personal de los personajes ni sus acciones. Es decir, el autor tiende a limitarse a ser la voz narrativa de la historia, sin paráfrasis que pudieran condicionar al lector. 

De igual forma, sus detractores reprochan que la mayoría de los detalles sobre los crímenes reales estén censurados, concediéndole mayor importancia a otros detalles de la novela como el contexto o la evolución en la relación entre Leo y Raisa. Es cierto que el escritor inglés descuida bastante tanto la identidad del asesino –predecible para aquellos lectores que conozcan a Andréi Chikalito y su infancia- como la resolución de los crímenes, el único momento en que apreciamos una variación en el ritmo de la novela hacia una precipitada –y decepcionante- conclusión. 

Sin embargo, es necesario recordar que la intención de Tom Rob Smith no es una biografía ficticia de El carnicero de Rostov, sino un inteligente análisis político y social sobre temáticas de gran actualidad en un contexto alejado de las grandes metrópolis tan recurrentes como Londres o Nueva York. 

«El niño 44» se caracteriza por una prosa de gran visualidad –en la que se aprecia la experiencia del autor como guionista para cine y televisión- en el que predominan las imágenes monocromáticas de paisajes fríos y desolados como las almas de sus habitantes; un ritmo trepidante desde las primeras páginas; diálogos inteligentes repletos de matices; y, en especial, la pareja protagonista, Leo Stepanovich y Raisa Demidov. 

Tom Rob Smith nos ofrece dos magníficos personajes de personalidades antagónicas que, obligados a permanecer juntos por las circunstancias, deberán enfrentarse no solo a la obstinada resistencia de las autoridades para reconocer la existencia de un asesino en serie; también a la disyuntiva moral que implica la pérdida de su anterior posición privilegiada debiendo enfrentarse como cualquier otro ciudadano a la incertidumbre del día a día. 

En definitiva, «El niño 44» es un sólido e inteligente thriller que, inspirándose en los horribles crímenes de Andréi Chikalito, desarrolla una compleja novela diferente a otras del género, principalmente por el contexto –la URSS de los años 50- en el que destaca la visualidad de la prosa, el ritmo fluido y trepidante de las escenas o la psicología de los personajes. Un libro que nos recuerda las temibles consecuencias del fanatismo político con un estilo dostoievskiano en el que «podemos perdonar fácilmente a un niño que teme a la oscuridad; pero la real tragedia de la vida es cuando los adultos le temen a la luz.» 

LO MEJOR: La ambientación de la novela. Descubrir que los crímenes son, en realidad, una excusa del autor para desarrollar un thriller político e histórico de gran complejidad psicológica que cuestiona aspectos de la sociedad actual. La visualidad de la prosa en la que predominan las imágenes monocromáticas, transmitiendo una sensación desoladora. La evolución de la relación entre la pareja protagonista. 

LO PEOR: El descuidado tratamiento de los asesinatos, cuya resolución resulta precipitada y decepcionante en comparación con el resto de la novela. Los detractores de la novela que argumentan la falta de morbosidad del autor o su objetividad en la descripción del régimen soviético de Stanlin. La escasa repercusión de la novela hasta su reedición coincidiendo con el estreno de la adaptación cinematográfica. 

Sobre el autor: Escritor y guionista inglés, Tom Rob Smith estudió Literatura Inglesa en el St. John's College de la Universidad de Cambridge, completando su formación en Escritura Creativa en la Universidad de Pavía gracias a la Beca Harper Wood. 

Tras terminar sus estudios, Smith se dedicó primero a la escritura de guiones para la televisión con la BBC mientras preparaba su primera novela, El niño 44, inspirada en el caso del asesino en serie Andrei Chikatilo. Smith logró un gran éxito con esta novela, siendo ganador del Ian Fleming Steel Dagger, el Galaxy Book Award o el Waverton Good Read, además de quedar seleccionado para el Man Booker o el Costa Award. 

