Sinopsis: Es una de las obras cumbre del escrito francés Gustave Flaubert (1821-1880) publicada en 1856. Clásica novela de un matrimonio burgués del siglo XIX en la que muestra cómo un casamiento más o menos amañado no siempre es garantía para la felicidad conyugal. Se trata de una obra maestra de la literatura universal contemporánea, modelo de estilo por su observación minuciosa y precisa, brillante y sobria de la realidad. La protagonista Emma se muere de aburrimiento junto a su mediocre esposo, el médico rural Carlos Bovary, y busca su evasión, refugiándose primero en el mundo de las novelas románticas, más tarde procurándose aventuras amorosas extraconyugales. Pero a diferencia de lo que sucedía en la nobleza del Antiguo Régimen, en el siglo XIX, la sociedad no consideraba aceptables estos amoríos. Especialmente entre las mujeres que comportaba el desprecio social como adúlteras.
Crítica: El último escándalo de Ashley Madison a consecuencia de la publicación de los datos de 39 millones de usuarios de la web tras el robo de sus bases de información por un grupo de hackers autodenominado The Impact Team ha provocado incluso la dimisión del Rey de la Infidelidad, Noel Birderman, fundador y primer ejecutivo de la web que promueve las relaciones extramatrimoniales. Curiosamente, el propio Biderman figuraba entre los nombres de la lista. Si bien –y al contrario que la política de su empresa- jamás se caracterizó por su discreción, pues en su libro «Los infieles prosperan» cuestionaba el fracaso del matrimonio como experimento social basándose en las cifras de su negocio. De hecho, los españoles son los europeos más infieles, planteándono si la vida conyugal es siempre sinónimo de felicidad.
«¿No sabe usted que existen almas que sufren sin cesar? ¿Almas que necesitan sucesivamente de la fantasía y la acción, las pasiones más puras y los goces más desenfrenados, y por eso se lanzan al capricho y la locura?»
Precisamente «Madame Bovary» es una novela sobre la infelicidad provocada por la rutina y el hastío de la vida de provincias que impide a nuestra protagonista satisfacer sus altas expectativas sobre el matrimonio. Al igual que el célebre hidalgo manchego, la joven e ingenua Emma creció leyendo novelas románticas que excitaron su febril imaginación, para descubrir posteriormente que sus deseos están subyugados a la voluntad masculina.
No obstante, Emma acaba rebelándose ante la impotencia de una vida conyugal carente de emoción iniciando una serie de relaciones esporádicas con diferentes amantes que se aprovecharan de la ingenuidad de la joven para satisfacer su egolatría ante el triunfo que conlleva la conquista de una hermosa mujer casada.
Gustave Flaubert relata con gran maestría la dicotomía de la protagonista ante la obligación moral de continuar siendo fiel a su esposo y la necesidad de satisfacer sus fantasías personales.
«¿Para quién era ella virtuosa? ¿Acaso no era él el único obstáculo de su felicidad, la causa de toda su desgracia, la hebilla puntiaguda de aquel cinturón que la apretaba por todas partes? (…) Su propia dulzura le inspiraba rebeldías. La mediocridad de su posición doméstica la lanzaba a fantasías de caprichos voluptuosos, la ternura conyugal, a deseos adúlteros.»
Sin embargo, el escritor francés se abstiene de realizar cualquier juicio de valor hacia el comportamiento de Emma en particular, sino que su crítica está orientada hacia la sociedad en general y, en concreto, a la hipocresía de los valores burgueses. De hecho, la mayoría de los personajes exhiben una doble moral que conlleva la ausencia de reciprocidad por parte del lector, incluyendo la propia Emma quien inspira sentimientos antagónicos debido, principalmente, a la volubilidad, de su comportamiento que algunos podrían considerar egoísta, inmaduro y caprichoso.
Con todo, observamos que la actitud de Emma está instigado principalmente por la envidia, tanto hacia las protagonistas de sus novelas que consiguen en la ficción el amor negado a ella en la realidad como por la envidia que le inspira la libertad de la que gozan los hombres. Adviértase que aunque el farmacéutico Homais menosprecia el catolicismo, es Emma quien sufre las consecuencias de sus actos, mientras que este falso erudito acaba siendo laureado por su ignorancia. Otro ejemplo es Rodolphe Boulanger, el segundo amante de la joven, quien la abandona después de planear su huida por el tedio que le provoca su relación después de que la pasión de los primeros encuentros haya desaparecido –paradójicamente, observamos que los motivos de Boulanger para terminar con el idilio son exactos a los de Emma para iniciarlo-. Sin embargo, ambos casos solo tendrían un culpable, la mujer adúltera.
De ahí su deseo de concebir un hijo, consciente de las privaciones que sufriría en caso contrario:
«Emma deseaba un hijo; había de ser robusto, moreno, y se llamaría Jorge. Esta idea de tener por hijo un varón, era como la revancha de todas sus pasadas impotencias. Por lo menos un hombre es libre, puede tener pasiones, correr países, salvar obstáculos, saborear los placeres más lejanos. Pero una mujer está privada eternamente de todo; inerte y flexible a la vez tiene en su contra las debilidades de la carne y la tiranía de la ley; su voluntad es como el velo de un sombreo que se agita a todos los vientos.»
Obviamente, el destino le niega la oportunidad de ser feliz como madre dando luz a una niña de la que se desentiende para centrarse exclusivamente en la efímera felicidad que le proporcionan los escasos y breves encuentros con sus amantes, confundiendo de forma reiterada el enamoramiento con el auténtico afecto. Esta situación la impulsa a conductas cada vez más excéntricas que acaban desembocando en la locura, igual que las clásicas heroínas del romanticismo a las que Emma deseaba emular hasta sus últimas consecuencias.
