Publicada en La última historieta
Sinopsis: En Maringouín nunca sucede nada.
O casi nunca…
Odette, un huracán de categoría 4, está a punto de
cruzar el estado Luisiana y devastar la imperturbable monotonía del pueblo.
Pero antes de que esto suceda, los secretos más inhóspitos de sus habitantes
saldrán a la luz. Un cuerpo sin vida en las profundidades del pantano
Atchafalaya, el asesinato de una vieja alemana con siniestras vinculaciones
nazis y la irrupción de un peculiar agente del FBI que busca a un asesino en
serie conocido como el Comercial… pondrán la vida de todos los vecinos de
Maringouin patas arriba.
Juan de Dios Garduño, el aclamado
escritor de «Y pese a todo», regresa con una historia negra ambientada en los
lugares más sórdidos de Luisiana y nos ofrece una visión única del horror.
Reseña: En 2005, el huracán Katrina se convirtió en uno de las más
destructivos y mortíferos de la historia de Estados Unidad. A pesar de formarse
como una tormenta tropical de categoría 1, fue fortaleciéndose conforme
avanzaba hacia el golfo de México hasta alcanzar la categoría cinco, devastando
todo el territorio desde Florida a Texas. Si bien el mayor número de fallecidos
se registró en Nueva Orleans, el estado de Luisiana también fue uno de los más
afectados. Después de ocho años, la
pesadilla vuelve a repetirse con Odette. Sin embargo, los habitantes de
Maringouín deben afrontar otras amenazas. El descubrimiento de un cadáver en el
pantano de Atchafalaya junto con la desaparición de la joven Sarah parecen
indicar la presencia de un peligroso asesino conocido como El comercial
se encuentra en pueblo para teñir de rojo las aguas de río Mississippi…
Juan de Dios Garduño, autor de
las novelas «Y pese a todo» y «El
camino de baldosas amarillas», regresa para inaugurar la línea de terror
creada por la editorial Dolmen, así como una visión propia del horror. En esta
ocasión, el escritor sevillano se inspira en uno de los poemas más conocidos de
Dylan Thomas, «En mi oficio o mi arte sombrío», no solo para dotar de
título a su nuevo libro, sino que lo convierte en el principal vínculo entre
las diferentes historias que lo conforman.
«El arte sombrío» representa
la obra más perturbadora de cada persona. En principio, un lienzo vacío que,
poco a poco, vamos dibujando hasta constituir la imagen formada por nuestros
secretos más oscuros, aquellos que ocultamos bajo una capa de apariencias ante
cualquier mirada indiscreta. Maddie, Sam, Coyne, Samantha, Marlow son solo algunos
de los artistas cuyas obras acabaran siendo expuestas entre sus vecinos contra
su voluntad, porque la verdad siempre acaba aflorando a la superficie por mucho que nos esforcemos en
seguir ocultándola.
Garduño nos describe con una
prosa descarnada y carente de belleza esta pequeña comunidad sureña, en el que
predomina el lenguaje obsceno y los tórridos encuentros sexuales. Un estilo
bastante similar al utilizado por Stephen King («La tienda», «Posesión»
o «Un saco de huesos») en el que confluyen diferentes tipologías de
terror, desde nuestros miedos más primitivos hasta aquellos de carácter
paranormal o, en apariencia, inexplicables. La monotonía de sus vidas es
interrumpida de forma abrupta para ser sustituida por una batalla a contrarreloj
a fin de garantizar su supervivencia y la de sus vecinos.
Precisamente, la tendencia del
autor por reunir dentro de una misma novela subgéneros tan divergentes -tal y
como ocurría al final de «El camino de baldosas amarillas»- acaba
provocando un desequilibrio narrativo desde la introducción de John Deschaints
y Rick y su relación con la anciana Maddie McRowen, así como otros extraños-y
violentos- sucesos que comienzan a sucederse en Maringouín. A pesar de ambos intervienen en algunas de
las escenas de mayor tensión psicológica, el protagonismo que les concede
Garduño es injustificado y desvía la atención del lector de forma constante.
Por otro lado, desaprovecha el
contexto en el que se desarrolla. El estado de Luissiana posee un atractivo propio
a consecuencia del contraste cultural derivado de la colonización europea,
principalmente francesa y española, así como uno de los últimos territorios en
derogar la esclavitud por el excesivo conservadurismo y elitismo de sus gentes.