El niño 44 fue llevada al cine en 2015 contando con la producción del cineasta Ridley Scott.
Sinopsis: Ventas, enarbola la bandera de la dignidad y el coraje como única arma posible para enfrentarse a la humillación, la tortura y la muerte. Pocas novelas podemos calificar como imprescindibles. La voz dormida es una de ellas, porque nos ayuda a bucear en el papel qu e las mujeres jugaron durante unos años decisivos para la historia de España. Relegadas al ámbito doméstico, decidieron asumir el protagonismo que la tradición les negaba para luchar por un mundo más justo. Unas en la retaguardia, y las más osadas en la vanguardia armada de la guerrilla, donde dejaron la evidencia de su valentía y sacrificio. 

Crítica: Carmen Barrero Aguado, Martina Barroso García, Blanca Brisac Vázquez, Pilar Bueno Ibáñez, Julia Conesa Conesa, Adelina García Casillas, Elena Gil Olaya, Virtudes González García, Ana López Gallego, Joaquina López Laffite, Dionisia Manzanero Salas, Victoria Muñoz García y Luisa Rodríguez de la Fuente. Los nombres de estas trece jóvenes se marchitaban en olvido, en el silencio de los reprimidos –y posteriormente ajusticiados- por el régimen franquista hasta que Jesús Ferrero escribió «Las trece rosas» en 2003, permitiendo a los lectores conocer aquel triste –y reprimido- capítulo de nuestra historia reciente. De esta forma, se cumplió la última voluntad de aquellas muchachas, quienes se despidieron de sus familiares con la frase: «Que mi nombre no se borre de la historia»

Al igual que Jesús Ferrero –y después Carlos Fonseca y Ángeles López, quienes también escribieron sobre las rosas-, Dulce Chacón dedica «La voz dormida» a todas las presas que sufrieron una doble derrota tras el conflicto. Por un lado, la victoria de las tropas franquistas y, por otro, la represión en las cárceles durante la posguerra civil española. 

«La voz dormida» es una novela histórica basada en los testimonios reales de aquellas mujeres encarceladas para conocer las terribles condiciones de su encarcelamiento, así como la resistencia que ejercieron dentro y fuera de los muros gracias a la ayuda, entre otros, de sus familiares. Dulce Chacón nos ofrece una exhaustiva crónica que abarca desde 1939 hasta 1963, centrándose en un grupo de presas de la prisión de las Ventas (Madrid), principal escenario de la novela, en el que conoceremos todos los detalles de su vida, antes, durante y después de su condena. 

A pesar de que la autora decidió matizar algunas de las historias, sigue resultando estremecedor leer sobre, por ejemplo, la tortura de los garbanzos; o conmoverse con el relato de una madre incapaz de reconocer a sus propias hijas cuando la visitaron por primera vez en la prisión u otra que lloraba desconsolada cuando le empezaron los primeros síntomas de la menstruación, sabiendo que aunque saliera libre, ya no podría formar una familia. 

Es obvio que la pretensión de Chacón es conseguir que el lector fraternice con los personajes, especialmente las reclusas Elvirita, Hortensia, Reme y Tomasa, pero también con Pepita- hermana de Hortensia- e incluso Paulino y Felipe, miembros de la guerrilla; denotando una notable falta de objetividad en el tratamiento de los acontecimientos. Si analizamos con detenimiento la evolución de los protagonistas -y los secundarios-, comprobamos que la autora tiende a enfrentar a los bandos implicados en el conflicto de forma constante durante toda la narración. O en otras palabras, Dulce Chacón divide entre buenos y malos, sin posibilidad de equívoco en escenas que condicionan nuestra percepción de los personajes. 

«La voz dormida» carece de matices o dobles lecturas, limitándose a la interpretación personal de la autora sobre los sucesos narrados, tal y como demuestra la constante justificación del egoísmo por parte de las personas procedentes del entorno de Pepita. A pesar de que ella desea una vida tranquila, pero siempre la obligan a colaborar con el partido chantajeándola o comparándola con su hermana encarcelada. 