«Entonces, los apetitos de la carne, las codicias del dinero y las melancolías de la pasión, todo se confundía en un mismo sufrimiento; y, en vez de desviar su pensamiento, lo fijaba más, excitándose al dolor y buscando para ello todas las ocasiones. Se irritaba por un plato mal servido o por una puerta entreabierta, se lamentaba del terciopelo que no tenía, de la felicidad que le faltaba, de sus sueños demasiado elevados, de su casa demasiado pequeña. »
En este aspecto, merece destacarse el sacrificio realizado por Charles Buvary, quien consiente los idilios de su esposa para garantizar la tranquilidad y el bienestar en el hogar familiar. Una actitud que evidencia la pasividad de un personaje poco acostumbrado a los impedimentos, que prefiere negar la realidad a enfrentársele ante su propia incapacidad para solventarlos después de una vida sin aspiraciones; pero también de un hombre enloquecido de amor hacia Emma, a quien idolatra, pues «la denigración de las personas a quienes amamos siempre nos aleja de ellas un poco. No hay que tocar a los ídolos; su dorado se nos queda en las manos. »
Un drama que destaca por la belleza de la prosa y la perfección estética de las descripciones en las que el paisaje se transfigura según los sentimientos de los personajes, sobre todo de la apasionada e ingenua Emma. Flaubert evidencia su obsesión por conseguir la perfección a través de un ritmo narrativo fluido, de gran precisión artística y lirismo equiparable al verso, tal y como evidencia el siguiente fragmento:
«Sin embargo, las llamas se apagaron, sea porque su provisión de combustible se agotase o que fuese tal vez demasiado, el amor paulatinamente se extinguió con la ausencia, con la pena de la costumbre, y el resplandor de incendio que enrojecía su cielo pálido, se trocó en sombra borrándose gradualmente. En el adormecimiento de su conciencia tomó las repulsiones hacia el marido por aspiraciones hacia el amante, las quemaduras de odio por el calor de la ternura, y como el huracán no dejó de soplar, y la pasión se consumió hasta las cenizas, y nada vino a socorrerla, ni ningún sol apareció, se vio rodeada de una noche completa y permaneció perdida en un frío horrible que la traspasaba. »
En conclusión, Emma Rouault – o Madame Bovary- representa uno de los personajes más trascendentales de la novela realista del S. XIX junto a Anna Karenina («Anna Karenina», León Tolstoi) o Ana Ozores («La regenta», Leopoldo Alas Clarín), simbolizando la represión de la pasión femenina en una sociedad caracterizada por la hipocresía de una burguesía en decadencia y la potestad de la religión católica en el matrimonio. Gustave Flaubert obsequió a los lectores con un intenso drama romántico que reflexionaba acerca de las altas expectativas hacia la vida conyugal y la posterior resignación ante la rutina –incluyendo una crítica inherente en el relato contra la literatura romántica-, así como la hipocresía de la burguesía francesa tras la revolución que, en vez de permitir evolucionar a la sociedad, conllevó un retroceso moral –la facilidad para juzgar a una mujer adúltera, pero no al amante- a través de una novela destacable por la perfección de sus descripciones, la fluidez del ritmo narrativo y la intensidad de los sentimientos descritos. Una novela que, en definitiva, nos permite igual que a Emma conocer «la pequeñez de las pasiones que el arte exageraba.»
LO MEJOR: Absolutamente todo.
LO PEOR: La mayoría sigue concibiendo «Madame Bovary» exclusivamente como una novela sobre la infidelidad basándose en sus prejuicios sobre el adulterio sin considerar el contexto de la obra y el auténtico significado moral de la obra, juzgando con gran facilidad las acciones de Emma –e incluso justificando el trágico final de la protagonista-.
Sobre el autor: Gustave Flaubert nació el 12 de diciembre de 1821 en Rouen, Normandía (Francia). Su padre era el cirujano Achille-Cléophas Flaubert, y su madre, la persona más afín a Gustave durante toda su vida, se llamaba Anne-Justine-Caroline.
Flaubert estudió Derecho, carrera que abandonó en 1844 debido a desequilibrios nerviosos y epilepsia. Esta inestabilidad psicológica, que le llevaba a ser tan tímido como neurótico, ocasionó que la mayor parte de su existencia se redujese a la permanencia en reposo en el hogar familiar, sito en la localidad de Croisset, en donde los Flaubert poseían una tranquila casa de campo y en donde Gustave escribió sus obras más conocidas.
No obstante, y a pesar de esta vida hogareña obligada, Flaubert viajó con Maxime du Camp por varios países entre los años 1849 y 1851, entre ellos Egipto, Siria, Turquía o Italia.
También, a pesar de su misantropía, cultivó múltiples amistades literarias, manteniendo relaciones con George Sand, Emile Zola o Alphonse Daudet.
Se enamoró de varias mujeres, en su adolescencia de Elisa Schlesinger, y más tarde de la escritora Louise Colet, con la que inició en 1846 una ligazón amorosa, bastante ocasional, que se prolongaría hasta 1855.
Falleció a causa de una hemorragia cerebral el 8 de mayo de 1880. Tenía 59 años.
Flaubert se engloba dentro de la literatura realista y naturalista.
Su obra más popular es “Madame Bovary” (1857), libro que narra las vicisitudes de una mujer burguesa adúltera por el cual fue perseguido y juzgado por atentar contra la moral pública, quedando absuelto de los cargos imputados.
Otros títulos importantes de Gustave Flaubert son la novela histórica “Salambó” (1863), “La educación sentimental” (1869), libro inspirado en su amor por Elisa Schlesinger, “La tentación de San Antonio” (1874), o “Correspondencia” (1887-1993), colección de epístolas del escritor francés.