
Ana Karenina es la historia de
una pasión. La protagonista es un personaje inquietante y fascinador por la
intensidad de su vida. Tolstoi, buen psicólogo y conocedor del mundo que le
rodea, abre la intimidad de Ana y traza con pulso firme la trama de esta
novela, una obra imperecedera por su hondura, su fuerza y su veracidad. En la
novela, Tolstoi utiliza los mismos métodos creativos realistas que en sus
primeras obras, pero presenta una unidad artística mucho más sólida, y la
exuberancia deja paso al pesimismo. El autor se reafirma en sus creencias y en
su idea crítica respecto a la vida urbana, ahogada por la superficialidad.
Reseña: En toda relación de pareja existen una serie de etapas que
demuestran el grado de compromiso, respeto y, sobre todo, amor que ambos cónyuges
afirman sentir por el otro, tanto durante el noviazgo como en el matrimonio. De
hecho, el propio León Tolstói nos recuerda que «El matrimonio es una barca que lleva a dos personas por un mar
tormentoso; si uno de los dos hace algún movimiento brusco, la barca se hunde».
«Anna Karenina» describe precisamente
esta evolución a través de dos sus principales historias. Por un lado, Tolstói
narra el triángulo amoroso entre Anna, Vronski y Karenin; por otro, Lyovin y Kitty. Ambos le permitieron evidenciar
la amoralidad de la aristocracia rusa en la que se integró tras su matrimonio
con Sofía Andréievna Bers y le permitió ser testigo directo de sus
faltas. De hecho, aunque la novela tiende a
catalogarse como un «romance aristocrático», el autor utiliza la historia
de su protagonista para evidenciar la hipocresía de esta clase social.
Fíjense que el libro empieza con
la infidelidad de Stephán, hermano de Anna, quien consigue convencer a su
esposa para que le perdone gracias a su intervención para evitar la deshonra de
la familia. Sin embargo, cuando es la protagonista quien comete el adulterio es
marginada y estigmatizada por todos sus conocidos.
Además, conforme esta situación se vuelve
insostenible para los tres personajes, el discurso del autor es más vehemente y
empezamos a apreciar algunos juicios de carácter personal.
«La conversación empezó con mucha corrección, pero precisamente por exceso
de corrección se volvió a encallar. Hubo, pues, que recurrir al remedio seguro,
a lo que nunca falla: la maledicencia» (pág.165)
Por tanto, «Anna Karenina» es, en realidad, una gran metáfora
contra la élite rusa. De ahí el carácter predominantemente descriptivo de la
obra, que tiende a descuidar el aspecto artístico a favor de la crítica
personal de Tolstói.
El autor consigue que las
relaciones entre sus personajes reflejen las contradicciones en las que
incurren, especialmente entre lo público y lo privado. En este aspecto,
adquiere gran importancia Lyovin, pues la
humildad de este personaje conlleva la incomprensión acerca de determinadas
formas de pensamiento o comportamiento que exhiben sus congéneres.
Es más, la mayoría de las escenas que protagoniza están llenas de
significado, como la primera conversación con Stéphan en el restaurante.
No obstante, es importante
señalar que la novela original no se concibió en un único volumen, sino que
empezó a publicarse como folletín en la revista
«Ruskii Véstnik». De ahí la disgregación de las subtramas que lo
componen, un rasgo inherente de la obra que no consiguió suplirse en la primera
edición completa del texto, ni posteriores.
De igual modo, la excesiva
formalidad del autor conlleva un distanciamiento con los personajes, incluso
las escenas más emotivas están relatadas con corrección, pero carentes de
sentimiento como el reencuentro de Anna con su hijo.
A pesar de ser la novela más significativa del realismo, «Anna
Karenina» carece de la pasión que describen sus hojas. Es cierto que León
Tolstói consigue transmitir un mensaje moralista, pero este carácter reflexivo
y predominantemente descriptivo condiciona la lectura, demasiado dispersa en lo
que respecta al tratamiento de sus personajes y la trama principal del libro.