De hecho, resulta interesante comprobar que, después de conseguir reunirse con su amado para regresar a su Córdoba natal, Paulino viaje con una carta con las instrucciones necesarias para continuar con la resistencia desde su nuevo hogar. Por tanto, antepone sus obligaciones morales al amor de la joven, pese a todas las desgracias ocasionadas a lo largo de aquellos años, siendo testigo del sufrimiento de ella ante la imposibilidad de estar juntos por la obstinada negativa a renunciar a sus ideales políticos. 

En cierto modo, podría interpretarse como que todos ellos son presos de sus convicciones y, aunque dejasen atrás los muros de la prisión, siguen arrastrando el peso de sus propias cadenas. Si bien el renunciar a su lucha hubiese significado que todas las penurias carecerían de sentido, denotan un comportamiento misantrópico, una actitud altiva hacia otras víctimas del conflicto y pensamiento vetusto incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos. 

Adviértase la conducta de las presas hacia Mercedes, una carcelera viuda que acepta el trabajo más por necesidad que por verdadera vocación. Al contrario que otras compañeras, quienes aprovechan su autoridad, ella es amable y atenta, incluso se arriesga a introducir medicamentos para Elvira al comprobar su grave estado de salud o consentir que Hortensia pueda darle el pecho a su hija antes de ser fusilada. Sin embargo, todos sus esfuerzos son rechazados por las mujeres que la humillan constantemente. 

Este detalle reitera la percepción de que Dulce Chacón idealiza los acontecimientos en beneficio de su ideología, tal y como señalamos anteriormente. De hecho, podría ser la razón de que la autora tienda a centrarse desmedidamente en el romance de Pepita y Paulino en la tercera parte de la novela, derivando al drama romántico que, junto a la prosa de la autora –destacable por el excesivo lirismo- ralentizan el ritmo hasta convertirlo en un relato artificial y redundante. 

Por consiguiente, aunque «La voz dormida» concede a sus protagonistas la posibilidad de que sus historias sean escuchadas tras décadas de silencio, Dulce Chacón no consigue el tono adecuado debido, en especial, a su imposibilidad de mantenerse neutral, pecando de una idealización excesiva de los acontecimientos a través de una prosa innecesariamente lírica, un ritmo lento y un conjunto de personajes estáticos. Recordemos que, en palabras de Franz Grillparzer, «las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo». 

LO MEJOR: La oportunidad de aquellas mujeres de ser finalmente escuchadas tras décadas de represión, miedo y silencio. 

LO PEOR: La falta de objetividad de la autora. El exceso de lirismo en la prosa que ralentiza el ritmo hasta volver soporífero y redundante. La desviación de la historia hacia el drama romántico en la tercera parte. 

Sobre la autora: Dulce Chacón Gutiérrez nació en Zafra (Badajoz) el 6 de junio de 1954 en el seno de una familia conservadora. Su padre, alcalde de de Zafra durante la dictadura franquista, fue quien despertó su vocación literaria. Tras la muerte de éste y siendo aún una niña, se trasladó con su familia a Madrid donde establecería su residencia definitiva. Junto con su hermana gemela Inma estudiaría en un internado de la capital. Allí comenzaría a escribir sus primeras poesías, pero no se publicaría su primer libro, el poemario Querrán ponerle nombre hasta 1992. A éste le seguirían otros títulos como Las palabras de la piedra (1993) y Contra el desprestigio de la altura (1995). En 1996 se publicaría su primera novela Algún amor que no mate. De ella caben destacar otros títulos como Blanca vuela mañana, Matadora, biografía sobre Cristina Sánchez, la primera mujer toreo, Háblame, musa, de aquel varón, Matar al ángel todos ellos publicados en 1998, Cielos de barro (1999), y La voz dormida (2002). Su carrera se veía truncada el 3 de diciembre de 2003 cuando fallecía víctima de un cáncer de páncreas.
Sentimientos transparentes como el agua

Ediciones Babylon ha incorporado a su catálogo de publicaciones digitales A la orilla del lago que supone el regreso de Olivia Monterrey, autora de la popular novela Invierno. Un relato profundo y conmovedor ambientado en la Inglaterra victoriana que narra la historia de superación personal de su joven protagonista, Hazel. 