De hecho, algunas de sus poblaciones son vestigios donde coexisten un pasado
basado en la superstición y la discriminación racial con un presente caracterizado
por los alarmantes índices de analfabetismo y abandono escolar, la precariedad
laboral o la corrupción política. La ausencia de cualquier futuro, la
imposibilidad de escapar de este ambiente opresivo explica el manifiesto carácter
individualista de sus habitantes y, por subsiguiente, la falta de solidaridad
entre ellos, exceptuando la falsa cordialidad vecinal.
De ahí que las relaciones entre
los personajes resulten tan poco creíbles, e incluso forzosas como ocurre entre
Sam y Samantha, la extraña pareja de esta novela. Además, tampoco contribuye
que la mayoría resulten arquetípicos, y tal y como demuestra la descripción del
vestuario de Megan –un pantalón vaquero corto y una camisa de cuadros con el
ombligo descubierto al que solo le faltaba añadir botas de vaquera, el pelo
recogido en dos coletas y una espiga de trigo para completar tan «original» conjunto- o el puritanismo de Samantha – que
resulta contradictorio con la actitud ninfómana que exhibe desde el principio-.
Únicamente el inspector del FBI, Atham, es original dentro de un cuadro en el
que predominan los estereotipos, aunque
acabe su sentido del humor acabe volviéndolo un policía demasiado caricaturesco
en algunos momentos de la novela cuando debería haber tenido mayor carga
dramática.
Algo similar ocurre con El
comercial, la descripción de sus
métodos de torturas es un buen recurso para provocar la angustia psicológica de
sus víctimas y, por ende, del lector que acaba experimentando la misma
sensación de impotencia y horror ante semejante despliegue de sadismo. En estas
escenas, Garduño apuesta por no mostrar la violencia de forma directa, sino que
prefiere insinuarla. Asimismo, poseen un ritmo narrativo más acertado que otros
fragmentos en los que se realiza una apología de la misma. Sin embargo, una vez
desvelada su identidad, resulta decepcionante el enfrentamiento final con Atham
por la rapidez con la se resuelve, siempre basándose en casualidades y no
causalidades.
Picasso dijo que «El arte
no es casto, debería prohibírselo a los ignorantes inocentes, no poner jamás en
contacto con él a quienes no están suficientemente preparados. Sí, el arte es peligroso»,
porque todo lo que creamos a partir de la nada, aquello que sustituye el vacío
físico debe proporcionar la satisfacción de un anhelo y no limitarse
exclusivamente a otro cuadro con el que decorar una pared de nuestro hogar o un
libro que ocupe un lugar en nuestra librería junto a otras novelas que solo
proporcionan un entretenimiento temporal. En definitiva, «El arte sombrío» es una pintura
lineal, carente de un fondo elaborado y que emplea una reducida paleta de
colores –léase personajes- mal combinados.
LO MEJOR: La elección del escenario. Las descripciones de las
torturas que El comercial infringe
a sus víctimas, donde la violencia no es mostrada de forma directa. La forma de
reflejar la ideología y el carácter de los habitantes de Maringouín a través de una prosa descarnada. El
personaje de Atham.
LO PEOR: El desaprovechamiento del contexto. El abuso de
estereotipos, volviendo la lectura previsible en algunos fragmentos. La
introducción de elementos paranormales que no se justifican, tal y como ocurre
en «El camino de baldosas amarillas», provocando un desequilibrio
narrativo desde el primer tercio de la novela. La mayoría de personajes
resultan poco creíbles.
Sobre el autor: Juan
de Dios Garduño nació en Sevilla en el
caluroso verano de 1980. Desde que publicó su novela El Caído no ha parado. Ha sido finalista y ganador de
certámenes, ha publicado cuentos en multitud de antologías, ha escrito
prólogos, ha sido seleccionador de antologías (Taberna Espectral o Antología
Z 2, Antología Z 3, Ilusionaria I, Ilusionaria II) y ha
hecho sus pinitos en el mundo cinematográfico como guionista, destacando el
primer mediometraje de terror psicológico de la Comunicad valenciana, Llagas,
estrenado en el festival de cine fantástico de Sitges y finalista del Festival
de cine fantástico de París, junto a Paco Plaza (REC1, REC2, REC3) y Miguel
Ángel Font. Ahora prepara su tercer cortometraje como guionista titulado Muñeca
Rota.
En Julio de 2010 publicó su novela Y pese a todo… convirtiéndose
enseguida en un éxito de ventas con gran acogimiento en el público y la crítica
(recibiendo el premio Nocte de terror a la Mejor Novela de Terror Nacional).
Vaca Films, la productora de Celda 211, prepara la película de la novela
para fechas próximas contando con coproducción estadounidense, dirección de
Miguel Ángel Vivas (Secuestrados, 2011) y actores de primer nivel.