Es decir, el propio autor descuida las formas frente a su necesidad de realizar
una crítica subjetiva contra la hipocresía de la aristocracia de su país,
incluyendo el principal mensaje de la novela y que bien podría resumirse en «Mi
felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que
no tengo».
LO MEJOR: El personaje de Lyovin, que permite observar la amoralidad de la aristocracia rusa desde
una perspectiva más objetiva. Las diferencias entre un adulterio cometido por
un hombre y una mujer. La forma en que Tolstói emplea el triángulo amoroso para evidenciar la
decadencia de la élite rusa.
LO PEOR: Una novela demasiado descriptiva y carente de sentimiento.
La estructura original del texto. La necesidad de conocer el contexto para
comprender la relevancia de algunos acontecimientos y personajes mencionados.
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A los nueve años quedó huérfano, y se crio con unos
parientes en un ambiente religioso y culto. Tuvo tutores franceses y alemanes.
A los 16 años, ingresó en la Universidad de Kazán, donde
estudió lenguas y más tarde leyes. En 1847, insatisfecho, abandonó sus
estudios. La Biblia se convirtió en uno de sus libros de cabecera, al igual que
las doctrinas de Pushkin y Rousseau, entre otros autores.
Después de un breve intento por mejorar las condiciones de
vida de los siervos de sus tierras, se metió de lleno en la alta sociedad
aristocrática moscovita, a la que en sus diarios prometió reformar.
En 1851, se reunió con su hermano en el Cáucaso, donde su
regimiento se encontraba acampado y, tras una breve permanencia, decidió
incorporarse también al Ejército ruso. Allí estuvo en contacto con los cosacos,
que se convertirían en los protagonistas de una de sus mejores novelas cortas, Los cosacos (1863). En ella
compara el cansancio de la juventud moscovita con el vigor y la vida al aire
libre de los cosacos. En el tiempo que le dejaban libre las batallas, concluyó
una obra autobiográfica, Infancia
(1852), a la que siguieron otras dos, Adolescencia
(1854) y Juventud (1856).
Estas obras recibieron una calurosa acogida por parte del público.
Entre 1855 y 1856 escribió Sebastopol (1855-1856), tres historias basadas en la guerra
de Crimea, de la cual fue oficial del ejército, y que narran recuerdos de su
vida militar.
Interesado en la pedagogía, viajó por Inglaterra y
Alemania, donde estudió los modernos métodos didácticos, que aplicó a la
escuela modelo por él fundada en Yasnaia Polaina.
En 1862, se casó con Sofía Andréievna Bers, miembro de una
culta familia de Moscú. Durante los siguientes quince años formó una extensa
familia (tuvo quince hijos), administró con éxito sus propiedades y escribió
sus dos novelas principales, Guerra y
paz (1863-1869) y Ana
Karenina (1873-1877).
Guerra y paz es
un retablo de la vida rusa durante las guerras de Napoleón, siendo su obra
maestra. Ana Karenina es una
novela de costumbres de la sociedad rusa cuyo propósito moralizador no
prevalece sobre su valor artístico. Otra obra importante fue Mi confesión, testimonio de su
crisis espiritual y de conciencia. La sonata a Kreutzer, Amo y criado y Resurrección, son obras en las
que domina su preocupación ética junto a un análisis vigoroso y penetrante de
la vida rusa.
Otras obras de su autoría son: Historias para el pueblo (1884-1885); La muerte de Iván Ilich (1886); El poder y las tinieblas (1888).
A los 82 años, cayó enfermo de neumonía y, el 20 de
noviembre de 1910, murió en una remota estación de ferrocarril.
Tolstoi, partidario de la no violencia y de la abolición de
la propiedad, fue víctima de la contradicción entre su vida y sus convicciones
morales. Profundamente convencido de que la única salvación sólo podría encontrarse
en Dios, su misma fe le llevó a rechazar las instituciones y creencias de la
iglesia rusa y a fijar como ideal de la vida la pobreza voluntaria y el trabajo
manual. Intentó renunciar a sus bienes, pero la resistencia de su familia se lo
impidió.