Sinopsis: Condenada a llevar una vida de estrictos protocolos sociales que no desea, Hazel se resiste a dejar de soñar con un futuro que su familia considera inadecuado para ella. El encuentro fortuito con un joven noble le hará comprender que en la vida, como en el amor, los únicos límites son los que establece por sí mismo el corazón.
Sinopsis: Escupiré sobre vuestra tumba es un maravilloso libro que trata también del racismo hacia el hombre negro "aprobado así por la justicia". Lee Anderson es un afroamericano que llega a un pueblo donde los jóvenes están sedientos de alcohol y sexo. Trabajando cómo vendedor en una librería, Lee oculta un secreto: la única razón por la que está allí es para vengar la muerte de su hermano, que murió linchado y colgado por haberse enamorado de una mujer... 

Crítica: La reciente matanza en la Iglesia Madre Emmanuel, símbolo de la lucha contra la esclavitud, por Dylaan Roof es el última de una larga lista de crímenes y abusos contra la población afroamericana durante el último año. A pesar de la abolición de la segregación racial, el odio sigue latente bajo las heridas aún abiertas de la Guerra de Secesión, y más cuando en muchos edificios estatales del sur ondean con orgullo la bandera de la Vieja Confederación, incluyendo Charleston, donde se inició el conflicto. Otro triste ejemplo del arduo camino por recorrer hasta conseguir la anhelada reconciliación, dividiendo al país en dos amplias facciones y cuya distancia se acentúa con cada asesinato, paliza o violación un poco más. 

En este contexto de inestabilidad y tensión social, la secuela de «Matar un ruiseñor» (Harper Lee) -oda contra el racismo que trascendió la ficción de sus páginas para convertirse en todo un manifiesto a favor de los derechos civiles- ya se ha convertido en uno de los libros más esperados del año junto a la cuarta parte de «Millenium» (Stieg Larsson) y «50 sombras de Gray» (E.L. James) –obviemos las comparaciones entre los tres-. 

Si bien existen numerosas novelas con la esclavitud y la desigualdad racial estadounidenses como temática previas o posteriores -«El color púrpura» (Alice Walker), «Raíces» (Alex Haley), «La cabaña del tío Tom» (Harriet Beecher Stowe), «Doce años de esclavitud» (Solomon Northup), «Criadas y señoras» (Kathryn Stockett) y un largo etcétera-,ninguna ofrece una descripción tan visceral de las posibles consecuencias de esta violencia como «Escupiré sobre vuestra tumba» (Boris Vian). 

Ambientada en los años cuarenta, pertenece a la saga escrita bajo el pseudónimo de Vernon Sullivan, un escritor afroamericano de piel clara. Un inusual rasgo físico que le permite hacerse pasar por blanco y disfrutar de los privilegios que ostentaban estos ciudadanos de primera categoría. No obstante, «Escupiré sobre vuestra tumba» es, con diferencia, la más polémica del autor francés, quien empleo la rentable fórmula de adherir al clásico estilo de las novelas negras estadounidenses un alto contenido violento y sexo explícito para garantizar unas altas ventas y el interés de los lectores –que realmente creyeron la existencia del falso autor negro-. 

Escrita en apenas quince días, Boris Vian narra en primera persona la venganza de Lee Anderson quien, al igual que el inexistente Sullivan, utiliza su favorable apariencia para introducirse en la corrupta y racista sociedad sureña. Una novela que, pese a su brevedad, escandaliza al lector por la constante descripción de escenas casi pornográficas que incluyen pederastia, sodomización e incluso necrofilia. Sin embargo, en aquella época el escándalo radicaba en la posibilidad de que un ciudadano marginal pudiera cometer semejantes crímenes con total impunidad, cuestionando la supremacía e inmunidad moral de la alta clase sureña. 

Con todo, «Escupiré sobre vuestra tumba» continúa siendo una lectura no apta por lectores sensibles, poco acostumbrados a una prosa tan directa como un puñetazo que hace tambalear nuestros valores conforme avanza este psicótico relato. 

De hecho, es interesante observar la evolución del protagonista. La apatía inicial derivada de un trabajo monótono –en la única librería del pueblo donde la mayoría de ganancias provienen, paradójicamente, de la venta por catálogo; es decir, Boris Vian pone de manifiesto la incultura de la población local a través de este detalle tan insignificante- teniendo como únicas preocupaciones proveerse de alcohol y sexo fácil con las jóvenes blancas de la ciudad, en realidad le sirven para ocultar ante los demás sus verdadero propósito que conocemos mediante breves flashbacks. Estos recuerdos contribuyen a enfatizar la disociación de la personalidad de Anderson entre blanco y negro, llegando a olvidarse de la lógica de sus actos y derivando en una vorágine de odio injustificado contra dos víctimas escogidas prácticamente al azar. 

Es cierto que toda la violencia presente descrita en la novela se realiza exclusivamente contra las mujeres, pero es importante recordar que el origen está en el asesinato de su hermano pequeño, quien se enamoró de una joven blanca de su edad y, cuando lo supieron tanto el padre como el hermano de ella, decidieron matarlo de una paliza. Por tanto, en el subconsciente de Anderson se establece una conexión, pues aunque ella también hubiese cometido un crimen –las relaciones interraciales estaban prohibidas por la ley- solo se ajustició a su hermano pequeño, mientras que la joven se le acabo considerando una víctima de la enfermiza obsesión de un delincuente negro. En este aspecto, Boris Vian demuestra poseer un magnífico conocimiento de la psicología humana, pues Lee acaba por convertirse precisamente en lo que más odia en su intento por conseguir justicia. 

Es posible que la moraleja de «Escupiré sobre vuestra tumba» acabe siendo relegada por el alto contenido de violencia y sexo explícito de sus páginas, pero la principal desazón del lector proviene de la capacidad de Boris Vian para cuestionar las convicciones morales en las que se basa nuestra sociedad actual, inspirándose en las palabras de su conciudadano Voltaire pues "la civilización no suprime la barbarie; la perfecciona." 

LO MEJOR: La capacidad del autor para cuestionar los abusos de la élite sureña, realizando una inusual descripción de su decadencia moral para la época en que se publicó. La evolución del personaje hacia la psicopatía. La inteligente psicología empleada por Boris Vian no solo en la redacción, sino también en la publicación de la novela. 

LO PEOR: El alto contenido de violencia y sexo explícito puede hacer que el mensaje principal de la novela acabe perdiéndose. La violencia es ejercida exclusivamente contra las mujeres y este detalle podría malinterpretarse como machista. El gran desconocimiento de la existencia de esta novela frente a otras con la temática de la segregación racial estadounidense. 

Sobre el autor: Boris Vian (Ville-d'Avray, 1920 - París, 1959) Escritor francés. Ingeniero, periodista, dramaturgo, novelista, actor, músico de jazz y autor de canciones, ha dejado una obra que fue considerada, a título póstumo, como el manifiesto de la juventud existencialista. Boris Vian fue, en efecto, uno de los protagonistas de la bohemia intelectual, nutrida del existencialismo de Sartre, del barrio parisino de Saint-Germain-des-Prés en los años cincuenta. Causó escándalo la publicación, con el seudónimo de Vernon Sullivan, de su primera novela, Escupiré sobre vuestras tumbas (1946), que contiene, bajo la forma de una novela negra, una rabiosa denuncia del racismo. Es autor asimismo de las novelas La espuma de los días(1947) y El otoño en Pekín (1947) -que revela el influjo de Raymond Queneau y de Eugène Ionesco-, y de poemarios como No quisiera morir (1962). Compuso incluso dos óperas: El caballero de nieve (1957), con música de G. Delerue, y Fiesta(1959), con música de D. Milhaud.
Sinopsis: En el número 7 de la calle Grenelle, un inmueble burgués de París, nada es lo que parece. Dos de sus habitantes esconden un secreto. Renée, la portera, lleva mucho tiempo fingiendo ser una mujer común. Paloma tiene doce años y oculta una inteligencia extraordinaria. Ambas llevan una vida solitaria, mientras se esfuerzan por sobrevivir y vencer la desesperanza. La llegada de un hombre misterioso al edificio propiciará el encuentro de estas dos almas gemelas. 

Juntas, Renée y Paloma descubrirán la belleza de las pequeñas cosas. Invocarán la magia de los placeres efímeros e inventarán un mundo mejor. La elegancia del erizo es un pequeño tesoro que nos revela cómo alcanzar la felicidad gracias a la amistad, el amor y el arte. Mientras pasamos las páginas con una sonrisa, las voces de Renée y Paloma tejen, con un lenguaje melodioso, un cautivador himno a la vida. 

Crítica: A pesar de que el exterior del número 7 de la calle Granelle no presenta diferencias apreciables respecto a otros elegantes edificios de esta zona burguesa de París, con su elegante fachada emulando el estilo arquitectónico de los antiguos palacetes, su patio y jardín interiores y su interior dividido en ocho pisos de lujo; lo que realmente hace especial a este bloque de apartamentos son dos de sus inquilinas: Renée Michel, la anodina portera del inmueble; y Paloma Josee, una precoz y solitaria adolescente. Ambas mujeres descubrirán que sus diferencias están derivadas de los prejuicios sociales y que, en realidad, son mayores sus semejanzas, encontrando en la otra la amistad que necesitaban para ser ellas mismas. 

«La elegancia del erizo» es una novela sobre la soledad y la complejidad para establecer relaciones en una sociedad regida por las apariencias; así como la admiración de la autora hacia la cultura japonesa, especialmente el cine de Yasujirō Ozu. Al mismo tiempo, Muriel Barbery realiza una mordaz crítica contra el elitismo y la hipocresía de la burguesía francesa a través de sus dos protagonistas, quienes acaban demostrando una inteligencia que trasciende del conocimiento adquirido mediante los libros, la música o el cine; sino de una sabiduría basada en personajes sencillos y acontecimientos rutinarios, aquellos que, con frecuencia, tendemos a menospreciar sin ser conscientes de su auténtico valor. 

La mordacidad de su autora predomina en los capítulos correspondientes al primer diario escrito por Paloma –encabezados por un hermoso haiku que resume la conclusión principal-, en los que se describe a la familia Josse y anécdotas cotidianas de esta disfuncional familia. La caricaturización de estas escenas provoca una sensación de artificialidad, precisamente porque todos los esfuerzos de sus miembros están centrados en mantener una apariencia no solo ante la sociedad, también entre ellos. 

Durante estos capítulos, Muriel Barbery pretende demostrar la hipócrita convivencia de los Josse, en particular, y de todos los habitantes del edificio en general. La obsesión por conservar su estatus social y su privilegiado nivel de vida les impide apreciar que, en realidad, son peces atrapados en una lujosa pecera mientras contemplan con menosprecio el mar de mediocridad que les rodea. Sin embargo, Paloma si es consciente de que esta circunstancia y, por esta razón, escribe un segundo diario sobre la belleza de los actos más sencillos cuyos párrafos acabaran permitiéndole conocer la elegancia oculta tras la armadura creada por Renée Michel. 

No obstante, estos fragmentos poseen un contenido filosófico y dogmático demasiado complejo para aquellos que lectores sin un conocimiento específico de amabas temáticas. Es cierto que Paloma es una adolescente superdotada, pero resulta poco creíble que todos los pensamientos retratados en sus diarios posean semejante profundidad. En cierto modo, dificultan que el lector pueda simpatizar con el personaje en comparación con los capítulos de Renée quien, teniendo un conocimiento similar –o superior- al de Paloma, la prosa es más coherente con el personaje. E incluso las escasas conversaciones que mantiene nuestra protagonista con Manuela Lopes reiteran esta percepción, pero desde una perspectiva más humilde y sincera, sin necesidad de utilizar oropeles literarios superfluos que nada reportan a la historia –excepto percibir a Paloma como la clásica adolescente de personalidad fatua y una tendencia al victimismo tan característica de esta edad-. 

Por fortuna, Muriel Barbery consigue equilibrar el tono de ambas narraciones con la introducción de Kakuro Ozu. A partir de su primera aparición, observamos una sutil –aunque significativa- variación en la rutina de la calle Granelle. 

Finalmente, el lector puede conocer a la auténtica Renée Michell a través de una serie de encuentros entre ambos personajes repletos de la belleza asociada a la cultura nipona, con un ritmo diferente al resto de las escenas que parecen detener el tiempo para que nos deleitemos con detalles insignificantes que, poco a poco, adquieren una nuevo y maravilloso significado. 

Es cuando la relación entre los tres personajes evoluciona en paralelo descubrimos la auténtica moraleja implícita en sus páginas, la esperanza. Con independencia de nuestro pasado, jamás debemos perder la ilusión por el futuro ni dejar de valorar el presente. De igual modo, no permitamos que otros sean quienes decidan por nosotros simplemente porque se consideran en el derecho de hacerlo al creerse moralmente superiores. Nuestra vida nos pertenece a nosotros, ahora y siempre, pudiendo cambiarla cuando queramos sin importan lo que piensen, digan o hagan lo demás. Y es aquí cuando conocemos a la auténtica princesa rusa, a la Karenina de del número 7 de la calle Granelle que, a pesar de tu trágico final, conoció una felicidad plena siendo ella misma, sin nada de lo que avergonzarse o arrepentirse. 

«La elegancia del erizo» es una novela reflexiva sobre la soledad en nuestra sociedad, demasiado preocupada en las apariencias para conocer realmente a las personas, aislándolas mediante nuestros prejuicios. Sin embargo, la inevitable atracción de los opuestos permite a dos mujeres muy diferentes, Renée Michel y Paloma Josee, recuperar la esperanza en el ser humano a través de una amistad sincera, aunque incomprendida. Capítulos breves repletos de significado emulando la belleza del cine clásico japonés, diálogos inteligentes y mordaces, un amplio catálogo de personajes que oscilan desde los más humildes en apariencia hasta los más caricaturescos en forma de comportarse y pensar… En definitiva, Muriel Barbery ofrece al lector un libro que, en palabras de la propia Paloma, «tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalillos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes». 

LO MEJOR: El personaje de Renée Michel, atractivo por su humildad y sabiduría ignorada. Las descripciones de los habitantes del número 7 de la calle Granelle, especialmente de la familia Josse, con la finalidad de ridiculizar a la burguesía francesa. La introducción del personaje de Kakuro Ozu que equilibra el tono narrativo de las dos protagonistas. 

LO PEOR: Los capítulos del primer diario de Paloma resultan muy complejos para aquellos lectores con un escaso conocimiento sobre filosofía o teología. El personaje de Paloma resulta petulante durante la mayoría de la novela. A pesar del inesperado –y trágico-final, resulta esencial para comprender uno de los mensajes más importantes de la novela. 

Sobre la autora: Muriel Barbery es una escritora francesa nacida el 28 de mayo de 1969 en la ciudad marroquí de Casablanca. Estudió Filosofía en la Escuela de Letras y Ciencias Humanas de Lyon y ejerció la docencia en diferentes centros hasta abandonar su labor como profesora para residir en Kyoto, Japón. Debutó como novelista con Una Golosina (2000), un libro centrado en los recuerdos de un crítico gastronómico a punto de morir que conoció un nuevo título, Rapsodia Gourmet, en una posterior reedición. 

Seis años después logró un gran éxito internacional, principalmente en Europa, con su segundo libro, La Elegancia Del Erizo (2006), reunión de varios personajes en un edificio de París con centro en la relación especial que mantienen una niña a punto del suicidio y una portera.